Por ahora y hasta tanto llegue un gobierno democrático a Venezuela. Se tardó demasiado el actual en dar este paso trascendental para la diplomacia cubana. Chávez lo asomó en varias oportunidades, pero nunca se atrevieron. Creo que influían profesionales que siempre le daban una razón objetiva por la cual no valía la pena denunciar el tratado, porque ningún país se había atrevido a hacerlo, de igual manera la salida nos compromete a mantener obligaciones por los dos años siguientes a la denuncia y nuestra Constitución nos alienta a promover la integración y reconocer la progresión de derechos humanos a la que ella nos obliga.
Al final convencía el argumento de la oportunidad que tenía Venezuela en su lucha contra Washington. La plataforma para socavar las bases del imperio en su propio terreno cuando teníamos garantizado el voto caribeño, el Alba y nuestros aliados del sur. Era demasiado tentador, estar allí roncándole con verbo del bueno y satírico a los gringos incluidos los canadienses, al final tan parecidos que se merecen nuestro desprecio. Ningún país se había atrevido a tamaña hazaña o disparate; confieso que hasta disfruté la discursiva oficial, pues me recordó a mis compañeros universitarios de la Liga Socialista que siempre usaban esa retórica antimperialista, con los cipayos siempre a la orden del día, dependiendo de cuál era el tema internacional del momento. La canciller de Argentina se llevó lo suyo. La señora que habló lo hizo con disfrute. Con qué ganas se puede decir cualquier disparate en nombre de la “dignidad”. Me duró poco el sabor de la melaza, pues me llegó rápidamente a la mente la visión de un país destruido, con una economía por el suelo, los presos políticos y la bárbara represión de estos últimos días y, por supuesto, nos quitaron el RR.