
Diego Guevara es el último ministro que renunció al gabinete de Gustavo Petro / Foto: EL TIEMPO
Ninguno de los ministros del gabinete original del gobierno de Gustavo Petro cuando inició su periodo presidencial permanece en su cargo. Ya se ha vuelto común en el ambiente colombiano la destitución o la salida de funciones de quienes acompañan al presidente en mantener el rumbo de gobierno. El último de todos fue el ministro de Finanzas, Diego Guevara, quien apenas se había hecho con la cartera de Hacienda el pasado diciembre. Los desacuerdos con el mandatario vienen por el lado del colosal déficit presupuestario que el gobierno enfrenta y que el presidente no consigue corregir. A fin de 2024 el déficit había alcanzado 6,8% del PIB, lo que sobrepasa ampliamente la meta que el gobierno se había trazado de mantenerlo por debajo de 5,6%.
Este no es el único terreno en el que Petro da tumbos. Después de haber recibido una negativa fulminante del cuerpo legislativo para nuevas reformas, el cordobés se saca un nuevo as de la manga. Ahora pretende llevar al país a una consulta refrendaria sobre lo que el Congreso no le aprueba. Petro actúa como si los parlamentarios no ejercieran la máxima representación de la población gracias al instrumento del voto popular que los eligió. Y así es como intentará que sus propuestas en el terreno de la salud y laboral sean impuestas a los colombianos. Para ello se vale del cuestionado ministro del Interior, el inefable Armando Benedetti, quien de manera frentera asegura que el referéndum “¡va porque va!”, lo que irrespeta la obligada división entre los poderes de toda democracia.
El país comienza ya a sacar cuentas para la elección presidencial de 2026 y Petro lo sabe. Hacerse con un nuevo mandato no es posible constitucionalmente. Pero muchos son los que sienten que hay solo un recurso para permanecer en el poder: crear un ambiente de caos dentro del cual un proceso electoral sea inviable.
La prensa que denuncia sus desatinos desempeña en ello un papel preponderante y por ello Petro tiene a los medios atragantados. Esta semana los calificó de “nazis”, así, con todas sus letras. Pero fue más lejos en sus trinos al acusar a sus propietarios de explotar a sus trabajadores: “Periodismo que solo expresa la ideología de los poderosos que amasan sus fortunas con el trabajo de los demás y los doblegan por que los hacer depender de ellos”…Peligroso juego que intenta, desde la presidencia, atizar una fractura social.
El recurso al apoyo de los oprimidos se está convirtiendo, entonces, en una herramienta válida para promover su permanencia en el poder y nada mejor que una consulta popular en la que Petro se medirá con la oposición fragmentada en aquello que Petro sabe hacer bien: arengar, dividir, enardecer.
Si a esto se le suma el estado de inseguridad que se siente en todo el país y que es particularmente dramático en zonas como el Catatumbo, donde existe ya un estado de excepción; si a esto se suma la fortaleza creciente de los grupos alzados en armas de cara al Estado; si a esto se suman los ataques de Donald Trump por el fracaso de la erradicación de los cultivos y una posible descertificación del país además de la inclemente imposición de aranceles de entrada de las exportaciones colombianas al norte ; si a esto se suma la causa común instaurada, y cada vez más atornillada, con el régimen madurista, el desaliento colectivo se convierte en un hecho explotable a favor del desorden público. Y nada ayudan los elementos del convulso ambiente internacional que enrarecen el ambiente de los negocios, inhiben la inversión y mantienen la atonía empresarial.
Por suerte, el país colombiano en su conjunto tiene la institucionalidad arraigada hasta los tuétanos y su destrucción es tarea muy cuesta arriba aunque se apueste a ella desde la propia Casa de Nariño.
La brújula del presidente está desajustada: hasta para crear caos es necesaria una planificación y programación detallada y eficiente. Hay que subrayar que la planificación no ha sido, hasta ahora el fuerte presidencial. Queda apelar a la unión de la oposición política. Una oposición indisoluble y sólida que haga contrapeso ante el hecho electoral del año entrante es indispensable. Es preciso asegurarla.
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