OPINIÓN

Colombia reescribe su historia

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

La Comisión de la Verdad es una instancia creada a partir del Acuerdo de Paz de La Habana, para facilitar la comprensión y el esclarecimiento de las violaciones de la ley que hubo durante el conflicto armado colombiano y ofrecerle a los afectados los motivos, las circunstancias y las complejidades que explican o que atemperan las infracciones cometidas. Es un órgano extrajudicial, por lo que lo que allí se ventila no tiene valor ninguno de carácter legal.

Contrastar los relatos de unos y de otros, de los dos lados de la cruenta guerra que protagonizó Colombia, debe servir para que en un período de tres años se levante un informe fidedigno de los hechos.

Las más variopintas comparecencias han tenido lugar ante esta comisión, cada una con un relato personalizado e interpretaciones personales de hechos trágicos -sangrientos unos y políticos otros- que fueron sucediéndose a lo largo del tiempo dentro del marco de la lucha armada que se vivía  y su vinculación con la narcotización del país, el nacimiento del paramilitarismo, la relación con movimientos terroristas similares en el continente. El Secretariado de las FARC, campesinos y gremios del sector, empresarios, políticos y militares, académicos han tenido todos interés en hacer su aporte para que pueda armarse un rompecabezas que ilustre sobre los intríngulis del más complejo proceso que haya perdurado en las entrañas de Colombia.

Acudir ante la comisión es un hecho voluntario, lo que hace pensar que solo se sienta frente a los miembros de la misma quien considera tener algo nuevo o diferente que aportar, un tema por retomar, una conspiración por delatar, o la propia versión de las estrategias de terceros países interesados en el mantenimiento de la violencia en el seno del país neogranadino. Cada versión de cada hecho de relevancia a lo largo del pasado medio siglo tiene su propia finalidad esclarecedora, encaja dentro de una estrategia informativa, aporta valiosos documentos de soporte para el interesado, con todo lo cual la comisión irá contrastando hechos para armar un recuento histórico en el que las fronteras de lo real y lo imaginario ya las ha borrado el tiempo.

A la cúpula de la insurgencia armada le tocó hacerse presente en los pasados días para responder preguntas sobre su actuación dentro del conflicto. Habían previamente presentado siete documentos explicativos de lo inexplicable sobre la vía escogida por los criminales antisociales para resolver los problemas colombianos. A la salida de sus sesiones declarativas los representantes del partido que hoy sesiona en el augusto Parlamento colombiano declararon sentirse satisfechos: «Pudimos hablar de lo que fuimos las FARC, por qué nacimos, qué hicimos y en función de qué lo hicimos”. También en los días pasados frente a los integrantes de este ilustre colegio acudieron hombres de la talla de Ernesto Samper, quien, entre otras cosas, aportó pistas sobre el involucramiento de la DEA en los procesos y atentados que tuvieron lugar durante su mandato.

La Comisión de la Verdad no tiene por fin hacer justicia, lejos de eso. Su vocación es la de la imparcialidad. Su resultado -si es que algún día se alcanza uno plausible- está basado en el apego a la veracidad de sus protagonistas, que no son otros que los actores del conflicto. En 2021 deberá estar concluido su trabajo y para entonces debe haber podido demostrar que su propósito no es una extravagancia más del Acuerdo de Paz .

El país vecino está en mora frente a sus ciudadanos, quienes hoy deben convivir en diferentes términos con quienes traicionaron la colombianidad y hoy exhiben un arrepentimiento falaz. Lo que ocurrió no puede ser cambiado, pero sí debe ser condenado de manera que cada niño que vea la luz pueda mirar a su propio futuro con confianza.