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¿Te acuerdas de Delacroix?

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Termino este artículo apresurado. A las 3:30 pm del jueves 6. Oliendo a bomba lacrimógena, sol inclemente y hermosas multitudes multicolores dispersas por las calles de Caracas. En este momento, en un giro coreográfico que me recuerda el “Vuelvan Caras”, la vanguardia de las gentes que por su cuenta se dirigen desde La Carlota a la Defensoría del Pueblo o hacia la Fiscalía General de la Nación se la juegan todas.

No sé cómo terminarán. Tampoco los acompaño. Pero en esta tarde caliente el liderazgo político opositor ha sido sustituido por la gente que clama con megáfonos por acciones contundentes.

El pasado 5 de febrero en estas mismas páginas comencé mi columna dominical con una afirmación tajante: “En Venezuela hace ya varios meses comenzó una era y terminó otra”. Y, agregué: “No es que en esencia hayan cambiado los objetivos del régimen sino que, debido al hecho de que el PSUV pasó a ser notoria minoría por la pérdida extrema del apoyo popular, la estrategia usada por largos años rojos, la de ejercer el poder político a la manera de una dictadura pero manteniendo la máscara democrática, ya no les resulta posible”.

A casi dos meses después de aquellas afirmaciones puedo agregar que entramos en una etapa que, por ser la del ejercicio de poder claramente de facto sin edulcoraciones, obliga a la oposición democrática a nuevas maneras de hacer política. Agrego además que el golpe de Estado “reversible” que propinó y recogió Nicolás Maduro bajo la ejecución del Tribunal Supremo obliga a evaluar qué tipo de acciones –además de las ya conocidas– es necesario desarrollar para lograr las dos causas fundamentales: la realización de elecciones y la libertad de los presos políticos.

El aumento de la presión internacional se incrementa de manera directamente proporcional al tamaño de los abusos de poder y los crímenes contra la ciudadanía y va a tener consecuencias nefastas, tanto para la población que sufrirá de más escasez, como para la gobernabilidad de un país que se hará cada vez más caótico.

Si embargo, ya los vimos el pasado martes 4 y hoy jueves 6, el gobierno está dispuesto a la represión más vil, cruel, pinochetista, somozista, al precio de desligarse de organizaciones internacionales como la OEA, el Mercosur, incluso la ONU si es necesario, con tal de mantenerse en el poder.

Es una vieja escuela. La llevó a sus extremos Enver Hoxa, el tirano comunista que convirtió a Albania en una especie de castillo medieval encerrado en sí mismo, rodeado de murallas. Peleada igual con el capitalismo, que con el comunismo soviético primero y el chino después.

Y la practicó el comunismo cubano que no solo abandonó la OEA y otros organismos, sino que impidió policialmente que sus ciudadanos, salvo los autorizados por el gobierno, salieran del país. A menos que lo hicieran arriesgando la vida en la noche oscura de las balsas.

Solo que el esquema en estos tiempos ya no es fácil de aplicar. No hay guerra fría. Así que no habrá un bloque que financie nuestra economía. Estamos en una economía globalizada e interdependiente en la cual es casi imposible imaginar negocio internacional alguno que no pase por los tentáculos de China y Estados Unidos. No somos autónomos en lo que consumimos. Ahora existe Internet y todos los exabruptos policiales son rápidamente conocidos. Venezuela no es una isla como Cuba, sus fronteras por tierra son inmensas, y ya hay casi 2 millones de venezolanos, una verdadera fuerza, asentados fuera del país. Y, aunque fue en parte efectivo, el lavado de cerebros de los rojos no fue suficiente para tener una población sometida a un pensamiento único.

Lo que viene es imaginación pura. ¿Cómo derrotaron los vietnamitas a los gringos imperialistas? A punta de imaginación. De guerra asimétrica. Pues nos corresponde lo mismo. Una calle nueva. Camuflajeada. Pícara. No violenta. Astuta. No boba. Que no sea atrapable por piquetes de policías con bombas lacrimógenas.

En el verano que arriba Venezuela está marcada, otra vez, como en el 23 de Enero, por Delacroix: “La libertad guiando al pueblo”.

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