La economía no va a ser de las mejores en 2019, varios expertos anticipan aquello y Latinoamérica no está ausente de los posibles desbalances que podrían ocurrir.
Y, en caso de que la economía camine en buenos niveles, de todas formas urge una reforma a los Estados latinoamericanos. A todos. Especialmente a aquellos bajo esquemas populistas/estatistas.
Creo que Jair Bolsonaro será el que reconstruya el poderoso Estado brasileño, contrariamente a lo que anticipan de AMLO que podría ser quien inicie la desinstitucionalización del Estado mexicano.
La “mejor receta” para un Estado moderno es esta, creo sin riesgo a equivocarme:
1) Un Estado pequeño(los liberales de la teoría de la minarquía no se equivocaron) a cargo de relaciones exteriores, defensa y seguridad con pocos ministerios y una burocracia altamente tecnificada. Que las autonomías o municipalidades de igual forma reduzcan planillas y oficinas para tener un Estado-mínimo enfocado en “servicio al cliente”, o sea, al ciudadano. Esto implica, en muchos casos, que el Estado deje de ser “empresario”, que suelte la cadena de la producción de hidrocarburos, de minería y dé paso a capitales privados.
2) Un sistema de jubilaciones moderno: debe ser reformado; en todos los Estados latinoamericanos hay cargas sociales muy importantes. Atender a los ciudadanos de la tercera edad a través de reforma previsional que esté en manos de compañías privadas. El Estado es mal-empresario y mal-gerente. No debemos olvidar aquello y los ejemplos huelgan en toda América Latina. Una cantidad impresionante de fondos de retiro son siempre una “presa” fácil para gobiernos de Estados angurrientos como los controlados por regímenes socialistas autoritarios que siempre van a echar mano de todo dinero de la gente para seguir su fiesta de despilfarro.
3) Menos impuestos y fomento de creación de empresas sin burocracia: hay impuestos de diverso tipo que perjudican la inversión, que no dejan surgir nuevos emprendimientos y que sencillamente cargan mucho a las actividades de emprendedores y empresarios. Menos impuestos. Menos trámites burocráticos para formar una compañía. Menos. Un solo paso y listo. La gente no puede perder el tiempo en trámites, en líneas, en filas, pagando una serie de impuestos, costos, tasas y otras contribuciones al Estado. Es mucho. Un Estado moderno si quiere ser competitivo debe atraer inversiones y para ello necesita tener una ventanilla única de apertura/cierre de empresas. Podría ser una ventilla en donde los socios o representantes de una compañía se inscriban usando su pasaporte ¡y listo! Se debería tener un registro de apertura/cierre utilizando un portal on line para formar una sociedad comercial, sin trámites, colas, pagos de tasas y demás.
Esto es liberalismo. Sencillamente. El libre mercado en lugar de la planificación estatal. El pensador liberal austríaco Ludwig von Mises demostró que en sociedades complejas no era posible planificar centralmente el desarrollo, pues el cálculo económico no puede hacerse. Y por otro lado es una máxima que cuanto mayor sea el impuesto menos se gana por el ingreso generado, y en consecuencia menos esfuerzo se realiza por generarlos. Los altos impuestos desincentivan la producción
4) Basta de despilfarro estatal: ahorro del Estado. Un aparato burocrático “grande” consume grandes recursos de dinero. Priorización de obras públicas: basta de obras sin sentido, y mucha inversión en la gente: en salud, en hospitales, en educación, en tecnología, en desarrollo de nuevos modelos de crecimiento y en hubs de formación de cerebros.
Un banco central independiente, alejado de temporales políticos con flexibilidad cambiaria. En otras palabras, libertad: la gente quiere comerciar en dólares, en euros o en moneda local, sin necesidad de estar sujetos a un tipo de cambio “oficial”.
5) No al Estado-empresario: normalmente las empresas estatales no son rentables, son deficitarias, porque no son gerenciadas con la lógica empresarial del lucro, entonces eso genera importantes boquetes en magras economías de los Estados latinoamericanos. El Estado-empresario debe dejar de ser tal. Ninguna empresa estatal. Toda la producción debe estar en manos privadas, reguladas y controladas por el Estado pero retirando al Estado de esa falsa competencia que lo único que hace es perjudicar al capitalista privado que además de pagar impuestos debe competir con un Estado que tiene presupuestos sin fin y cero fiscalizaciones. Siempre habrá actividades económicas estratégicas donde el Estado deba participar pero nunca interfiriendo. Basta del Estado intervencionista.
Jair Bolsonaro prometió «privatizar gran parte» de las empresas estatales del país. Bolivia tiene muchas empresas estatales de un desempeño contable muy criticable. Lo mismo que en Venezuela: ¡basta del Estado-empresario!
6) Reducción de los llamados “programas sociales” que a título de “combatir la pobreza”, “ayudar a los pobres” solo es gasto. Gasto de dinero del Estado. Si bien es cierto es importante atender a personas menos favorecidas, no puede ser que el Estado cargue con “ayudas” sociales que sean tan pesadas para algunos (los que pagamos impuestos) que esas ayudas terminen significando problemas estructurales en los presupuestos del Estado. Urge que todos los Estados vuelvan a calificar qué tipo de personas y qué tipo de ayudas se van a dar.
7) Comercio exterior y agricultura: Ecuador tiene un buen ejemplo de su presidente Lenín Moreno: creó un consejo de atracción de capitales mejorando condiciones fiscales y otras de arribo de inversionistas externos al país. Paralelamente todos los Estados podrían estudiar nuevas alícuotas de importación y bajar barreras –muchas son altas y generan desincentivos– para nuevos acuerdos comerciales. La integración parte por dar libertad al comercio.
Los bienes producidos en los Estados pierden competitividad en el mercado si los mismos fueron producidos con altos costes, lo que impide acelerar la modernización de la estructura productiva. La apuesta va también por una agricultura de escala usando lo mejor de la tecnología. Menos Estado y más apuesta por aventureros y emprendedores del agro.
8) Tecnología y start-ups: deben merecer estímulos del Estado: cero impuestos a la innovación, al desarrollo de software y a la creación. Los nuevos cerebros deben crecer en un caldo de cultivo adecuado: mientras más trabas, impuestos y otros moldes pongan a empresas de creación de software, menos innovación habrá en el país y no se alcanzará la revolución 4.0 que ya viven Estados Unidos, Europa y parte del Asia.
9) Energía: impulsar la producción de petróleo y gas, tradicionalmente y del fracking, desde la inversión privada. Lo propio con la generación de nuevas energías (solar, eólica, principalmente) en donde el papel del Estado debe ser regulador y con legislación moderna. Sin intervención, subsidios ni trabas.
10) Infraestructura y comunicaciones: la reducción de costos y de plazos de embarque y desembarque de carga, de logística de transporte, tiene que ver con carreteras, aeropuertos y puertos modernos. La mano privada puede actuar en sinergia con el Estado en estos acápites. Romper las trancas y trabas que existen en la actualidad. Con relación a las comunicaciones: impulsar desde el Estado modelos 5G para permitir enviar textos, realizar llamadas y navegar por Internet con alta velocidad de transferencia. El 5G hará más sencillo que la gente descargue y suba contenido ultra-HD y vídeo en 3D. Al aumentar conectividad se generará más comercio, más industria, más negocios y más prosperidad.
La “receta” descrita no es de mi autoría. Nadie tiene la fórmula del éxito, pero sin duda la mejor “receta” es la libertad: libertad para trabajar, libre empresa y libre comercio son –históricamente comprobado– fuentes de prosperidad y crecimiento en donde el Estado está al servicio del ciudadano, y no como hoy: el pobre ciudadano está aplastado por un Estado que asfixia.
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