OPINIÓN

Círculo del hambre

por Omar González Omar González

Si alguna cosa ha sabido hacer Nicolás Maduro en su administración es la construcción de lo que podemos llamar el «círculo del hambre».

Durante todo este tiempo se han creado las condiciones para la edificación de un modelo de sometimiento social basado en la vulneración de los más elementales derechos de cada ciudadano.

Primero, por más de 20 años se aniquiló la capacidad productiva del país, se instauró un modelo económico de puertos que hizo añicos la productividad nacional, se pulverizó la iniciativa privada y el espíritu de trabajo de parte de la sociedad nacional.

El valor del trabajo fue reemplazado por la entrega de bonos, bolsas de comida y subsidios por parte del Estado; se creó una dependencia total de la sociedad ante el régimen, matando así la iniciativa, la creatividad y las aspiraciones de progreso.

A la par de todo esto, se acosó, asfixió y ahorcó a los productores nacionales. Los campos quedaron desiertos, los trabajadores desempleados y las zonas industriales abandonadas.

Aquel desastre era ocultado, en parte, por la bonanza petrolera, por aquel chorro de petrodólares que lo tapaba todo y que hacía que los planes irresponsables del régimen siguieran adelante. Sin embargo, el tiempo de las vacas gordas pasó y en estos días de vacas flacas vemos las consecuencias de esa política insensata y criminal.

Todo este camino de desastre terminó en la consolidación de ese «círculo del hambre», el cual estamos padeciendo en este momento. Ese círculo que inicia con los patéticos sueldos de los venezolanos, ahora aumentado ridículamente a 400.000 bolívares mensuales, equivalentes a unos 2 dólares, más 400.000 de cestaticket, que apenas si alcanza para comprar un kilo de queso. Aun asi, sigue la inflación que encarece los precios de los alimentos, que se profundiza con la crisis de gasolina que impide a los productores sacar a la venta sus productos, y empeora con las alzas de las cotizaciones del dólar.

El venezolano tiene hambre porque no gana lo suficiente para comprar comida, ya que el sueldo promedio de un trabajador es de 2 dólares mensuales y la canasta básica está en 300 dólares por mes.

Los venezolanos pasan hambre porque a la inflación, los bajos salarios y la dolarización de hecho de los precios de los productos, se le suma la falta de combustible que afecta la distribución de la comida. Cosechas enteras se pierden en los campos porque no tienen forma de trasladarlas y el ganadero o criador tampoco puede sacar carne, leche o huevos al mercado nacional. Comienza a sentirse la escasez de víveres.

Y el círculo se cierra con un régimen que en vez de crear soluciones empeora más la situación al ocupar empresas productivas de alimentación, intervenir en sus procesos de producción y distribución y crear una merma en su capacidad de trabajo, lo que de seguro afectará el abastecimiento de artículos como harina precocida, arroz, pastas, enlatados, jamón, salchichas y muchos productos más.

Esta realidad generará más inflación, mas desempleo, reducirá aún más el poder adquisitivo de los venezolanos y abrirá en demasía el hueco en los estómagos de millones de ciudadanos que en este momento no tienen nada que comer en sus casas, y ni siquiera pueden salir a tratar de resolver su situación por la cuarentena y por la crisis de gasolina.

Así Maduro creó un círculo perfecto de hambre, miseria y angustia, que ha empujado a los venezolanos a protestar masivamente por comida en todos los rincones del pais.

Ante este desgarrador panorama algún creyente seguramente clamará al cielo: «Por Dios, Venezuela, cómo pudiste permitir que estos miserables te hayan herido de muerte».