I Claudius, (1934) de Robert Graves, fue clasificada, a comienzos del siglo, como una de las cien mejores novelas de la pasada centuria. Es una fingida autobiografía del emperador que instauró una monarquía haciendo creer al respetable que se trataba de una república. La historia de la familia Julio-Claudia [Julio César, Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón] desde la toma del poder luego de la batalla de Accio en el 31 antes de Cristo, hasta el asesinato del desquiciado Calígula en el 41.
Claudio confiesa cómo fue alejado de la vida pública durante 49 años por causa de su tartamudeo, poliomielitis, cojera y tics nerviosos, pero sobrevive, en una familia de criminales, gracias a que se hace el bobo y el idiota. Su dilema contradictorio, como sucede a los disminuidos y apocados, fue creer firmemente en la libertad que proporcionaba el modelo republicano, y en la ineludible estabilidad que debía mantener y ejercer, el imperio monárquico, oprimiendo y tiranizando, porque las libertades apenas conducen a la corrupción y perversidades, como ocurrió con Calígula y Nerón, acusado, el primero, de crueldad y demencia. Un emperador irascible, caprichoso, derrochador y enfermo sexualmente, que fornicaba las esposas de sus súbditos, nombró su caballo Incitato cónsul y sacerdote, asesinaba por mera diversión, prefería construir vías públicas que saciar el hambre de la gente y se erigió una estatua en el Templo de Jerusalén para ser adorado como dios.
Nerón apoyó extravagantes cantantes callejeros y homosexuales de Roma, la construcción de teatros y estadios, las ejecuciones extrajudiciales, incluyendo la de su propia madre y su hermanastro y la persecución a los cristianos, como que, mientras hizo arder los barrios pobres de la ciudad, celebraba el evento tocando su lira eolia. De doble clavija, entre sus más afamados amantes y esposos y esposas figuran Claudia Octavia, Sabina Popea, el liberto Pitágoras, Actea, Estatilia Mesalina, Esporo y Aulo Plaucio.
El beso de la mujer araña [1976], quizás la mejor leída novela de Manuel Puig, narra la historia de un activista político y un hombre diverso en una cárcel, durante una dictadura. Para soportar la soledad, y el miedo, ejecutan inacabables conversaciones. El político perpetúa su pasado e imagina el futuro. El joto inventa presentes románticos y ensoñados a partir de los filmes de los años treinta que ha visto junto a su madre, en los que las heroínas se sacrifican para alcanzar el amor, mujeres araña que matan lo que más aman, y cuyos paradigmas aparecieron en los cabarets y cafés de la República de Weimar y retornaron, para quedarse, en los años sesenta en ciertos barrios (El Castro) de San Francisco y (Chelsea) en Nueva York, donde fueron apareciendo cierto tipo de divers@s, que confundidos con los practicantes de ayer proscritos hábitos sexuales, a medida que conversaba, compraba, cenaba o asistía a reuniones, fue creciendo en diferencias con todo lo que la humanidad había visto.
No se presentaba como un pervertido común, ni de loca desaforada, ni como pederasta delirando con los cuerpos de los jovencitos. Se trataba de una señora con falo, que llevaba una vida lo más normal, que amaba, como nadie, los muebles estilo imperio, la comida vegetariana, las pequeñas prendas íntimas, los paseos a la playa para dorar la piel, y que, enloquecidamente, buscaba la felicidad tratando de establecer un matrimonio estable con algún señor, o señora. Esta dama de falo había pasado por todas las decepciones amorosas, había sido engañada sin piedad por los vivos de la carne, pero no perdía las esperanzas de encontrar el hembro de su vida y crear un hogar hasta que la muerte los separara. Habían aparecido las primeras mujeres arañas contemporáneas. Chapinero en Bogotá y chueca en Madrid son la atracción de los turistas de hoy.
Desde entonces y cada año, con el o la alcalde a la cabeza, se manifiestan revelando al mundo cómo ellas, sus esposos y esposas, las mascotas humanizadas y los niños adoptados, pueden salvar el mundo gracias a la sensibilidad con que vislumbran el futuro. Enemigos de la cultura que transmiten los libros de Grecia y Roma, reciben toda información de las redes sociales y han convertido la cursilería en cosa memorable y fuente de sabiduría. La felicidad, no de la carne sino del hogar, es lo que afanosamente buscan. El retorno a los orígenes del capitalismo: la familia, el orden.
Contraer matrimonio al Vintage Style, celebrarlo en un hotel de lujo, “ser alguien” en la sociedad que más se detesta, para ser aceptada por los que más se odian, es la meta de su existencia. Imposible morir sin titularse en una de las ocho Ivy League Universities, de Estados Unidos, el país detestado por excelencia. Como los narcos, nada mejor para estar preso que una cárcel norteamericana.
Claudia Nayibe López es una mujer diversa [eufemismo actual de lesbiana] nacida durante el Frente Nacional [1962-1982] pero parida políticamente durante la República del Narco [1982-2002], cuya Constitución Política ayudó a crear, participando en el Movimiento de la Séptima Papeleta durante el gobierno [1990-1994] de un señor diverso [eufemismo para saraza] que es recordado porque, siendo ministro de Hacienda y gobierno de Virgilio Barco, se exterminó el partido armado de las FARC, la Unión Patriótica; la mafia del narcotráfico asesinó a su jefe político, y durante el suyo propio, Pablo Escobar erigió su cárcel a un costo de 30.000 millones de pesos del ayer, y el país estuvo sin luz 2 años. Se dice que César Gaviria “encontró” la presidencia en una guaca: el entierro de Luis Carlos Galán, cuya familia, la viuda, los tres hijos, el padre, varios hermanos y cuñados, desde entonces, recaudan un sueldo eterno emitido por el erario público.
El 27 de octubre pasado, Claudia Nayibe, “una ciudadana sin cuna ni apellidos”, fue elegida alcalde de Bogotá con 35,21% de los votos potenciales de una ciudad de más de 9 millones de habitantes. Su inmediato contender, uno de los ilustres huérfanos colombianos, Carlos Galán, obtuvo 32,48%. Pero su prestigio mayor viene de los numerosos escándalos, por injuria y calumnia que ha gestionado, en su vertiginoso ascenso al poder, que sin duda pretende terminar con la Presidencia de la nación, o un premio Nobel, obtenido de cualesquiera maneras.
La principal víctima de sus infamias, cuya mengua le ha servido de plataforma política, son las organizaciones paramilitares conocidas como Convivir, creadas por el gobierno de César Gaviria mediante el Decreto Ley 356 de 1994, reglamentadas por el del intachable Ernesto Samper con una resolución de la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada del año 1995, que llegó a autorizar casi medio millar de ellas con 120.000 miembros en 24 de los departamentos del país.
Claudia Nayibe, como ocurre con los resentidos y descolocados que ansían escalar poderes públicos, decidió atacar al más prestigioso político de finales del siglo pasado, Álvaro Uribe Vélez, a quien ha acusado, arteramente, de ser el creador de las bandas criminales y de haber ordenado la ejecución de cientos de miles de inocentes. Para esa labor contó, inicialmente, con la complicidad de Enrique y Juan Manuel Santos, quienes la llevaron como botafuegos a las páginas de su periódico, hasta el día en que Claudia Nayibe decidió traicionarles, acusándoles de encubrir los actos “ilegítimos” de uno de los ministros de Uribe, al tanto que favorecían la candidatura presidencial del hoy Nobel Odebrecht, y las directivas del diario, en la cabeza del cuñado de aquellos, el director Roberto Pombo, cabildeaba para quedarse con un canal de televisión privada que otorgaría el gobierno. Pombo procedió a echarla diciendo que sus afirmaciones eran “falsas, malintencionadas y calumniosas”.
En numerosas ocasiones ha tenido Claudia Nayibe que rectificar públicamente, por orden judicial, sus calumnias. Ha dicho que Álvaro Uribe violó a una periodista y en un libro de otra periodista sostuvo, alegremente, que durante años Uribe ayudó, promovió y fue militante de grupos paramilitares, que utilizó para sus particulares intereses, enriquecerse y eliminar a sus competidores políticos. Ha tenido que desdecirse de acusar al diputado Sigifredo López de haber participado y ser el autor de su propio secuestro, perpetrado por las FARC, en un evento en el que fueron asesinados doce inocentes, luego de años de martirio.
De acusar a los congresistas Antenor Durán y José Alfredo Gnecco de ser socios de los criminales Kiko Gómez y Marcos Figueroa, y también ante el defensor del ex gobernador guajiro Alfredo Montenegro, a quien descalificaba por pertenecer a una fundación que defiende inocentes.
Al ministro de Vivienda, Luis Felipe Henao, lo señaló de actos de corrupción. Al fiscal Néstor Humberto Martínez de hundir el proyecto para la creación de un tribunal para aforados, diciendo que iría preso tan pronto se descubriera que vendía fallos. A Ciro Ramírez, representante a la Cámara por Boyacá, lo acusó de ser paraco, corrupto y cínico. Al partido Cambio Radical de ser un sindicato para delinquir con personería jurídica. Etc., etc. Y de Ernesto Samper dijo, en 2006, que su campaña había sido financiada por el Cartel de Cali, que él lo sabía, que por su culpa habían sido liquidadas varias personas durante el Proceso 8000, entre ellas, el entonces jefe de la oposición conservadora, Álvaro Gómez Hurtado y el chofer de su ministro de Gobierno, Horacio Serpa, sumando a los asesinados la Monita Retrechera, Elizabeth de Sarria, supuesto enlace entre Samper y los Rodríguez Orejuela.
El acto y el discurso de posesión como alcalde bogotana de Claudia Nayibe, no solo ilustran sobre su pasado, sino que denuncian el presente y vislumbran el futuro.
Claudia Nayibe es la primera alcalde elegida tras el fiasco del pacto entre las FARC y Santos en La Habana. La falsa paz cuyos desastres hemos comenzado a sobrellevar en estos sus primeros tres años de existencia. Una paz felona que, como la firmada por el príncipe Maximilian von Baden con Woodrow Wilson, dio la espalda y se burló de sus aliados, obligando a pagar los daños de la Gran Guerra, a un país arruinado. Algo así como la iniquidad de Santos comprometiendo el dinero del pueblo colombiano durante más de doce años. Dinero que tampoco habrá de servir a él mismo, pues no pudo llegar a la Secretaría de las Naciones Unidas, como era su ambición.
Iluminada por su diversidad, Claudia Nayibe envió varios mensajes subliminales mudando la tradicional parafernalia de la toma de cargos. La Plaza de Bolívar fue despreciada como lugar para el evento, trasladándole a un descampado sin tradiciones ni abolengos, un lugar donde, los milenitas se fuman sus cigarros de cripy y sobre las bicis sueñan con el más allá. Un lugar desnudo de los símbolos del poder. Ni Palacio de Justicia, ni Catedral, ni Parlamento, ni estatua del padre de la patria, ni siquiera la colonial oficina que ahora ocupa. Nada. Solo el viento y el olor de la cripy. Tampoco el señor alcalde saliente. No. La que otorgaba el poder político era ahora la madre, la señora madre de la diversa. Y nada de personajes que opacaran a la napoleónica mandataria. Ningún Maluma, ni Yatra, ni Shakira, Ni Balvin y menos ese Dangond, o ese Fonseca, o Pipe Bueno. Apenas una loquita medio hippie entrada en años, desquiciadita ella, con una balaca de cabra despistada, vociferando desde un papel en su mano las consignas que le habían escrito, porque la droga le ha borrado el presente; igual a la ancianita folklórica que no sabe cuánto cobrar ni quién la invitaba y menos el nombre de la señora que se posesionaba.
En un discurso de 5.312 palabras y 429 renglones, salpicado de errores de ortografía y solecismos (merito por mérito; paramos por páramos; economico por económico; transito por tránsito; empatica por empática) Claudia Nayibe ha apurado el gran plan a largo plazo para llegar a la Presidencia de la República y los actos de menudeo que ejecutará en estos cuatro años de alcaldía. Porque Claudia Nayibe, como en la República de Weimar, no solo viene del fin de un conflicto, sino que ella inaugura una nueva era. “Bienvenidos al siglo XXI”, “Al fin llegó nuestro tiempo, al fin llegó nuestra oportunidad”, ha escrito. Y continúa: “Tenemos estos cuatro años de gobierno y una década de continua acción colectiva para cumplir cinco grandes metas: vivir sin miedo; generar oportunidades, empleo y educación pertinente, gratuita y de calidad; liberar más tiempo para la familia, la creatividad y el desarrollo, no para el trancón; reverdecer la ciudad para respirar, movilizarnos y vivir con calidad de vida; y hacer de Bogotá Región el mejor hogar de los colombianos”. Eso en micro, porque todo, en 2030 será en macro: la vastedad de la nación.
Y como para avanzar y dar el gran salto, si antes abusó de la calumnia para llegar al Senado, ahora tratará de tumbar al presidente en ejercicio para dejar huella perdurable. Y sin disimulo alguno le declara la guerra: “Somos parte las mayorías que se han tomado las calles con las demandas y aspiraciones de los jóvenes, las mujeres, los movimientos cívicos, los grupos étnicos, de quienes reivindican la diversidad sexual y la igualdad ante la ley y ante la vida, de los movimientos ambientalistas y animalistas; de miles de personas que han salido a las calles a expresarse al ritmo de las cacerolas, más allá de los partidos y caudillos políticos. Hoy llega al gobierno esa ciudadanía”. “No vamos a permitir que nos roben la esperanza, no vamos a permitir que nos roben más vidas de esta nueva generación que hoy sale a la calle a pedir a gritos que les demos oportunidades y capacidades para participar en la vida pública y política, en el desarrollo económico y sostenible que demanda el siglo XXI”. “No vamos a permitir, de ninguna manera, el abuso de poder de ninguna autoridad contra esa legítima expresión ciudadana”. Y para que ello suceda hay que arrinconar a las Fuerzas Armadas, calumniarlas, vituperarlas, hacerlas desaparecer del mapa: “Tenemos que garantizar que la formación, la operación y el control de la policía se ajusten a los principios de los derechos humanos, la cultura ciudadana y el ejercicio legítimo de la autoridad”.
Claudia Nayibe está por crear la nueva República de Weimar (1919-1930) de Colombia, la que nos llevará a otro gran conflicto nacional del siglo XXI, cuando sucumbirán los niños que acaban de nacer el día de su posesión y que al terminar su mandato apenas tendrán cuatro años, pero en 2050, cuando terminen sus dos períodos presidenciales, tendrán 30. Una república solo de diversos, diversas y mascotas, porque el macho, el que ofrece la semilla de la reproducción, habrá desaparecido para siempre. Claudia Nayibe acaba de prometer que para el medio siglo venidero ya habrá desterrado, “de una vez y para siempre el racismo, el clasismo, el machismo y la xenofobia; promoveremos nuevas masculinidades que erradiquen el acoso callejero, el acoso en el sistema de transporte de la ciudad y la violencia de género por parte de parejas”.
Para que este sueño de araña alcalde se realice, cuenta con la ayuda de una camarilla de cachorros de la Social Bacanería, licenciados primero en la Universidad de los Andes, y luego en alguna de segunda clase en Estados Unidos, pero principalmente de un listillo, inventado por Fanny Mickey y su carnal Ramiro Osorio, dos cómicos que no habrían subsistido si Pablo Escobar no hubiese necesitado de un lugar de distracción para sus secuaces, cuando fue representante a la cámara y financió ese lugar de trata, hoy olvidado, llamado La Gata Caliente; y una pobre viejecita que se casó sobre un elefante y ha acompañado a su marido a toda clase de fechorías, incluso cuando muestra su espantoso trasero, y a quien ha entregado el ensayo general del ordenamiento territorial de la ciudad, que decidirá los futuros apoyos financieros para la gran marcha hacia la gloria de su seudopatrona.
Que el principal negocio de esta alcaldia de Claudia Nayibe será servir a su patrón, el honradísimo nalgas blancas Antanas Mockus, se presiente, fragmentariamente, explorando los vínculos entre Nicolás Montero, de Cultura, y la mujer del veringo, Adriana Córdoba, la Reina del POT. Ambos pertenecen a Corpovisionarios, el gran invento mockusiano para defraudar presupuestos municipales con el cuento de la Cultura Ciudadana, narrativa con la cual llenó sus faltriqueras con la ayuda de matemáticos de la Universidad Nacional que habían trabajado o estudiado en Rusia cuando sus líderes quebraron la nación, creando algoritmos irrastreables para encriptar contratos, donde era mejor dejar robar que gastar el doble para descubrir el fraude. Mockus ha usado a varios testaferros en la firma de contratos de asesorías de su negocio con las alcaldías de Bogotá, Cali, Medellín, Ibagué y San Andrés, municipios de Colombia, donde en vez de reducir el crimen, el robo y el asesinato, estos ítems crecen exponencialmente. Mockus es experto en inventarse todo tipo de carteles para saquear fiscos: el cartel de las cebras, el cartel de los mimos, el cartel de las risotadas, el cartel del culo en pompa, el cartel de la lectura de poemas, etc., etc. Entelequias por las cuales cobra sumas millonarias que desaparecen como pompas de jabón.
Según informa la página de la alcaldía bogotana, Nicolás Montero (1966) es un pobre actor mediocre que lleva años viviendo de fábula, pero tiene ingresos anuales cercanos a los 200 millones de pesos y una casita de 600 millones, 3 apartamentos, un lotecito de 300 y 3 carritos. Y la virtuosa Adriana Córdoba (1969), ingresos por salarios de 200 millones, por ganancias ocasionales 589 y un patrimonio de 3.000 millones representado en 2 apartamenticos, uno de ellos con un valor estimado por lo bajo cercano a los 800 y una finquita. Y también platica en un banco gringo. Pobrecita. De su honorable esposo, y sus bienes, después de casarse en el circo, nada.
Mockus sabe por experiencia que como la cultura es, en últimas, entelequia, una alcaldía puede hacer desaparecer por arte de magia millones de pesos diciendo que los ha invertido en Educación de la Ciudadanía, como cuando, como Bolívar, en el Páramo de Pisba, Mockus contrataba, digamos, 80 mimos, que hacía aparecer en distintas partes de la ciudad y luego cobraba por la actuación de 8.000, como si fuese el despojo del ejército libertador ante José María Barreiro, que pensó eran miles de llaneros, negros y soldados de las guerras napoleónicas las que se le venían encima.
Y claro, nada más eficaz que fomentar, en las nuevas ciudadanías, es decir, entre la Social Bacanería, no la historia, ni la sintaxis, ni la prosodia, ni las melodías de las tradiciones de la patria, sino todo aquello que sea una “cultura” que confunda, que perturbe la conciencia, que inquiete y haga sentir el presente como una desgracia que debe contar con ellos, con Claudia Nayibe y la familia Mockus/Córdoba, con el recuerdo de la madre alcohólica, también dada el nudismo, y como paradigma, el fanatismo católico de su verdadero padre, el falso filólogo Jouzas Zaranka.
Pobre Claudia Nayibe. Ha sido engañada también por los vivos del espectáculo, y descubrirá, tarde ya, que de los jolgorios de la Belle Époque, los Roaring Twenties y la Weimarer Republik, que ella pretende reinventarnos ahora, salieron Lenin, Hitler, Mussolini, Franco y Stalin, maestros de Perón, Castro o Chávez. Entonces, así como dijo Eugenio Montale:
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