Por María Margarita Galindo
Estudiar la ciencia y la tecnología significaría encontrar respuesta a muchos de nuestros problemas en Latinoamérica, y comprender por qué aun esta región sigue estando anclada al más simple y profundo subdesarrollo.
Ahora bien, es preciso preguntarse: ¿Dónde está contenida la ciencia y la tecnología? La respuesta es simple: la ciencia y la tecnología están contenidas en el conocimiento. ¿Y quién produce el conocimiento? Pues, el conocimiento por su parte es el resultado de la investigación científica. Entonces ¿qué significa todo esto? Significa que, si Latinoamérica sigue ahogada en un discurso, el cual, aunque reconozca la importancia de la ciencia y la tecnología para el desarrollo, pero no encuentra en ellas la generación de sus dinámicas sociales y económicas, entonces estamos hablando de la mayor estafa y engaño que los gobernantes pueden hacer a los habitantes de sus países.
En tal sentido, reconocer discursivamente que la ciencia y la tecnología son el motor de desarrollo de un país no es malo, es plausible. La estafa está en no invertir en investigación. Lo malo está en no destinar presupuestos justos para que nuestras universidades y centros de investigación puedan cumplir con su rol de formar profesionales e investigadores aptos para el desarrollo del país. Lo malo es tener profesores y científicos mal pagados y viviendo prácticamente en la miseria, pues es preciso destacar que son ellos los principales actores y gestores del conocimiento científico en cada una de las naciones. La estafa es tener Instituciones educativas destruidas en todo sentido por falta de inversión, abandonadas, y echadas en la más completa desidia como el régimen madurista ha hecho contra nuestras instituciones en Venezuela.
Tristemente hemos visto como Latinoamérica se ha convertido en una región receptora de conocimiento y de tecnología. Latinoamérica compra la chatarra que ya las grandes potencias desprecian o sencillamente se hacen sumisas por no producir a pesar de tener talento humano capacitado, lo cual revela el evidente fracaso de políticas publicas en el área, o más bien la ausencia de ellas.
¿Cuál es la gran diferencia entre países desarrollados y no desarrollados? Sencillo. La importante inversión que hacen los primeros en la educación y la investigación. O acaso no nos hemos preguntado: ¿Por qué América Latina no ha logrado hacer una vacuna contra el covid-19 debidamente certificada por la Organización Mundial de la Salud, la pandemia que azota al mundo, tal como lo hicieron naciones como Estados Unidos, Europa, China o Rusia? Es obvio. Estos países invierten en su educación, destinan presupuestos justos para el desarrollo de la ciencia y la tecnología, por esa razón es que tienen capacidad científica y operativa.
Es hora de reflexionar sobre estos aspectos. La educación es la principal fuente del conocimiento, y todo ello lo podríamos lograr a través de la inversión en la investigación. Verbigracia, hacer investigaciones es indispensable, así como formar investigadores y, más allá, contar con docentes–investigadores debe constituirse en una política pública educativa concreta. Necesitamos educadores formados y motivados ante y hacia la investigación, y esto implica tener políticas públicas que le ofrezcan una vida digna, salarios justos, goce de servicios públicos, sistema de salud digno que los ampare, entre otras acciones sociales.
El desarrollo de un país es poder palpar en sus sistemas internos la inversión de la ciencia y la tecnología. El desarrollo de un país no es dar una bolsa de comida, eso más bien es el fracaso de un gobierno, donde sus ciudadanos no son capaces a través de su trabajo de cubrir sus necesidades más elementales. Hacer ciencia es hacer la verdadera lucha contra la pobreza y el atraso. La pobreza no se combate con migajas, con regalías, la pobreza se combate con conocimiento, con desarrollo, con servicios de calidad, y por supuesto empujando nuestra región al verdadero progreso que no es más que invertir en ciencia y en tecnología, solo así ganaremos la batalla contra la pobreza.
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