China contamina, principalmente, con emisiones de CO2 producto de su intensivo uso de carbón para generación eléctrica.
El 58% del mix energético de China tiene sustento en carbón, 20% en petróleo, 8% en gas natural y 8% generación hidráulica, con apenas 5% en generación renovable. Pese a todos los esfuerzos (ver cuadro IEA, 2019), las renovables aún no representan sólidamente su presencia en el consumo de energía.
En 2019 emitió más gases GEI (gases efecto invernadero) que todos los países desarrollados juntos (expertos del Rhodium Group, así aseguran), lo que significa que sus contribuciones en reducir contaminación, si es que fueron significativas, no van a lograr cumplir los acuerdos de reducción de GEI para mejorar condiciones ambientales para 2030.
Los GEI -conforme regla el protocolo de Kioto- son: dióxido de carbono, metano y el óxido nitroso, y dado el actual “récord” chino en contaminación los expertos dudan que en 2060 logren la tan ansiada “cero emisiones netas”. Particularmente me suscribo a los ejecutivos y analistas que dudan de aquello.
La contaminación es dañina para el medio ambiente y obviamente para las personas. Mucha atención con esa contaminación, específicamente denominada, “partículas en suspensión” PM2,5 (sustancias químicas como hollín, metales y polvo) que “se cuelan” en el sistema respiratorio causando desde leves IRAS (infecciones respiratorias) hasta colapso del sistema nervioso o también enfermedades del sistema circulatorio, primeras etapas del cáncer de pulmón, irritación de ojos y otros problemas cardiovasculares. La contaminación, además de ser un problema de economía de escala, es un problema de salud. La contaminación está perjudicando a esta y a la próxima generación.
Infortunadamente son “adictos” al carbón por varios motivos: primero, que en los ochenta tuvieron una legislación muy fuerte de promoción e incentivo para construir plantas de generación eléctrica basadas en carbón; segundo: el carbón natural tiene aún costos razonables de explotación y traslado entre regiones de China; y tercero, que su régimen político duro recién actuó, gracias a las presiones internacionales, tomó consciencia de la importancia de las renovables en una población (1,3 mil millones de personas) que diariamente consumen energía. Sin presión internacional hubieran seguido usando carbón a mayores niveles que los de ahora.
Si bien es cierto hay esfuerzos importantes en masificación de uso de fuentes renovables no contaminantes (solar/eólica), el carbón continúa siendo la principal fuente de generación eléctrica para la industria china. El carbón en China representa, en volumen, 53% de la oferta eléctrica global.
Su economía se expande, su población se expande, obviamente se necesita más energía para llenar esa demanda permanente. Y echan mano de lo más fácil: el carbón.
Además de la generación eléctrica (vía carbón), la industria minera, cementera y de productos químicos, sumada al transporte, son los principales expulsores de partículas contaminantes al medio ambiente.
El continuo uso de electricidad para aire acondicionado en gigantescas ciudades, o para calentar hogares, o para industrias o para iluminar las ciudades chinas, o para su transporte es fuente de contaminación permanente. Sumado al carbón, el transporte aún usa masivamente petróleo.
Las acciones que el régimen chino muestra contra la contaminación no son suficientes. Se debe hacer muchísimo más, como por ejemplo: cortar de raíz la construcción de nuevas plantas de carbón y la operación de plantas no-eficientes. Se debe seguir incentivando el ahorro y la eficiencia energética, continuar impulsando la electromovilidad en su gigantesco parque automotor y seguir introduciendo plantas de generación renovable, además de combatir en la lucha contra la contaminación: cerrar empresas contaminantes, atender a enfermos producto de la contaminación y apegarse a los tratados internacionales para reducción de GEI.
Las decisiones y acciones políticas son determinantes en este momento para que China tenga un papel clave en el desarrollo de la civilización: debe reducir sus emisiones y entrar a una agresiva política de descarbonización. No tiene otra alternativa.
Foto: AEI, 2019. Consumo energético de China.
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