Nada nos sorprende el camino que finalmente pareciera que tomó la organización que pretendió unir a los países de Suramérica. Advertimos en el pasado que sistemas de integración como ese, al igual que otros como la Celac, el Alba, Petrocaribe y Telesur, tendrían sus tiempos contados porque carecen de principios democráticos y no se erigieron sobre la base de un proceso de integración progresivo. Su premisa ideológica y retórica se impuso en el tiempo para convertirla en una instancia al servicio de unos pocos gobiernos y sus trastadas antidemocráticas. Recuerdo que en las primeras pinceladas que se trazaron en Guayaquil para la creación de la Unión Suramericana, y que era fundamentalmente una propuesta de Brasil, comenzó a debilitarse en la medida que la ideologización, la plataforma “antiimperialista”, la unidad política y la militar, comenzaron a tener preponderancia sobre los cimientos que le dan sustento a una integración verdadera. El concepto inicial sigue vigente, pero no se puede aspirar a su éxito cuando los propios miembros están secuestrados por las corrientes ideológicas de turno. Sin duda, la visión maniquea del Foro de Sao Paulo determinó sus objetivos, así como la erráticas designaciones de secretarios generales como Kirchner , Samper y Rodríguez Araque, quienes le impregnaron un representación sesgada y se hicieron los desentendidos ante la maraña autocrática que se tejía en la región y que la encabezaba sin duda el gobierno de Venezuela.
Esta parte del continente necesita organismos de integración que den resultados concretos, que contribuyan a una unificación que permea debidamente a sus sociedades, que desarrolle objetivos comunes que sean tangibles en el tiempo. Que den beneficios globales más que beneficios a las burocracias que los integran. Un mecanismo sin integración económica y comercial, sin políticas comunes, sin una visión de soberanía amplia y no restrictiva, sin libre movilización de personas, sin cielos abiertos, sin homologación de estudios y que no promueva un mercado libre, es solo una quimera.
La ausencia de reacción de la Unasur ante los atropellos y la violación de derechos humanos y elecciones libres en Venezuela fue una muestra de la incapacidad de la organización de ser operativa y funcional para la región. Es lamentable por Ecuador, que aspira a revivirla, pero así como el ex presidente Correa le dio un toque de gracia con el maravilloso edificio sede, con su actitud sesgada e ideologizada contribuyó a que una excelente idea se convirtiera en una burocracia sin espíritu.