El año que está por comenzar será un año crucial para el futuro del país porque deberán celebrarse las elecciones presidenciales; y escribimos deberán porque no se sabe a ciencia cierta lo que planea hacer el oficialismo para materializar su propósito continuista.
2018 iniciará en una nación en la cual una minoría corrupta, incapaz a más no poder, insensible, reaccionaria y con vocación totalitaria está implantando un proyecto político resistido y repudiado por una amplia mayoría del cuerpo social.
El comunicador social argentino Carlos Pagni escribió recientemente: “Una minoría homogénea puede ser más eficaz que una mayoría dispersa”. Y si a eso le agregamos que esa minoría ha secuestrado el aparato del Estado, controla férreamente a la Fuerza Armada y a los organismos de seguridad y gobierna a discreción haciendo caso omiso a la legalidad vigente tenemos un retrato fiel de lo que acontece en Venezuela.
Durante este año el régimen ha centrado sus esfuerzos en consolidar el sistema dictatorial resultante del golpe de Estado por etapas perpetrado en 2016. La conformación supraconstitucional de una constituyente, la Ley contra el odio, la perversión del sistema electoral, la virtual ilegalización de las principales fuerzas políticas democráticas y el posible adelanto de los comicios presidenciales abona en esa dirección.
El supuesto adelanto de las elecciones presidenciales sería otro atentado a la Constitución. Esta no estipula el recorte del período presidencial y solo establece elecciones anticipadas cuando se produce la vacante absoluta de quien ocupa la presidencia en los cuatro primeros años del período, de producirse la vacante en los últimos dos años corresponde al vicepresidente asumir la presidencia por el resto del mandato. Un eventual recorte del período solo es posible mediante una enmienda constitucional votada por la Asamblea Nacional o por el presidente en Consejo de Ministros y ratificada en un referéndum aprobatorio.
El chavismo ha podido avanzar en su nefasto proyecto por la vía de imposición y la fuerza y porque en la acera de enfrente hay una oposición democrática, dividida por múltiples razones y sin política, estrategia, y proyecto común que le permitan hacer frente con éxito al régimen a pesar del deseo mayoritario de cambio que anida en la sociedad.
Las fuerzas democráticas tienen el reto histórico de evitar la consolidación del régimen y para ello deben deponer todas aquellas divergencias que le impiden construir una coalición democrática sólida, coherente y confiable que aglutine todas las fuerzas y sectores opuestos al oficialismo y genere la masa crítica necesaria para movilizar en torno al cambio político al país.
Concluyo estas reflexiones deseándoles a todos mis compatriotas un venturoso 2018, año crucial para construir un futuro mejor para todos.