El incendio que consumió las vidas de 40 personas en Ciudad Juárez hace unos pocos días ha puesto al descubierto el estado débil de las instituciones migratorias en México. En México, la política migratoria sigue siendo un tema secundario, con poca inversión, atención o rendición de cuentas.
Se ve como un tema para barajar en la relación con el gobierno de los Estados Unidos, y cobra importancia en esas negociaciones bilaterales, pero no hay una propuesta propia de lo que México y los mexicanos quieren de la migración. Sigue prevaleciendo la idea de que México es, más que nada, un país de tránsito, y que sólo se tienen que hacer esfuerzos mínimos para canalizar estos movimientos para que no sean muy visibles.
La tragedia de Ciudad Juárez —es casi inimaginable el horror que hayan vivido esas 40 personas quemados vivos en una estación migratoria— es sólo un ejemplo de los horrores que viven muchos migrantes en su paso por México. Ante la ausencia de política migratoria, los migrantes pasan por el país a la merced de los traficantes, grupos del crimen organizado y criminales comunes, que muchas veces abusan de ellos, en formas perversas y brutales, en el camino hacia el norte.
No hay una solución fácil a esto —y todas las posibilidades quedan cortas a las necesidades. Pero evitar estas tragedias empieza con reconocer que es un tema digno de atención prioritario y que no va a desaparecer. El vecino al norte, Estados Unidos, es un imán para la migración y va a seguir jalando a personas con la atracción de un mercado laboral con hambre de trabajadores. Y al sur hay países con escasez de empleo y poca seguridad, que van a seguir empujando a sus ciudadanos hacia ese imán.
Desde luego, la mayor parte de la responsabilidad para ordenar la migración recae en Estados Unidos, que necesita crecer canales legales para la migración, y en los países de donde salen los migrantes, que necesitan generar posibilidad de empleo y señales de esperanza. Pero México tampoco queda eximido de responsabilidades.
Para empezar, cada vez más migrantes están decidiendo quedarse en México. Fortalecer el sistema de refugio, a través de la Comisión Mexicana de Asistencia a Refugiados (Comar), que hace la designación de los que se pueden quedar en el país por razones de protección, es un buen punto de partida. Comar ha jugado un papel vital en este esfuerzo, con apoyo de organismos internacionales, pero ya no da abasto con el número de solicitantes de refugio que le está llegando.
También hay que poner atención en las condiciones que permiten que los migrantes se quedan a vivir en partes del país. El gobierno de la Ciudad de México, por ejemplo, expide una credencial para los extranjeros que les ayuda a integrarse y tener acceso a servicios públicos. El gobierno de Baja California tiene una larga trayectoria en dar atención especial a los alumnos que llegan del extranjero y que tienen necesidades de documentación y apoyo especial en las escuelas.
Pero también hace falta mucha más inversión en albergues y organizaciones que brindan asesoría legal a los migrantes, que están en tránsito. El gobierno de Chihuahua recientemente anunció algunas medidas muy bienvenidas para tratar de proveer más apoyo a los migrantes que están de paso por el estado, incluyendo albergues, y el empresariado en Nuevo León ha jugado un papel importante en dar empleo a muchos migrantes haitianos y centroamericanos que están radicándose en la zona metropolitana de Monterrey. Ejemplos de buenas prácticas en la integración sí hay a nivel estatal, pero falta un esfuerzo coordinado a nivel nacional.
Par esto se necesita que el Congreso mexicano ponga presupuesto en las instituciones mexicanas encargadas de la migración, sobre todo el Comar, pero también el Instituto Nacional de Migración y en Bienestar Social destinados para atención a los migrantes. Los recursos para atender a los migrantes en México siguen siendo muy limitados, muy poco adecuados a la realidad que hoy existe en el país.
Sólo así se evitarán futuros escenarios crueles como en Ciudad Juárez, así como las vejaciones que viven los migrantes día a día en su paso por México, o en su decisión de quedarse a vivir en el país.
Artículo publicado en el diario El Universal de México
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