La joya de la corona, para la “izquierda” latinoamericana, era Colombia, un hueso hasta ahora duro de roer, en atención a su tradición conservadora; sin embargo, para desgracia de los colombianos y de la propia democracia de la región, se ha consumado un cambio de timón que rompe con el pasado.
El nuevo presidente de Colombia es un exguerrillero que formó parte del grupo M-19, aquel que tomó el Palacio de Justicia en el año de 1985 y que dejó más de 98 personas fallecidas, entre otros tantos atentados, lo que pareciera ser ignorado por gobiernos incautos, que ahora se suman a las felicitaciones, pues resulta que el señor ganó democráticamente las elecciones.
Hay que reconocer que la opción de Rodolfo Hernández era nefasta también, la presidencia le hubiese quedado demasiado grande; increíble a lo que llegó Colombia.
Gustavo Petro no ha mentido a nadie sobre su plan de gobierno, ni ha ocultado sus amistades. Ojalá que el resentimiento de su pasado no marque la línea de su política.
Petro no lo tiene fácil para aplicar la línea del Foro de Sao Paulo. Como bien refiere mi amigo Augusto, no podemos comparar a Venezuela con Colombia. La Colombia que está recibiendo Petro tiene referencias políticas muy sólidas de contrapeso: la derecha está incrustada de manera centenaria; además, si Petro provoca una confrontación entraría en un callejón sin salida. También hay que entender que él solo ha conseguido 51% del electorado y que los votos en blancos, la abstención y el otro 49% que no lo votó en un momento dado jugarán en su contra.
El consuelo es saber que la sociedad colombiana está mejor estructurada política, cultural e institucionalmente que la venezolana. Las fuerzas armadas colombianas tienen muy claro cuáles son las líneas rojas, muchos no resistirán el tener que subordinarse a una persona que combatieron. También el Congreso y la justicia operan como balanza, sin olvidar que hay un paramilitarismo que no está extinguido.
Si Petro busca confrontación y no una vía que sea potable, lo tiene muy difícil, porque la luna de miel les dura muy poco a los presidentes.
Esperemos que la comparsa de rusos, chinos, iraníes, turcos y cubanos no sea el nuevo círculo de amistades alrededor de un país tan importante y que Estados Unidos espabile, para marcar terreno y tratar de trabajar de la mano de este desconocido proyecto que no pinta bien, de lo contrario tendrán que recoger sus macundales y cerrar sus bases militares.
Al final, como bien acierta mi amigo, la meta para Latinoamérica es
zafarse de la agenda del Foro del Sao Paulo e intentar trabajar en una reingeniería de la sociedad democrática en la región y en el relanzamiento de un centro político, pues en la dicotomía de izquierdas versus derechas no se puede avanzar y el resultado lo estamos apreciando.
¡Qué pena, Colombia!
Twitter: @davidbittano
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