COLUMNISTA

La agenda de movilización de la diáspora

por Tomás Páez Tomás Páez

La migración es un fenómeno global cuyo incesante crecimiento ha hecho necesario crear foros internacionales, establecer instituciones, diseñar estrategias y desarrollar nuevas formas de mirar y aproximarse a esta nueva y compleja realidad. Lo que se ha construido, en unos casos con mayor éxito que en otros, ha sido concebido con el fin de beneficiar a los migrantes y a los países de acogida y origen.

Esta nueva forma de ver y abordar la diáspora asume como punto de partida que esta desempeña un importante rol en el desarrollo, tanto en el país de acogida como en el de origen, y que el proceso migratorio resulta beneficioso para todos los agentes que en él  participan. Es la perspectiva de la que parte el Foro Mundial de Migraciones cuando habla de codesarrollo o de la movilidad y circulación de la diáspora con la que encabezamos este artículo.

Uno de los aportes que la diáspora hace al desarrollo de los países de origen, y al que se ha prestado una gran atención, es el referido a las remesas y su papel como mitigador de la pobreza y promotor del progreso. Diversos organismos han hecho cálculos y, pese a las discrepancias, todos concuerdan en que el volumen global de las remesas es realmente elevado. De acuerdo con las estimaciones del Banco Mundial, estas superan los 600.000 millones de dólares, tres veces por encima de los recursos que se destina en el mundo a la asistencia oficial para el desarrollo.

Para quienes reciben las remesas estas representan, además de una bendición, su salvación y sin duda aquí descansa su invaluable aporte. Un creciente número de familias venezolanas recibe sistemáticamente las remesas que les permiten subsistir. Hay quienes preguntan si, finalmente, esto no termina beneficiando a los regímenes totalitarios que ocasionan los daños. La respuesta es que las remesas amparan de manera directa a quien las recibe y ello es lo medular, lo realmente significativo. Su relevancia no puede hacernos perder de vista los aportes que la diáspora hace en muchos otros terrenos.

Esos otros ámbitos son el comercio y las inversiones bilaterales, el “enlace” entre productores y distribuidores que favorecen los flujos de inversión y la movilidad del capital, el desarrollo de nuevos proyectos, la difusión y transferencia de conocimientos y tecnologías, muchas de las cuales no existen en el país de origen, actúan como dinamizadores de la cultura y como “embajadores” que conectan empresas, instituciones, ciudades y culturas. Igualmente contribuyen a la ampliación de las posibilidades de diálogo y cooperación tan importantes en los días que corren. Además, conforman un importante activo social y político para la defensa de la democracia y las libertades.

Esta mirada amplia del fenómeno migratorio  de parte del liderazgo de varios países latinoamericanos ha posibilitado la puesta en escena de políticas dirigidas a la diáspora que han facilitado su integración en los procesos de desarrollo. Asimismo, ha  servido para intercambiar experiencias en reuniones de trabajo convocadas con ese fin, de las cuales han surgido formas de cooperación, acuerdos y alianzas estratégicas.

Para aquellos países que, como Venezuela, experimentan por primera vez este fenómeno, el análisis de la situación de otros países que cuentan con una dilatada experiencia se convierte en una necesidad urgente. Entre ellos destacan  México, Colombia, Ecuador, Bolivia y Chile ¿Qué han hecho estos países? ¿Cuáles han sido las estrategias, políticas e instituciones que han creado para atender a sus diásporas? El espectro de la respuesta es amplio y da cuenta de la forma en la que participan en el desarrollo.

La documentación que se ha hecho de tales experiencias y de los beneficios que arrojan nos ahorra argumentos. Los análisis y evaluación de tales programas corroboran la extraordinaria importancia que la diáspora tiene para el desarrollo local y global. Es el caso de Chile, país que  diseñó instituciones y programa con  el propósito de integrar a los gerentes y profesionales que se encontraban en la diáspora, para incentivar el desarrollo  de proyectos y emprendimientos conjuntos. Iniciativas similares encontramos en China, la India e Israel, países que también han promovido la “circulación de cerebros” y la movilización de la diáspora para que asumieran su rol como emprendedores e inversionistas.

Por su parte México, país con una larga tradición en este terreno y cuya diáspora está formada por más de 12 millones de ciudadanos, ha desplegado distintas estrategias e instituciones para conectar e integrarla en su desarrollo. Un ejemplo de ello es la construcción de la red, que incluía a quienes se encontraban en la diáspora, para desarrollar proyectos de alta tecnología y valor agregado. Asimismo, han estimulado emprendimientos conjuntos y puesto en marcha estrategias educativas con el fin de promover la innovación global.

Se trata de estrategias que conectan a la diáspora con su país de origen de un modo sistemático y que propician el intercambio del know-how y las inversiones conjuntas. Estas iniciativas se inscriben en el contexto de las “redes”, tal como ha sido conceptualizada por el Banco Mundial en su programa “Diásporas”. Dicho programa ha inspirado la ejecución de proyectos similares en países de la región. Algunos han colocado el énfasis en espacio de la ciencia y la tecnología, otros en el de la cultura, el deporte, las artes y el emprendimiento.

Las estrategias y políticas diseñadas para integrar la diáspora al desarrollo no son competencia o responsabilidad exclusiva de los Estados centrales. También compete a los gobiernos locales, regionales, las universidades y los gremios empresariales.  Ejemplo de ello lo brinda el caso de Portugal y las iniciativas que comienzan a adelantarse en Venezuela, con la creación de la diáspora del estado Carabobo en la que participa la asociación de ejecutivos, los gremios empresariales y la universidad de Carabobo, o la diáspora ucevista.

De lo que hemos dicho se desprende que la forma de abordar el fenómeno migratorio en Venezuela y el mundo incluye su denuncia, pero sus fronteras son más amplias. El crecimiento de la diáspora que a diario documentan todos los medios de comunicación  es en sí mismo un acto que denuncia la grave crisis humanitaria que viven los ciudadanos y una confirmación más del fracaso del socialismo del siglo XXI. La diáspora que hoy se moviliza en  autobuses, peñeros y con sus propios pies en busca de medicinas, alimentos y seguridad, son el testimonio vivo, ante el mundo, del horror que causa la dictadura socialista.

La diáspora denuncia, se organiza y construye las agendas de trabajo para hacer frente a la realidad que cambia con gran dinamismo. Agendas que incluyen la defensa de sus derechos, que han sido nuevamente violados por un régimen que no puede ocultar el desprecio que siente por los venezolanos, el envío de medicinas y alimentos y la atención a los venezolanos que emigran. Organizaciones que entablan un diálogo fluido con organizaciones, gremios empresariales, partidos políticos e instituciones con el propósito de intervenir e integrarse al proceso de reconstrucción del país. Organizaciones prestas a aprender de las experiencias de otras diásporas y de las políticas de otros países con respecto a sus ciudadanos en el exterior.

La agenda que la diáspora venezolana está fraguando es amplia y cubre muchos terrenos: derechos humanos, proyectos ambientales, promoción de inversiones, transferencia de tecnología, presos políticos, envío de medicinas y alimentos, denuncias por crímenes de lesa humanidad, atención a las nuevas oleadas migratorias, la propia organización de la diáspora, etc. Es amplia y en cada uno de los temas hay asociaciones de venezolanos trabajando y obteniendo resultados. Ello es posible gracias al interés y compromiso  indeclinable de todos los venezolanos en participar, desde allí donde hoy se encuentran, en el proceso de recuperación de la democracia para iniciar la reconstrucción del país.

El daño que la dictadura socialista ha ocasionado al país y sus ciudadanos ha sido descomunal y nada ha quedado a salvo. Por tanto, la recuperación va a demandar muchos esfuerzos y recursos que es necesario comenzar a preparar desde ya. La agenda de trabajo tiene por tanto carácter de urgencia y será más efectiva en la medida en que a su desarrollo se incorporen nuevos aliados: gremios empresariales, alcaldías, universidades y partidos políticos. Hemos visto cómo proliferan las evidencias del creciente interés de muchas organizaciones, dentro y fuera de Venezuela, que desarrollan propuestas, iniciativas y respuestas al legado de  problemas de gran calado que deja la dictadura socialista. Son indicadores que fortalecen la esperanza de la participación de todos en la reconstrucción de Venezuela.

@tomaspaez