Cuando el 15 de agosto Claudia Sheinbaum fue oficialmente declarada presidenta electa de México por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación insistió, desde el inicio de su intervención, que no solo sería una presidenta con A, sino también la primera presidenta mujer de su país. Así, trufó su discurso de aceptación con múltiples referencias a la participación femenina en la historia, algo necesario en un país tan machista como el suyo.
Esa vez y en una reunión posterior defendió la herencia de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y de su cuarta transformación (4T) como el gran objetivo a mantener. Aquí permanece la duda del grado de autonomía que tendrá, querrá o podrá tener respecto a su mentor. Sobran los argumentos en cualquier sentido, y si bien los resortes de la presidencia son muy fuertes, el control de AMLO sobre Morena es casi absoluto. Por eso, habrá que ver qué busca Sheinbaum al convocar un congreso partidario, ¿matar al padre o reafirmarlo en su dominación?
Sumados sus dos discursos se puede decir que dio una de cal y otra de arena. Esto fue particularmente visible en lo relativo a la energía y al cambio climático. Si por un lado insistió en que hay que salvar al planeta, por el otro reafirmó su incuestionable apoyo a Petróleos Mexicanos (Pemex) y a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en línea con el pensamiento de López Obrador.
Pese a reiterar su respeto por la separación de poderes, sus afirmaciones ante el Tribunal Electoral sobre la composición del Parlamento sonaron más a imposición que a respeto. La cuestión es clave y de confirmarse la línea que defienden Morena y sus socios de que la limitación a la asignación de escaños sea por partidos y no por coaliciones, los seguidores de AMLO podrían garantizarse la mayoría cualificada y aprobar importantes reformas constitucionales. Por eso, fue explícita al enfatizar la obligación de los parlamentarios de aprobar las reformas del presidente, especialmente la del Poder Judicial.
Su discurso planeó sobre algunos de los desafíos, no todos, que le esperan a partir del 1 de octubre, ceremonia de protesta e inicio de su gestión mediante. Entre ellos abordó la defensa del estado de bienestar, “desde la cuna hasta la tumba”, apostando por la economía moral en lugar de las fracasadas recetas neoliberales. También se mostró contraria a la represión y a la guerra contra las drogas. En su lugar prometió utilizar la estrategia, aunque sin definir claramente su significado. Tampoco, si su abandono de la guerra, siguiendo a López Obrador, incluye la fallida fórmula de abrazos y no balazos.
En su primer discurso reafirmó el valor de la democracia y las libertades, recordando la tradición del nacionalismo mexicano. Al centrarlo en México la proyección exterior fue casi nula. Esta dimensión, sin embargo, estará muy presente antes, durante y después de su toma de posesión. Esto se debe, en parte, a las invitaciones a Vladímir Putin y a Nicolás Maduro a asistir a la fiesta mayor de la democracia mexicana. Se podría pensar que un día tan solemne como fue el 15 no era el mejor momento para hablar de eso, pero tampoco se le ha oído la menor condena a ninguno de los dos autócratas ni a sus violaciones de los derechos humanos.
A tenor de sus declaraciones previas y de las de Juan Ramón de la Fuente, próximo secretario (ministro) de Relaciones Exteriores, es bastante probable que, en política internacional, especialmente en América Latina, Sheinbaum prosiga la indefinición de AMLO. Sus continuas alusiones a la no injerencia son más una pose que una postura coherente, como se vio en Bolivia, Perú y Ecuador. En estos casos, el corolario de la llamada Doctrina Estrada solo fue papel mojado.
En septiembre de 2022 Sheinbaum dijo que: “La guerra en Ucrania solo alimenta a los grandes productores de armas y lastima a millones de personas. La propuesta del presidente… es vanguardista y razonable. Luchar por la paz con justicia es la esencia del humanismo”. Pero, ni López Obrador ni Sheinbaum condenaron a Putin. Recientemente, en relación con la invitación al presidente ruso, dijo que: “históricamente” y en su Constitución, México tiene una política exterior de “búsqueda de la paz en todos los países”, pero nada sobre su posible captura en caso de pisar suelo mexicano. Sus silencios sobre Maduro son más preocupantes. Preguntada por la necesidad de que el gobierno venezolano exhiba las actas, su lacónica respuesta fue: “No me corresponde a mí, para eso hay organismos internacionales”.
Pese a que solo queda un mes para que Sheinbaum comience su sexenio, los interrogantes superan a las certezas. Claro que ya se conoce la composición de su gabinete, pero más allá del marco general hay mucho por saber sobre las políticas públicas que impulsará. Algunos de sus más entusiastas seguidores afirman que está tomando las riendas del poder y que a lo largo de su sexenio se verá su impronta, despegada de la sombra de AMLO. Sería esperable que así sea, y que finalmente Sheinbaum sea la presidente con a de acierto y agallas y no con a de autoengaño y amilanamiento.
Artículo publicado en el Periódico de España