El pasado lunes 9 de mayo participé en un foro auspiciado por la Fundación Konrad Adenauer y la Internacional Demócrata de Centro, IDC, con el fin de presentar los resultados de una investigación realizada sobre el papel que desempeñan los países de América Latina y el Caribe en el Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.[1]

En su intervención, el presidente de la IDC, Andrés Pastrana, indicaba que la izquierda internacional se articula para ir tomando países, desmontar sus instituciones, debilitar y acabar con la democracia y someter a la población a políticas asistencialistas como mecanismo de control social. Hacía un recuento de los países ya bajo la égida del Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla, o de lo que es lo mismo, del socialismo del siglo XXI, y decía que ahora van por la joya de la corona, Colombia.

No le falta razón al presidente Pastrana cuando hace esta afirmación. Lo que vemos en la región de América Latina es producto de una articulación coordinada, y apoyada, no sólo por dineros procedentes del narcotráfico y la corrupción, sino además de la izquierda populista mundial, y por gobiernos autoritarios de otras latitudes cuyo objetivo no es otro que el de avanzar en la instauración de un modelo distinto a la democracia, alejado de los derechos y las libertades fundamentales y que poco se interesa en el bienestar o en el progreso de su población.

En el estudio presentado se analizó cómo durante los últimos veinte años hemos visto a la región desarrollar relaciones con países con los que antes apenas si se tenía contacto. Siria, Turquía, Bielorrusia o Rusia, eran naciones lejanas de donde si acaso llegaban migrantes a instalarse en nuestro subcontinente huyendo de la guerra y la pobreza. Sin embargo, hoy tienen relaciones de cooperación militar, inversiones en la industria extractiva del oro o el litio, o adquieren canales de televisión en países de América Latina. Con China, en particular, se calcula que su política crediticia hacia la región alcanza hoy en día los 137.000 millones de dólares. Esto sin contar con las inversiones que está realizando en sectores como la energía, infraestructuras, telecomunicaciones o de productos básicos. Mientras que las exportaciones hacia Estados Unidos, el mercado natural de la región, disminuyeron de 56% a principios de siglo a 13% al 2020, las exportaciones hacia China desde los países de América Latina y el Caribe, y muy particularmente desde Brasil y Argentina, aumentaron de 2% a más del 10% en el mismo período.

Estos acercamientos también han dado sus frutos en foros multilaterales como la ONU. En particular, en el Consejo de Derechos Humanos, esta alianza promueve acciones que van en contracorriente con la esencia misma del foro.De acuerdo con lo investigado, la agenda está clara: se pretende vaciar de contenido el sistema universal de los derechos humanos y tergiversar su mandato introduciendo conceptos que relativizan la protección de tales derechos. Vemos entonces, a países como China, Pakistán o Bielorrusia, rechazando investigaciones y acciones de protección o rendición de cuentas, acusando de injerencia en asuntos internos a quienes investigan o exigen el cumplimiento de los acuerdos, o instrumentalizando el principio de la soberanía o del derecho al desarrollo, acompañados por gobiernos como el de Venezuela, Cuba, Nicaragua o Bolivia. Pero también por Argentina, que se adhiere a estas posiciones cada vez con más frecuencia, o indirectamente por México, que prefiere abstenerse ante temas apremiantes, como la situación de los derechos humanos en Irán, bajo el supuesto criterio de que con ello envía un mensaje de desafío a su vecino del norte, o lo que quiere percibir como un reequilibrio de fuerzas. Cada vez son más los países de la región que se alejan de quienes han sido sus socios tradicionales, para acercarse a este conglomerado en apariencia errático, pero con lineamientos muy claros.

En todo caso, para China, su diplomacia está encuadrada en lo que presenta como relaciones entre iguales del “Sur Global” mientras va marcando la pauta a través de inversiones, créditos, importaciones y coordinación internacional, minando los espacios de entendimiento y concordia propios de los foros multilaterales y debilitando la totalidad del sistema basado en normas.

Son muy pocos los países de la región que aún no están en la órbita de esa alianza internacional, y uno de ellos, Colombia,va a elecciones presidenciales a final de este mes. Ojalá prive la sensatez, y no se pierda la joya de la corona.


[1]https://www.kas.de/en/web/multilateraler-dialog-genf/single-title/-/content/the-role-of-latin-american-countries-in-the-human-rights-council


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