Llegó el día para formar P.E.O., es decir, la Protesta Estratégica Organizada, un canal para encarrilar la Operación Libertad y de una vez por todas escribir la hoja de ruta para cesar la usurpación e instaurar un gobierno de transición para poder convocar unas elecciones libres.
Los acontecimientos de los últimos días, que han venido acompañando de apagones eléctricos que sumieron al país en la oscuridad más absoluta, sumándose la escasez de agua debido a la falla energética y una ineficacia galopante para solucionar los problemas, que van desde la hiperinflación, la escasez de alimentos y medicinas, con una delincuencia que campea impunemente, entre otros factores, han atizado la arrechera del venezolano, hacia un régimen oprobioso, corrupto y violador de los derechos humanos.
La situación antes narrada originó la convocatoria en más de 358 puntos a nivel nacional para que se congregaran de nuevo los venezolanos el pasado 6 de abril, para marchar otra vez y así alzar la voz para rescatar la libertad, reclamar sus derechos y de una vez por todas volver al redil democrático.
Naturalmente, el régimen no se quedó con los brazos cruzados, aumentando la persecución y la criminalización de la protesta y en el peor de los casos, activando sus colectivos armados, que responden ante las cacerolas y las reclamaciones de los ciudadanos, con amedrentamiento y en casos extremos, con violencia excesiva, como se pudo apreciar en el estado Zulia, donde los lugareños salieron a manifestar porque están hasta el hastío por los problemas que han tenido con el servicio eléctrico.
Por su parte, los apósteles de la revolución, para justificar la realidad que vive nuestra Venezuela, se han atrincherado en la miseria y la injusticia, como la única ruta para seguir manteniendo vivo el proceso bolivariano. Ya no basta con las disparatadas aclaraciones para explicar todas las carencias, porque creen aún que los venezolanos deben seguir siendo militantes de la ignorancia, porque la finalidad de todo esto es seguir manteniendo la pobreza y la indigencia. Aunque aún se destaca el oscurantismo, porque muchos compatriotas tienen miedo para enfrentar la verdad, ya que la propaganda oficialista se ha encargado de ocultar la realidad y construir una verdad inventada a la medida de sus intereses. Por ende, esta lucha que comenzó el 10 de enero pasado, con la juramentación de Nicolás Maduro, tiene la finalidad de hacerse oír por encima del ruido de la inconsciencia que ha inoculado este socialismo del siglo XXI.
Las marchas, concentraciones, cabildos abiertos, disertaciones que realiza Juan Guaidó y los diputados de la Asamblea Nacional, son con la finalidad de romper esa visión de que el presente es el único estado posible de las cosas y no es así, la lucha es devolver a los venezolanos su capacidad crítica y reflexiva, para que sepa diferenciar la verdad de la mentira y más nunca se deje engañar por cantos de sirena.
Sin embargo, en los últimos días, hemos visto un cierto desencanto en la sociedad hacia los acontecimientos que están ocurriendo en Venezuela, buscando culpables de una supuesta inacción por parte de los diputados de la Asamblea Nacional. Es cierto, estamos hasta el cuello hundidos en una realidad que nos ha robado lo más esencial, nuestra libertad. Pero el problema no lo tiene Guaidó y su entorno, somos nosotros como país. Seguimos en la búsqueda frenética de un mesías, que se haga responsable de los problemas que nosotros mismos generamos, que nos ofrezca soluciones mágicas, es decir, que el sacrificio y el esfuerzo lo hagan otros, para nosotros seguir atrincherados en nuestra zona de confort.
Debemos cambiar la forma mezquina de ver la realidad, que depende muchas veces de nuestras conveniencias personales. Atizamos que los demás se inmolen, para después llegar a construir nuestras ambiciones sobre el sacrificio y las cenizas de otros. La lucha en este momento no es contra los hijos de la revolución bolivariana, sino contra nosotros mismos, que debemos de una vez por todas deslastrarnos de la comodidad y ver más allá de nuestros intereses inmediatos. Tenemos el compromiso, como venezolanos todos, ayudarnos los unos a los otros, eliminar de nuestros corazones el odio y el desprecio, hay espacio para todos en este gran país.
Obligados estamos en rescatar la libertad, que se ha perdido en estos 20 años. Donde lo que ha prevalecido ha sido el rencor y la aversión, empujándonos inexorablemente a una realidad que no podemos ni debemos transitar.
Como ciudadanos, estamos comprometidos en sentir de nuevo a nuestra nación, hacer de la tolerancia y la convivencia el norte en la construcción de una nueva patria, en pocas palabras, reconquistar la humanidad, donde se destaque la bondad, la hermandad para que nos una a todos nosotros.
Es cierto que estamos desesperados, pero la desdicha que padecemos es culpa de la usurpación, que viene representada por la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino de la democracia, la autodeterminación y el progreso.
La rabia pasará, el rencor pasará, el odio pasará y caerán los opresores. Así y solo así el poder originario regresará al pueblo, porque mientras existan los valores democráticos incrustados en el ADN del venezolano, prevalecerán y no perecerán la razón, la unión y la libertad.