La llegada de dos aviones rusos que recientemente aterrizaron en Maiquetía fundamentalmente no vinieron con propósitos bélicos, sino que trajeron en la mayoría de su carga materiales suplementarios de tipo eléctrico, solo que emplearon el principal aeropuerto del país con el propósito de que Caracas se convierta en eje de distribución, y despertar la menor cantidad de sospechas sí estos hubiesen aterrizado en Puerto Ordaz.
En efecto, más allá de otras consideraciones de carácter político e incluso militar, lo que sí sería interesante es saber cuánto le cuesta a Venezuela cada aterrizaje o desembarco de unidades rusas en nuestro país, porque hacer un viaje aéreo que supera las 24 horas, y con escalas forzadas, la verdad resulta muy cuesta arriba pensar que el gobierno de Putin realiza estas acciones gratuitamente, o suponer que están siendo sufragadas con parte de las ganancias que le dejó el Mundial de Fútbol 2018.
Por ello es que el gobierno de Maduro ha perdido cualquier tipo de credibilidad, y cada palabra que emite a través de su propia boca, o cuando ordena a su ministrillo de propaganda para que nos hable de conspiraciones, atentados o cualquier tipo de alteración política, ya los venezolanos sabemos que entramos en una subrealidad, que en cualquier momento va a terminar superando aquella escrita por Gabriel García Márquez sobre Macondo.
Hemos dicho, una vez que finalizó el primer megaapagón que afectó a todo el país que el madurismo no podría recuperarse de ese evento, y que estaban desesperados por encontrar ayuda rusa o china para intentar superar tal situación de desequilibrio operativo porque, además, es obvio que las naciones mencionadas también ven afectados el funcionamiento de sus empresas en el país. No obstante, el daño al sistema eléctrico es de inimaginables características, que salvo haya un fuerte desembolso por parte del madurismo, una simple “donación” rusa de cables, bombillos e interruptores no será suficiente para resolver la destrucción de la empresa de energía, cuya fuente principal funciona en el Guri.
Ante semejante realidad, no ha transcurrido una semana en que Nicolás Maduro anunció el “triunfo” de la “guerra eléctrica” motorizada por ondas electromagnéticas de la más avanzada tecnología desplegada desde Estados Unidos, cuando el país que no termina de recuperarse de un desastre semejante, apenas llega el 25-3-2019, y no solamente se repite otro megaapagón –tal y como lo anunciamos– sino que Caracas tiene que ver nuevamente cómo se paralizan servicios vitales como el Metro, así como las actividades financieras y comerciales también deben suspender sus operaciones, sin exceptuar el cómo las personas que utilizan los servicios que prestan instituciones educativas y de salud se convierten en víctimas de las constantes y prolongadas fallas eléctricas.
Este es un régimen que tiene a cuestas miríadas y miríadas de errores que se niega a reconocer y que, lamentablemente, han degradado la condición de vida de los venezolanos. El madurismo es una peste ideológica, cuyos excrementos de bazofia política son peores que las emanaciones de azufre de que una vez Chávez habló ante la Organización de Naciones Unidas.
Es tan pueril el discurso madurista, porque hablar de la repetición de la guerra económica, hiperinflación inducida, terrorismo selectivo, golpes de Estado, sabotajes y cualquier otra ocurrencia carente de argumentación científica los lleva incluso a afirmar que la emisión de dinero inorgánico electrónico no genera aumento en los precios, o que un trabajador labora 800 horas al mes, o asegurar que 100 toneladas de alimentos –de arroz y granos– pueden calmar el hambre de 300.000 escolares por más de 15 días, y vemos que la osadía no tiene límites cuando involucran una película de Hollywood protagonizada por Bruce Willis, como “prueba irrefutable” del megaapagón que ha devenido en la destrucción de toda la estructura eléctrica del país, trastocando por completo con mayor sufrimiento la vida de tristezas y violaciones de los derechos humanos que confrontan a diario los venezolanos bajo el neototalitarismo de Nicolás Maduro.
De hecho, son tantas las equivocaciones que el madurismo está materializando como parte de su calvario político, que un problema de la magnitud del servicio eléctrico, junto con el desconocimiento de la comunidad internacional, los escasos ingresos de divisas, los llevan a cometer exabruptos jurídicos como la detención de Roberto Marrero, o la sentencia por “corrupción espiritual” contra la jueza Maria Lourdes Afiuni, a lo cual tenemos que sumarle la lista de presos políticos que van desde militares sublevados hasta líderes sindicales y, por supuesto, dirigentes de diversas organizaciones contrarias al régimen neototalitario, y la cantidad de periodistas que son perseguidos y puestos tras las rejas solo por informar lo que ocurre en Venezuela.
Sobre quienes ahora usurpan el poder en Miraflores, no les bastó destruir Petróleos de Venezuela, así como las llamadas empresas básicas de Guayana, y quebrar todas las industrias o consorcios que fueron expropiados, sino que todas esas pésimas acciones fueron logradas en solo un sexenio, siendo evidente que con otro sexenio similar, tal y como aspiran los maduristas a seguir controlando el país, pueden estar seguros quienes sigan apoyando esta forma de hacer “patria” que Venezuela será el primer ejemplo de un país tropical convertido en un desierto de escombros y destrucción natural, porque hasta el sur de Bolívar, tal y como lo conocemos, será devastado en su totalidad, mientras el Orinoco se convertirá en un cauce de mercurio, y el Caroní en un sedimento de residuos de incendios forestales y contaminación ambiental. Verbigracia, aunque no lo digan públicamente, el madurismo solo conjuga imprecación para los venezolanos.
El madurismo busca afanosamente tratar de correr la arruga con las suspensiones del servicio eléctrico, mientras intenta negociar con sus aliados un préstamo urgente de 5.000 millones de dólares que permita la resurrección del sistema del Guri, cuando la verdad es que el sistema eléctrico mientras Maduro siga usurpando Miraflores está condenado a morir. Y nos preguntamos: ¿qué más podrá entregar el madurismo en garantía, si ni siquiera ya producimos petróleo, y la minería ilegal, que es la única fuente de ingresos que les queda, avanza aceleradamente hacía su propia destrucción?
Desde que sucedió el primer megaapagón, dijimos que se repetiría y así ocurrió, razón por la cual suponemos que en esta oportunidad vino reforzado con ondas electromagnéticas en grado superlativo. En consecuencia, en la medida en que estas fallas sigan repitiéndose, la propia cúpula madurista tendrá que esconderse en algún bunker o refugiarse en las catacumbas con el diablo, porque difícilmente veamos nuevamente a Maduro decir que “ha triunfado” contra la oscuridad.
Ante la nefasta realidad que vivimos, hay que ir comprendiendo por qué la hija de Chávez está en Francia, los hijos de Vladimir Padrino residen en la “traidora” España, y los hijos del ministrillo de propaganda prefieren estar en México cobijados por la historia de las pirámides de Teotihuacán. Es posible que en esos países nunca llegue un electromagnetismo tan destructivo como el que ahora nos azota, y que hoy tiene sumida a la población en una completa anomia.
Dijimos que vendría otro megaapagón, ahora viene la muerte del sistema eléctrico. ¿Será que ese episodio terminará con el suicidio madurista?
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