Los griegos son considerados en la historia de la humanidad como la cuna de la civilización occidental, precisamente de allí viene el origen de la palabra cleptocracia: clepto, “robo” y cracia, “poder” que vendría significando el dominio de los ladrones.
La cleptocracia es el establecimiento del poder basado en la corrupción, el robo y delincuencia como modelo de gestión política de un gobierno que busca desarrollar y fundamentar en las bases de la sociedad estas premisas; obligando y condicionando a toda la sociedad y sus componentes a operar bajo sus reglas corruptas, despóticas y criminales.
El hampa manda y usted lo sabe.
Es la legalización del crimen como política de Estado, tal como lo ha desarrollado el modelo de gobierno formado por Hugo Chávez desde el principio, como cuando intentó tomar el poder en Venezuela; primero por las armas y luego bajo una estructurada campaña de un proyecto fundamentado en el espejismo de las reivindicaciones sociales y la lucha de las clases, para luego terminar siendo utilizado como un artilugio como el aplicado por los Aqueos en la guerra de Troya, solo que en el caso del chavismo terminó siendo más que un caballo, un burro.
El caballo de Troya se convirtió en el burro de Miraflores.
El proyecto chavista consiste en mantenerse en el poder bajo la misma lógica que buscó y quiso desarrollar Pablo Escobar en Colombia, cuando intentó llegar al gobierno a través de las armas y el dinero a un escaño en el Congreso colombiano. A diferencia de aquella experiencia en el país neogranadino, en Venezuela no solo llegaron a la presidencia, sino que se han mantenido allí enquistados por 22 años, como un cáncer que ha ido acabando con todo y con todos.
El chavismo hizo metástasis y mantiene a todo un país sin tratamiento, solo y resignado a que acabe; ya no por una operación quirúrgica tantas veces planteada sino por un milagro de la providencia.
La resignación ciudadana parece ser el último logro de este conglomerado criminal que mantiene secuestrado a todo el país.
Ver a Iris Varela exhibiendo unas esposas para amenazar a un dirigente político que es reconocido por los principales gobiernos extranjeros del mundo como presidente legítimo no es un mensaje casual ni otra de sus muestras de autoritarismo a las que nos tiene acostumbrado. El mensaje no va solo dirigido a Juan Guaidó sino, según sus propias palabras, “maneja tres propuestas con las que planea ejecutar un plan contralor desde la Asamblea Nacional, para aplicar la orden de Nicolás Maduro de radicalizar la democracia”.
¿Radicalizar la democracia? Puede parecer un chiste. Pero no, no lo es. El chavismo no es un chiste y si lo fuese seria uno muy malo, de esos que solo dan gracia a quienes cohabitan en las entrañas del mal.
Mientras la mayoría de la población venezolana está en sus luchas estomacales diarias y va asimilando que el hambre, como dicen en Brasil, tiene cara de hereje; los que mantienen secuestrada a toda la nación sueltan una vez más esta perla: “Que se le revoque la nacionalidad venezolana a todo el que se haya montado en la onda conspirativa pidiendo invasión militar, porque lo que han pedido es guerra y esa guerra ha generado muertos. Esas personas son indignas de llevar la nacionalidad venezolana, con eso de que todas las opciones están sobre la mesa”.
Esa sentencia no es solo proferida por Iris Varela, quien viene a ser una de las tantas figuras que personifican el mal, sino que representa a toda la cúpula cleptocrática de un conglomerado criminal que incluye a seudodirigentes políticos de oposición, quienes han bailado al compás de la música que ha sabido colocar el chavismo.
Solo nos queda seguir el ejemplo que nos dieron los griegos, quienes por el amor a la libertad y el indomable espíritu de independencia pudieron vencer a los persas en las famosas batallas de Maratón, Thermopilas, Salamis y Plateés.
La esperanza es el sueño del hombre despierto, nos dijo Aristóteles. Sigamos, pues, esperanzados en conseguir libertad, justicia y democracia para Venezuela.
@andcolfa
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