OPINIÓN

China-Venezuela

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

Al parecer las elecciones primarias que se están anunciando tendrían un tema controversial, en lugar de escoger entre la variopinta fauna de candidatos enfrentaríamos un sí o un no. La pregunta sería ¿está usted de acuerdo en implantar en Venezuela el modelo chino de vida, crecimiento y cultura?

Esta presunción me asalta después de vivir extraños instantes en que el tiempo parece congelarse. Me ocurre cuando al terminar una conversación con un joven y “entusiasta” empresario me suelta una brillante idea: “Todo ha cambiado. Ya nada es lo que era”, repite insistentemente, no tenemos temor a las expropiaciones, ni a las medidas intervencionistas. Y, remata, el ministro responde cuando lo llamo y resuelve, los militares, los generales, en sus cuarteles son mis amigos, me llaman, atienden mis solicitudes. Hasta Delcy, la hermanita, solo me habla para preguntarme ¿qué necesitas? Eso de las alcabalas es mentira, Remigio tiene razón.

Regreso a mi casa confundida ante esta versión de la realidad, sobre todo porque el personaje es un hombre decente, trabajador, productivo y con una gran familia.

En medio de las cavilaciones, oigo la noticia “Juan Requesens acaba de ser condenado a 8 años de prisión sin que los jueces hayan podido comprobar algún delito”. Siento que la cordura está en riesgo, sin duda la condena es cierta, si algo no pasa antes, Juan se consumirá en un calabozo durante ocho años de su preciosa vida.

Allí están las partes del llamado modelo chino. Juan víctima de la injusticia de la inexistencia del Estado de Derecho, mientras se alimenta el ansia de producir, consumir, crecer, enriquecerse, pero sin atreverse a cuestionar, pensar, reclamar transparencia, es decir sin ejercer la condición de ser humano.

En esta paradójica situación, las palabras del empresario parecen tener eco: “Todo ha cambiado”. Tenemos permiso para trabajar, una contradicción que enloquece a muchos, a servidores públicos, personal sanitario, médicos y enfermeras, maestras, profesores universitarios, tecnólogos, investigadores, artistas. Gente cuya existencia es una batalla para subsistir y que sabe de manera cierta que en Venezuela hay más de 300 presos políticos/torturados, que la desnutrición infantil hace estragos, maestros que anuncian huelga porque no pueden sobrevivir económicamente, hospitales y universidades en riesgo de desaparecer de la faz de la Tierra. La identificación y la conectividad restringidos como atributos que concede y quita el régimen al igual que la electricidad y el agua potable.

Intento prender la computadora y la respuesta es “error”, está bloqueada. Ninguna realidad de estas es falsa. Me vuelvo ante la imagen de la Virgen del Valle y le ruego: “Virgencita, ayuda. ¿Qué nos está pasando?».

Parece ser que en Venezuela se intenta revivir un demoníaco modelo mediante el cual se puede producir, trabajar, ganar, pero sin mirar a ningún lado, sin prestarle atención a los episodios de violación de derechos humanos a la vida, a opinar, a exigir derechos y a cumplir deberes. Los verdaderos ganadores ya están ahí, con el garrote en la mano y los bolsillos llenos de riqueza mal habida. Aunque ahora se les suma mucha gente que ha vivido de sus emprendimientos, sus esfuerzos y constancia, creyendo que producir lo resuelve todo sin miramientos con la libertad, con la capacidad de decidir, de elegir y con nuestra conciencia.

La única condición es no protestar, no alterarse por las injusticias, obedecer y producir lo que se pueda. Me pregunto si habrá sobrevivido alguna cultura o sociedad cuya premisa sea “produce, enriquécete y no pienses, acalla tu rebeldía y simplemente trata de vivir en una abundancia que siempre será de pocos».

Envuelta en estos pensamientos me encuentro con un párrafo del más importante documento empresarial: «El sector privado como actor protagónico dentro de la sociedad. Todas las actividades deben estar abiertas a la inversión y actividad privada. El Estado concentrado en la reserva de la propiedad de los recursos que están en el subsuelo y en aquellos ámbitos en los cuales prevalezcan razones de seguridad y defensa o de bien público, como es el caso del espectro radioeléctrico». Si traducimos este texto, diría: «Nosotros producimos y el Estado se reserva la propiedad de vida, bienes y libertad».

Por estas razones, no es tan descabellado pensar que las primarias, si no nos avispamos, serían para respaldar la implantación final del modelo chino en Venezuela. Come y cállate.