Ni los más fieros antiopositores y antigobierno, especie bastante curiosa en esta situación de premuras y definiciones obligantes, se atreven ya a decir con todas sus letras que hay que abstenerse en las próximas elecciones regionales. Debería ser la conclusión de sus acusaciones contra otro de los incesantes errores estratégicos de la MUD, propio de su endeblez moral y la ceguera que la hace malgastar una vez más la posibilidad de acceder triunfalmente al poder, del cual es velada cómplice. Pero es difícil invitar a quedarse en casa jugando dominó mientras en el país se crea una situación nueva que va a determinar grandemente lo que en adelante ha de sucedernos, a nosotros tan sucedidos ya. Maldita MUD que de alguna forma ha monopolizado el espacio de la rebelión y nos ha reducido a nosotros, indomables opositores, a tuitear sin destino. Anda mujer, vamos a votar. Pero si tú dijiste… Sí dije y lo mantengo pero qué carajo. (Esto lo digo a partir de una minuciosa y muy fatigosa lectura de los más desafinados antipolíticos de siempre).
Realmente no debe ser cómodo vivir con tan abultado sentido de poseedores de la verdad y la virtud cívica y tan pobres auditorios. Quizás uno de los errores más visibles que conducen a tan triste soledad se patentiza en la presente situación y podría sintetizarse así: la MUD hace, acierta y se equivoca, ellos solo vociferan. Acertar y equivocarse es consustancial a toda acción colectiva, en política especialmente, uno de los aspectos más complejos del hacer humano, si no el que más. Los críticos hiperbólicos creen que hacen matemáticas o teología.
Un mecanismo muy usado se repite esta vez: la MUD estaba a punto de tomar el poder, en la llamada hora cero, previa a la elección constituyente. Y cambió el camino recto de la calle por el diálogo y las regionales donde el perverso poder la burlará y podrá “ganar tiempo” (categoría esta muy usada y algo descocada), jugar con su habitual servidumbre. ¿De verdad alguien cree hoy que esas marchas reiterándose incansablemente y rojas de sangre joven estaban punto de abrir las puertas de Miraflores con un empujón final, saltando sobre Padrino y compañía? Lo cual no implica que fuese desatinada la línea, la apuesta, a que estas respondían y que seguramente necesitó otras variables impredecibles para tener éxito, acaso un crecimiento mayúsculo de los participantes y un resquebrajamiento marcado del sector oficial y de las fuerzas armadas que solo tuvo lugar en pequeña escala. Nadie puede negar el valor, la tenacidad y el arrojo de gran parte de la dirigencia en esos largos meses de acción incesante; tampoco los logros que se alcanzaron nacional y planetariamente. Y si esto se parece más a la verdadera situación vivida es perfectamente justo que, ante un desenlace indeseable y males muy grandes por venir, se buscaran alternativas en otros espacios de la esfera política. Que hubo errores en el desarrollo de esa etapa compleja, por supuesto; yo veo varios, una suerte de falta de imaginación táctica y de control sobre algunos fenómenos indeseables que se le adhirieron, pero sobre todo el denso secreto con que se manejaron las decisiones últimas. Esperamos que así hilvanada resulte una historia muy distinta, más real y cónsona con la acción política y su complejidad y fragilidad. Los hipercríticos la convierten en un pecado irremediable que invalida para siempre al pecador. Un espíritu de culpa y venganza realmente inquisitorial.
Es abominable, por último, su reducción a la sola negatividad por temor a poner en positivo su propuesta, que de ser consecuente debería conducir a la entronización de la violencia como único criterio de acción posible. O la guerra civil, o la intervención extranjera o el golpe de Estado clásico. De nuevo algo indecible en un mundo donde la violencia se practica por doquier pero no se puede mentar, no se puede blasfemar sobre la paz y la convivencia. Salvo el Estado Islámico y dos o tres reyezuelos de diferentes colores.
Por eso vote. La política ensucia necesariamente las manos, es decir, las humaniza. Vote a pesar de todo, por reconducir los errores propios y porque vamos a ganar, contra todas las trampas.