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Algunas certezas en medio de la perplejidad política

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Desde hace un tiempo venía pensando este artículo previo al evento del domingo 20 de mayo, pero es tal mi estado de perplejidad que las dudas me han llevado a no saber qué escribir. A pesar de la terrible realidad que nos oprime ¡no podemos optar por la sumisión! Esta es mi mayor seguridad: debemos seguir resistiendo, aunque dicha actitud ni se parezca a lo que siempre hemos entendido como tal. La resistencia tiene que reinventarse constantemente anhelando siempre la coordinación entre sus diversas formas y actores. El evento en cuestión nos toma divididos a los demócratas u opositores, algo que lamentamos.

Tengo mi posición que es distinta a la que siempre había mantenido, porque he comprendido que el año pasado las cosas cambiaron y ese cambio tiene mucho que ver con la actitud que asumieron mis compatriotas ante la propuesta de la inconsulta constituyente y el apoyo que nos ha venido dando la comunidad internacional.

La mayoría cree que si no hay cambio la destrucción del país seguirá avanzando con su caudal de sufrimiento para los que no somos enchufados. Más hambre e inseguridad junto con menos agua, luz y libertades. Necesitamos generar un pacto para sobrevivir. Un acuerdo para ayudarnos mientras el cambio no llegue.

Abandonar la conducta del “¡sálvese quien pueda!” se aprovecha del que está en el “mismo barco”, y que al final nos terminará perjudicando. Y todo ello se debe hacer sin abandonar la lucha por la superación de la pesadilla chavista.

En este gran consenso tienen un papel fundamental todos los que han emigrado y se encuentren “estables económicamente”, porque ellos pueden darnos una mano. Es imposible vivir con el salario mínimo o incluso dos o tres más. Y con poco dinero desde afuera se puede hacer mucho en Venezuela. A todos los que han mostrado una gran generosidad quiero aprovechar para darles las gracias, con la promesa de que algún día esa deuda será pagada. Nunca lo vamos a olvidar.

La Iglesia Católica, a través de la Conferencia Episcopal Venezolana, fijó posición sabiamente el lunes 14 en relación con el evento en cuestión. Considero que es la mejor propuesta al afirmar que “lejos de aportar una solución a la crisis que vive el país, pueden agravarla y conducirlo a una catástrofe humanitaria sin precedentes. Por tanto, es urgente su postergación para el último trimestre del año”. Es lo lógico y constitucional, siempre y cuando permita el cumplimiento de todas las condiciones y de esa forma se anime a la participación. De lo contrario, se estará fortaleciendo el conflicto y los males para el país tal como advierten los presbíteros.

La historia nos ha enseñado que en los momentos de grave crisis a veces no queda otra que rezar y esperar. En esos momentos parece que no podamos hacer nada, pero nuestra resistencia y fe ya es algo, e incluso eso sea lo que haga la diferencia y logre iniciar el proceso de cambio. No hablo de paralización o conformismo; me refiero a la espera del que resiste, del que no acepta lo que ocurre aunque no posea las fuerzas para cambiarlo en ese momento. Solo espera y reza para que cambie el viento, y así lleguen los “vientos de cambio”, como dice la vieja canción de Scorpions.

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