Si el gobierno y el Congreso fueron elegidos en un proceso electoral democrático y la ciudadanía votó por esas autoridades, deberían ser una muestra representativa de la población y reflejar las preferencias y opiniones de los ciudadanos. Pero no es así. El Perú es bastante más que esos irresponsables ante la crisis que padecemos.
Ya vivimos el más patético de los gobiernos con Pedro Castillo, rodeado por delincuentes y los peores representantes de la sociedad. Personajes que tuvieron la mentira como forma de expresión y un discurso de odio cuyas consecuencias hoy sufrimos. Eso no es lo que los peruanos somos, por eso gritamos masivamente “ese gobierno no nos representa”.
Aníbal Torres insiste en que “nadie de los que hemos estado presentes sabíamos que la decisión del presidente era disolver el Congreso… sin coordinación con las fuerzas armadas no hay golpe de Estado…”. Así, niega un discurso redactado con sus propias palabras, las mentiras continúan y los medios siguen propalando sus absurdos.
Esa agenda diseñada para que “corran ríos de sangre” fue puesta en marcha y hoy sufrimos las consecuencias. En ese escenario, la inacción de Dina Boluarte es causal suficiente para que el caos siga propagándose; lo cual es más que preocupante. ¿Cuándo veremos a un gobierno que gobierne? Luego de tantos años de parálisis, parece que hemos olvidado lo que significa gestión para el desarrollo o acortar las brechas de la desigualdad. El gobierno no entiende que ese es justamente el motivo por el cual siguen “incendiando la pradera” y no la supuesta urgencia por una nueva constitución.
Pero también están aquellos convocados para representar la voz del pueblo y defender sus demandas. Me refiero a esos congresistas que cambian de bancadas sin escrúpulos, aquellos que se venden al mejor postor y que luego eluden el juicio político apañándose los unos a los otros. Son aquellos que le dan la espalda al pueblo, abrazados a sus curules para seguir lucrando, perdiendo el tiempo en inútiles discusiones sin lograr acuerdos.
Es lamentable escuchar al congresista Paul Gutiérrez Ticona quien en un descuido dejó el micrófono abierto mientras decía: “…señor empresario suficiente con un almuerzo para empezar y en la tarde una cena…”. Otro congresista más centrado afirma: «Para aquellos que no quieren estar en el Congreso de la República también hay un proyecto de ley para que se pueda renunciar. Que vayan a hacer emolientes o cualquier cosa en la calle y que no perturben la paz social en el país». Pero por un motivo o por otro, no existen acuerdos o propuestas que interpreten el sentir de los peruanos.
Seguimos perdiendo la fe en la justicia, con interminables procesos que, luego de idas y venidas, absuelven a acusados por delitos comprobados; casos de proselitismo como el de Guillermo Bermejo; o condenas como la de Vladimir Cerrón, que según tememos, pasará a una siguiente instancia donde las probabilidades de ser absuelto son abrumadoras. Todo en medio de la indignación de una población cansada de la impunidad.
Son solo ejemplos de un Estado inoperante, tres poderes que le dan la espalda a ese pueblo que hoy reclama. Pero sobran aquellos que organizan, financian y promueven el caos que genera el constante retroceso del país; aquellos para quienes la destrucción y las vidas humanas son solo medios para lograr sus objetivos. En ese circo político siguen perdiendo los más necesitados.
Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú
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