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Alfredo Weil, el imprescindible

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Hay hombres que luchan un día, y son buenos. Hay otros que luchan muchos días, y son mejores. Pero hay los que luchan toda la vida. Esos son los imprescindibles”. Bertolt Brecht

Nos quedamos varados subiendo desde Plaza Las América hacia Los Naranjos. Amable y generoso hasta el absoluto desprendimiento, y luego de una reunión del consejo consultivo de Soy Venezuela, se ofreció a llevarnos a casa a Enrique Aristeguieta, su compañero de toda la vida, y a mí. Suponía desviarse de su ruta y dar un rodeo por media Caracas. Y su carro daba sus últimas boqueadas. Lo que a él no le provocaba la menor molestia.

Alfredo era una de los seres más dulces, más amables y más desprendidos de cuantos he conocido en estos veinte años de penumbras y desquiciamiento. Nos conocimos en la Coordinadora Democrática, él, uno de los ingenieros más serios y preparados en trámites electorales. Fundador de Esdata, el organismo que junto con Súmate, fundada por María Corina, fueran los bastiones de la defensa de la esencia de nuestra fenecida democracia. Un valor inestimable visto el cariz delincuencial y hamponil del CNE desde que cayera en manos de Jorge Rodríguez, uno de los más implacables y desalmados de los estafadores y gánsteres en los que cayera la buena fe electoral de nosotros, ingenuos ciudadanos venezolanos. 

Fue, junto con el chino Wong, Enrique Colmenares Finol, Ezequiel Zamora, Luis Manuel Aguana, otros ingenieros venezolanos y desde luego María Corina Machado, el baluarte de la lucha por el adecentamiento de un burdel del que políticos serios y responsables no podían esperar absolutamente nada. Salvo la connivencia y la estafa a los que se acogieron finalmente todos los partidos de la oposición oficialista. Que hicieron de los procesos electorales el modus operandi de la connivencia y el acomodo con el régimen. Procesos de los que nada cabía esperar desde el 6 de diciembre de 1998, cuando el castrocomunismo mafioso y criminal del chavismo se apoderara de las llaves del reino. Pues sin la clave de la democracia: una auténtica igualdad de oportunidades, todo sistema electoral secuestrado por la voluntad tiránica de quienes, desde el poder, hacen y deshacen con los procesos electorales, toda elección es una farsa, una comedia, un fraude.

Llevado por la fuerza del proceso, se convirtió en uno de los más calificados expertos electorales del país. Y de América Latina, de algunos de cuyos países fue requerido para brindar asesoría electoral. Panamá fue el último. Volvió quebrantado. Sin dejar de cumplir lo que consideraba su deber: alimentar día a día y durante sus veinticuatro horas las esperanzas de un cambio radical de la grave situación de esta brutal crisis humanitaria, descendida al último círculo del infierno con este venezolanazo que ha venido a mostrarnos a todos los venezolanos los colmillos de la tiranía ya en su fase más draconiana, desatada y asesina: el exterminio.

No dudo del efecto devastador que estas medidas de asfixia y acorralamiento –el asesinato en cámara lenta mediante la privación consciente y voluntaria de los servicios básicos de sobrevivencia, incluso del agua– provocan en almas sensibles y generosas, como la de nuestro amado amigo Alfredo Weil, condenadas a la más aterradora impotencia. No existe otra explicación razonable a la proliferación de enfermedades graves y terminales como el cáncer, los accidentes cerebrovasculares o los quebrantos cardíacos que han acabado con la vida de tantos venezolanos en estos últimos tiempos, que no sea la somatización de la angustia y la desesperanza. 

Por eso, al enfrentar la partida de seres tan amables e imprescindibles, es imposible dejar de considerar el contexto aterrador de la poca vida que resta en este campo de concentración territorial. Reclamar el auxilio de las fuerzas internacionales, que ya abandonan el campo en medio de la desesperanza, es uno de los mecanismos que nos restan. ¿Lo entenderá la Asamblea Nacional? ¿Lo entenderá su presidente? ¿Lo entenderá Juan Guaidó? El retardo si no la negativa a decretar la medida que autoriza el uso de fuerzas internacionales es un muy preocupante antecedente. La mezquina ambición de poder son parte del contexto que nos asedia. Fue la lucha que Alfredo Weil libró hasta su último suspiro: luchar contra la indiferencia, la incomprensión y el egoísmo. 

Amado Alfredo: Descansa en paz.

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