Cientos de sondeos, consultas, encuestas y estudios del comportamiento del elector siguen mostrando claramente la rebeldía del pueblo venezolano frente a los partidos políticos de todas las tendencias que persisten en secuestrar la voluntad popular y vulnerar la unidad nacional.

Quienes poseen u ostentan tarjetas electorales para este proceso presidencial observan y sienten el divorcio planteado como irreconciliable del elector con la partidocracia vigente, de vieja y nueva data. Un masivo sentimiento nacional creado y fundamentado en la esperanza del cambio, desestima más de una decena de candidatos para apostar por una opción que derrote por paliza al candidato oficialista.

Si bien la oposición venezolana honró con su respaldo absoluto a la líder María Corina Machado, a quien se le encomendó la responsabilidad de liderar esta tarea verdaderamente histórica, inédita y trascendental de enfrentar al modelo socialista y sus pretensiones de permanencia en el poder las circunstancias y obstáculos dibujados, creados y materializados por el autoritarismo produjeron escenarios complicados e ilegales que coartaron la participación de la candidata electa en primarias, quien con alto grado de responsabilidad y compromiso despejó el camino tortuoso y hostil, abriendo la posibilidad de consolidar en un escenario distinto una candidatura que mantuviera a los venezolanos en la vía democrática, electoral y constitucional, compartiendo pero liderando el cumplimiento del mandato que los venezolanos le dimos haciendo llave con el hoy candidato, el Dr. Edmundo González Urrutia.

Todo tipo de especulaciones han surgido en cuanto a este inédito proceso, donde seguidores y detractores del cambio han podido paulatinamente ir disipando dudas y formando criterios definitivos sobre lo que será en el futuro próximo el desempeño de esta fórmula que con claridad meridiana sigue mostrando resultados, cualidades y estrategias para vencer las arbitrariedades de las instituciones, todas bajo el poder del Estado aparentemente omnipotente que con todo tipo de prácticas ha pretendido chantajear, desmotivar, desmoralizar y atemorizar al pueblo venezolano.

Se ha escogido un instrumento electoral denominado la tarjeta de la MUD o de la Unidad, también llamada la tarjeta de la manita, antes utilizado por un sector político determinado, pero en este momento es la tarjeta del 85% del país que se declaró progresivamente independiente desde el año 2022 forzados por la decepción, la división y la manipulación de las cúpulas partidistas.

He insistido en el porcentaje que tienen los independientes para mostrarle y visibilizarlos ante la opinión pública como los grandes protagonistas de este proceso electoral. Cuando faltan un poco más de 80 días para la elección presidencial, el torbellino que genera la ciudadanía se muestra superior a la debilitada furia bolivariana y lo vemos en cada rincón del país. donde el pueblo venezolano por primera vez en la historia, logró complacer al Libertador Simón Bolívar, cuando en vida clamaba el que cesaran los partidos para que se consolidara la unión.

La unidad nacional opuesta al socialismo es una realidad con la que el oficialismo no contaba. Todo tipo de estrategias fundamentadas en la ilegalidad han sido diseñadas para aplicarlas morbosamente en un año electoral, que se transita entre zarpazos certeros entre quienes mal han gobernado y salpica a otros sectores que han ejercido el protagonismo como oposición al régimen, pero que hoy se confunden todos en las páginas de lo inaceptable, indeseable, cuestionable e imperdonable

Recordemos que esta lucha por el gran cambio en el país apenas comienza. Hemos construido toda una alternativa de gran fortaleza, que marca la derrota del modelo político que empobreció y desbancó al país. Está en los líderes emergentes del país asumir las responsabilidades de dirección, organización y conducción para construir los instrumentos electorales necesarios que le permitan a la sociedad civil organizada, siempre utilizada, manipulada y engañada, asumir un papel protagónico. Que la transformación comience porque se les permita a los ciudadanos librarse finalmente del yugo partidista, centralista y cupular, que atenta contra los dirigentes e intereses locales.

El mandato del pueblo venezolano cuantificado en cifras comprobables demanda un cambio radical en la conducción del país y exige una reforma profunda del estado centralista que ha perdurado y sea enquistado por décadas, no en vano la población llevó a su mínima expresión al oficialismo que operaba electoralmente bajo un esquema asociativo denominado polo patriótico, hoy invisibilizado e inexistente por el desmembramiento y judicialización de los partidos que lo conforman y que finalmente se convirtieron en un festival de agraciados camaradas que asumieron estas organizaciones para enterrarlas y sus despojos disponerlos para adornar un tarjetón electoral viciado y manipulado. Y las variantes de la llamada oposición complaciente todos en su conjunto sumados a la oferta oficialista donde ambos acumulan 35 partidos políticos suman una intención de voto que en el mejor de los casos llegaría entre 10% y 15% para sin posibilidades tratar enfrentar al 85% de respaldo que consolidó y ostenta el pueblo venezolano unido en torno a la candidatura del Dr. Edmundo González Urrutia apuntalado por María Corina Machado.

Con Maduro no hay futuro, ha mentido año tras año. Con todo el poder concentrado en sus manos, la degradación de la función pública entró en su fase terminal. Nos convirtió en un país de gente empobrecida. Ninguna institución pública se escapa de una valoración negativa. Los venezolanos aspiramos a cambiar la mentira por la verdad, la justicia por la injusticia, la pobreza por el progreso y bienestar, la barbarie por la reconciliación, la corrupción por la correcta administración de los recursos del Estado. En fin, los venezolanos están declarados abiertamente antagónicos al régimen imperante y ese sentimiento transformado en esperanza es indetenible y se impondrá el 28 de julio de 2024.


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