De la época en que no había computador ni Internet me quedó la maña de recortar y guardar artículos de prensa. Aun cuando la tecnología avanzó ampliamente y se puede archivar mucha documentación en la memoria de los ordenadores y en “la nube”, no he superado el atavismo de guardar, a la vieja usanza, uno que otro material relevante de periódicos y revistas. Dicha documentación, sin ser excesivamente abundante, reposa en diferentes lugares de mi casa. La misma, por mérito propio, se ha hecho un complemento fundamental de mi biblioteca.
De cuando en cuando me pongo a jurungar ese valioso material y nunca quedo decepcionado. Así, en el ejercicio de esa práctica, recientemente me reencontré con textos publicados en TalCual, El Nacional y El Universal en 2015. El primero de ellos es una entrevista que Alonso Moleiro le hizo a Henry Ramos Allup para TalCual (7 de mayo). La misma se produce en el momento en que las diferencias entre los distintos sectores de la oposición se están achicando. En las respuestas hay tinos y desaciertos. Por ejemplo, el dirigente adeco dice sobre Henri Falcón que “tiene su propio proyecto”, pero reconoce que en la conformación de las planchas, en todos los circuitos, ha estado coincidiendo completamente con la MUD. Más adelante expresa contundentementeque: “Ningún partido por sí solo tendrá control de nada en Venezuela (…) Aquí está planteado un gobierno de amplísima concertación nacional”. Entonces Moleiro le pregunta si visualiza una crisis institucional, un parlamento comunal alternativo, un conflicto con el Tribunal Supremo de Justicia, si gana la oposición. Ramos se va de bruces y responde: “No. Con un Poder Legislativo producto de un clarísimo mandato, y los pantalones bien puestos, nadie puede”.
El segundo material corresponde a la edición completa de El Nacional del lunes 7 de diciembre, dedicado principalmente a las elecciones legislativas del día anterior. El titular de la primera página es terminante: “Triunfo rotundo de la oposición”. En la página 3 de dicha edición destaca la fotografía de Omar Véliz, en la que varios líderes opositores (Jesús “Chúo” Torrealba, Julio Borges, Lilian Tintori, Ramón Muchacho, Carlos Ocariz y Freddy Guevara, entre otros) son la viva representación del Canto a la Alegría. Por una vez Nicolás Maduro asomó un pequeño atisbo democrático cuando reconoció la derrota y dijo: “Ha triunfado la Constitución y la democracia”. De ello dio cuenta la periodista Emily Avendaño, en el texto publicado en la página 4 de la referida edición.
En el cuerpo 1 de El Universal del mismo día (página 1-6) se incluyó una noticia bomba: “MUD afirma tener mayoría calificada de 113 curules”. Poco después se decanta el número. En su edición del 10 de diciembre (página 3), El Nacional informa que la oposición obtuvo 112 diputados, con lo cual mantiene la mayoría calificada del Parlamento. Y en una pequeña nota de Hernán Lugo-Galicia, titulada “Preocupación”, se muestra el rostro verdadero de la fiera herida: “Miraflores abrió las puertas al Polo Patriótico (…) Los más radicales exigen que el Estado asuma el control de las importaciones y del sistema financiero, y que se limite la entrega de divisas al sector privado”. Allí se incluye esta declaración de Aristóbulo Istúriz: “Las elecciones no fueron ganadas por la oposición, sino por la contrarrevolución, que tiene intenciones de atacar al pueblo (…) Será una guerra larga”. De esa forma quedó marcado el futuro que, en este momento, es nuestro ahora.
En efecto, ha corrido abundante agua debajo del puente y la situación política no puede ser peor para la oposición. De la unión pasamos a la división más radical y de la alegría boyante al más profundo desaliento. La lucha a muerte que se ha desarrollado dentro de la oposición es inoportuna y poco edificante. No deja de asombrarnos el extremismo con que la misma se lleva a cabo. Y peor todavía, se olvida algo elemental: que Tarzán no suelta la liana hasta encontrar otra a la que agarrarse.
En esa tónica se cuestiona a la MUD y a toda su dirigencia, sin que tengamos ninguna alternativa a mano. Todo el mundo es sospechoso. La oposición se divide entonces entre los desesperados que quieren ir a votar para salir de esta pesadilla, los abstencionistas que en el fondo de su ser esperan que otros (Donald Trump) resuelvan los problemas, los que critican sin arremangarse las mangas ni ensuciarse los zapatos y los que cogen sus bártulos para buscar mejores alternativas en otros países. Es la peor manera de desperdigar la fuerza que se alcanzó en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015.
Para colmo, en la edición digital de El Nacional del pasado Primero de Mayo se registra este tétrico titular: “Crece la frustración internacional ante retroceso democrático en Venezuela”. En el desarrollo de la noticia leemos entonces que el subsecretario occidental del Departamento de Estado de Estados Unidos indicó que las sanciones de la Casa Blanca en contra de funcionarios del gobierno de Nicolás Maduro tienen efecto limitado. También leemos que, en voz baja, los cancilleres que se reunieron en Washington admitieron que sus gobiernos agotaron los mecanismos de presión política y que por el momento no existe ningún otro camino que ayude a Venezuela a salir de la crisis. Un diplomático que asistió a la reunión fue lapidario: “Es triste pero no podemos hacer mucho más”.
¿Y ahora qué? Por mi parte no albergo dudas.Necesitamos, sin dilación, levantar al Lázaro que llevamos pegado al alma y volver a tomar la única ruta que nos puede conducir de nuevo a la victoria: la unión de todas las fuerzas de la oposición, reconociendo sin chistar lo que decida la mayoría.
@EddyReyesT
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