Cien años de soledad de Netflix es mucho más que un ambicioso proyecto de la obra seminal de Gabriel García Márquez. Es también, un homenaje extraordinario a la literatura del continente y a la concepción latinoamericana sobre la belleza, el fatalismo y la redención. Lo que brinda a la producción una especial profundidad.
La serie Cien años de soledad es mucho más que una adaptación. Que lo es y de hecho, una de las más notables del catálogo de Netflix. También, es una revisión esencial, al lenguaje folclórico, fantástico y hasta religioso de Latinoamérica. Mucho más, una obra meditada que convierte a la historia original en un recorrido por una mitología única, profundamente sentida y la mayoría de las veces siniestra. La combinación termina por ser un recorrido conmovedor por un mundo que se hace cada vez más complejo de capítulo a capítulo. Mucho más, cuando la creación de José Rivera y Natalia Santa transforma el dolor, el miedo y la decadencia en inspiradas imágenes con vida propia.
Macondo emerge salvaje y onírico desde los primeros episodios. De hecho, buena parte de la creación del pueblo se convierte en el centro y raíz de toda la premisa de la historia. Cien años de soledad sorprende por su exactitud y amor al libro del que proviene, pero también, en una profunda capacidad para reinventar su espíritu para un formato por completo nuevo. El resultado es una combinación entre pasajes enteros de la obra, junto con un análisis cuidadoso y respetuoso de su espíritu. Los primeros ocho capítulos de la serie son mucho más una búsqueda de su lugar en medio de una mitología que aborda su creación desde la maravilla que un relato conjunto. Por lo que el argumento — a manos de José Rivera, Natalia Santa, Camila Brugés, María Camila Arias y Albatros González — va y viene entre saltos temporales, escenarios cada vez más intricados y el delirio del amor, convertido en tronco fundacional de la historia.
Poderosa en sus momentos más épicos y conmovedora en los más discretos, la serie abandona la idea de solo ser una copia fiel — que lo es — para, también, convertirse en una traducción misteriosa del texto origen a través de sus propios símbolos. Como si se tratara del libro que el incansable Melquiades (un enigmático Moreno Borja) escribe en su habitación ruinosa de la casa familiar de los Buendía, la serie reconstruye la mitología de la Sierra Colombiana y transforma la búsqueda de la riqueza, el bien y hasta del amor, en un recorrido por el misterio. Cien años de soledad encuentra sus mejores momentos cuando logra conjugar el espíritu vivaz y brutal de sus personajes, con el realismo mágico, que se alza como un contexto extravagante y colorido alrededor de ellos.
La belleza salvaje de un mito
Pero mucho más, cuando describe sus mundos interiores de sus protagonistas con una sutileza cuidadosa que resulta asombrosa en medio de la intricada colección de sucesos y escenarios. De la alucinada y apasionada visión sobre la vida del patriarca José Arcadio Buendía (Marco González en su juventud y Diego Vásquez en la vejez), a la estoica ternura Úrsula Iguarán (Susana Morales), pasando por la turbulenta vida del coronel Aureliano Buendía (Claudio Cataño).
La serie brinda espacio, interés y sensibilidad para analizar sus conflictos, sufrimientos y sueños. Mucho más, cuando encuentra sus mejores momentos en los recorridos de sus principales figuras a través de la razón, los conflictos y los terrores que acechan en el tiempo. La producción es rica en su capacidad para construir sus conflictos sin apresurarse. Eso, al evitar hacer menos importante o deslucido, el denso contexto fatal de los Buendía, condenados a la soledad, la pérdida y al final, a la caída en los abismos de sus propios excesos.
En sus primeros ocho episodios, la producción abarca desde la creación de Macondo, hasta la llegada de la guerra y la violencia de los conflictos políticos, que García Márquez narró entre símbolos y alegorías en su novela. El argumento tiene el mismo cuidado que el libro, en evitar que el elemento de las tragedias del poder, se conviertan en el elemento central de la trama. Con todo, la visión acerca de los abusos de gobernantes, la influencia y la desigualdad, siguen siendo un escenario a la trastienda cada vez más complejo y peligroso.
De dolor también se vive en Cien años de soledad
Uno de los puntos más interesantes de la serie es la forma en que el guion estructura su complicada línea de tiempo. Con la misma cronología disruptiva del libro en que se basa, la serie avanza mostrando el pasado y la evolución de sus personajes entre saltos cronológicos apreciables. Pero gracias a una edición impecable a manos de Irene Blecua y Miguel Schverdfinger, el argumento continúa siendo preciso y fluido al momento de explorar en su mundo.
De la selva salvaje hasta parajes de pesadilla, como el que retrata la peste del insomnio en un Macondo espectral, en medio del olvido. Cien años de soledad logra convertir el mundo que narra en un paraje vital, de singular vigor y con una personalidad poderosa que conmoverá a los amantes del libro y cautivará al público que recién llega a la historia. Un logro que convierte a la producción en una de las mejores de Netflix hasta la fecha.