La evolución de la crisis de Ucrania está alimentando la percepción en el criterio de muchos en Europa de que sería China a estas horas quien sostiene la sartén por el mango. Piensan muchos que el eje del poder se está inercialmente radicando en el país asiático en detrimento de Estados Unidos.
Su posición sobre los hechos de guerra ha estado cambiando de tono. Del inicio de los enfrentamientos en el que ese país tibiamente respaldaba a Rusia, ha pasado a sostener que lo que conviene es una solución diplomática y que estaría dispuesta a prestar su concurso para un cese el fuego. Una lectura atenta a los cinco elementos de su posición hace verlo con claridad.
Pero su tablero de ajedrez es harto complicado. Las sanciones aplicadas por los países occidentales a Rusia que incluyen la suspensión del mecanismo de pagos SWIFT no afectan a China sino tangencialmente ya que desde 2015 Pekín cuenta con su propio sistema de compensación de pagos interbancarios -CIPS se llama- y por ello sus intercambios con Rusia serían prácticamente invulnerables frente a los dictados de Washington.
Pero ¿quiere China facilitar su comercio con Rusia dándole de esta manera la espalda a las sanciones provocadas por la invasión rusa a Ucrania? ¿No se expone China a ser un nuevo objetivo de sanciones de parte de los aliados contra Rusia si la conducta de Moscú se mantiene y la escalada de la guerra se sigue tornando inmanejable como es el caso hasta este momento?
No es evidente aún que Pekín esté dispuesto a asumir ante el mundo el costo de una complicidad con Rusia, pero en la práctica y por la vía del comercio bilateral es una realidad palmaria que China le estaría proporcionando oxígeno al tirano. Poner a salvo a Rusia podría traerle como consecuencia un desacoplamiento del comercio con Occidente que resulta ser adicional al que se producirá espontáneamente si la invasión continúa y el mundo se ve afectado en su dinámica económica.
Más temprano que tarde Pekín se verá forzado a escoger entre su sintonía ideológica con el gobierno ruso y sus vínculos económicos con Estados Unidos y Europa. La diatriba se hará más exigente cuando más afectada se vea la dinámica rusa por la fuerza de su aislamiento.
Todo parece indicar que tanto Xi como sus asesores, al igual que los oficiales del Partido Comunista, son más bien proclives a que China actúe como mediador antes de que la situación adquiera un cariz más traumático e irreversible.
La dependencia rusa de las importaciones de China se va a tornar crítica y las empresas rusas estarán cada día más inclinadas a impulsar la relación rublo-yuan. Pero el tiempo apremia porque la debilidad del rublo –lleva ya perdido cerca de 40% de su valor– hace a la relación comercial a cada paso más costosa.
Por ello luce imperativo en el momento actual adelantar acciones conducentes a desarrollar una eficiente mediación que conduzca a Ucrania a retroceder en su aspiración a ser parte de OTAN . De ser así es preciso asegurarse de que Rusia ceda igualmente en términos de agresividad bélica.
Solo Xi Jinping, en una acción directa frente a Putin, podría conseguir un escenario de este tenor.