100 años para la historia parecen poco, pero para una institución en Venezuela representan mucho. Desde su fundación el Colegio San Ignacio de Caracas se convirtió en una cantera de líderes, muchos de los cuales ocuparon y ocupan como por ejemplo Lorenzo Mendoza puestos de primer nivel en las distintas áreas profesionales y de conducción del país. El presidente Rafael Caldera estuvo entre las generaciones de alumnos fundadores y siempre reconoció el aporte de la institución educativa a su formación. El socialcristianismo en Venezuela fue de raíz ignaciana. La universitaria Unión Nacional Estudiantil, antecedente de Copei, estuvo fundada también por exalumnos del San Ignacio, algunos de los cuales luego se incorporaron a la democracia cristiana. Otros ignacianos más jóvenes como Arístides Calvani, Henrique Pérez Olivares o Eduardo Fernández se sumaron después.
Dentro de la Iglesia Católica fue San Ignacio Loyola quien señaló primero la importancia de formar a los adolescentes en colegios religiosos, dedicándose los jesuitas de manera especial a tan magna obra. Las órdenes religiosas anteriores a la compañía de Jesús habían puesto el énfasis sobre todo en las universidades.
La deuda de muchos con los padres jesuitas encargados de la institución es impagable. Para una mayoría de los antiguos alumnos, el colegio fue nuestro segundo hogar, para otros incluso el más importante. Los filósofos griegos señalaron que la clave para construir una civilización robusta era la formación del carácter, de la virtud, de la moral de las personas. Para mi ver a estos sacerdotes junto a nosotros, que sacrificaron tener su propia familia, su vida placentera y su autonomía profesional y llevar una vida de obediencia, de castidad y de mucha austeridad me parece todavía asombroso. Muchos jesuitas incluso dejaron su país de origen para adoptar el nuestro. Todo para entregarle la vida a Dios en nosotros. Que privilegiados hemos sido en estos cien años los que recibimos su ejemplo y sabiduría.
El colegio ocupó casi todo nuestro tiempo: infantil y juvenil. Muchos nos incorporamos de lleno a sus distintas actividades, y al deporte. Los fines de semana o estábamos en las competencias deportivas o con el padre Galdos en las excursiones del Centro Excursionista Loyola. Otros en la banda de guerra y ahora los actuales alumnos también en los modelos de las Naciones Unidas.
Al salir del Colegio, muchos volvimos con el torneo del reencuentro de fútbol, la temporada de softbol, Copa Cel (exalumnos del centro excursionista), el equipo de natación Loyola Master o las prácticas de los ex miembros de la banda. A nuestros hijos los incorporamos al colegio y volvimos a vivirlo otra vez con ellos.
Cuando la generación fundadora entró a las aulas del colegio hubo alrededor de 40 jesuitas trabajando en el Colegio San Ignacio, con el correr de los años nacieron otras instituciones como por ejemplo la UCAB o “Fe y Alegría”, y además las vocaciones sacerdotales han mermado, con lo cual solo un pequeño grupo de jesuitas queda al frente del colegio, ahora acompañados por la mística heredada, los profesores y los ex alumnos ignacianos.
En el Colegio San Ignacio de Caracas se nos enseña que debemos esforzarnos al máximo, servir a los demás y al bien común, trascender y dejar huella, discernir el bien del mal, respetar los distintos puntos de vista y poner la fe en el Dios creador del cielo y de la tierra. Lo resume bien el lema de la institución “En todo amar y servir”. Con optimismo hoy podemos decir: cien años y ahora es cuando…
@OscarArnal