Dice la teoría de las catástrofes que los sistemas más estables pueden colapsar por un pequeño cambio que no siempre es predecible. En física, un metal se funde a determinada temperatura y, por tanto, su conducta obedece a un modelo previsible. Pero eso no sucede en fenómenos complejos que requieren tomas de decisiones que pueden generar la desestabilización de una situación de equilibrio.
Sostiene también la teoría de las catástrofes que cuando existe un riesgo de que algo salga mal, por muy bajo que sea, el desastre acabará por producirse si el lapso de tiempo es suficientemente largo. Es una cuestión de meras posibilidades.
Estas aseveraciones pueden parecer abstractas, pero tienen una clara aplicación a la espiral de acción-reacción entre Israel e Irán y al conflicto entre judíos y árabes en Oriente Medio. Se dan las dos circunstancias: que el enfrentamiento puede escapar al control de las partes y que, si se prolonga la inestabilidad, una chispa provoque un gran incendio.
Nadie puede asegurar que el precario equilibrio no degenere en caos y que no derive en una guerra regional en la que se vean implicadas potencias como Estados Unidos y Rusia, con intereses opuestos en esa zona. Algunos analistas han hablado del estallido de una tercera guerra mundial, algo poco probable pero no imposible. Aunque sólo existiera 1% de posibilidades ya sería inquietante.
Imaginemos que uno solo de los misiles lanzados por Irán hubiera impactado en un lugar poblado y que hubiera matado a decenas de personas. Hoy seguramente estaríamos hablando de ataques israelíes a Irán y de una escalada bélica de imprevisibles consecuencias. Ello corrobora la hipótesis de que una catástrofe puede desencadenarse cuando se produce un suceso que desestabiliza el sistema.
Pedro Sánchez habló de «acontecimiento» para definir el ataque de Irán, una palabra que, aunque él intentaba mantener una equidistancia imposible, define perfectamente la situación. Lo que sucedió fue un acontecimiento si se entiende por ello la suma de unos hechos y unas decisiones que se enmarcan en un contexto. El vocablo viene de «contingere«, que significa suceder.
El suceso tanto en la política como en la vida es esencialmente imprevisible. Toda situación encierra un elemento de aleatoriedad y de cambio que puede producir la caída de un imperio o un cataclismo natural.
Tras 76 años de pugna entre judíos y palestinos, el riesgo de una expansión del conflicto es cada vez mayor, a la vez que países como Irán, Siria, Líbano, Estados Unidos y Rusia aumentan su implicación en esa escalada de la tensión. En un mundo globalizado e interdependiente, no es descartable que el aleteo de una mariposa pueda desencadenar una destrucción masiva. Eso es lo inquietante y lo que corrobora la fragilidad de nuestro sistema de vida.
Artículo publicado en el diario ABC de España
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