En el momento en que China se dispone a entregar drones-bomba a Rusia para ser utilizados en la guerra vieja ya de un año, la comunidad internacional continúa presionando a una posición diáfana de la potencia mundial en torno a su apoyo a Moscú.
El Ministerio de Relaciones Exteriores chino acaba de publicar un documento de 12 puntos en el que expresa la posición de Xi Jinping sobre una solución política de la crisis ucraniana. Y es así como, plagado de vaguedades y de inexactitudes y deliberadamente lleno de eufemismos, surge el “Plan de Paz”, como algunos lo han catalogado. Este apenas adelanta una única aseveración contundente, que es la de que debe exigirse un alto el fuego y “respetar la soberanía de todos los países”, pero sin definir a quién se dirige en este caso, si a Moscú o a Kiev. No va más lejos que instar a las partes a iniciar negociaciones y considera que el único equilibrio posible es el de no pronunciarse ni a favor ni en contra, para mantener un “papel constructivo”.
Todo lo que hay en el trasfondo de esta charada política –que no es necesario explicitar con declaraciones ni verterlo en un plan concreto– es una clara asociación de intereses estratégicos entre las dos autocracias, la china y la rusa, la que seguirá incluyendo los intercambios comerciales, la cooperación tecnológica, a una suerte de simbiosis energética, todo ello unido, cuando sea necesario, al apoyo mutuo en materia militar.
Es por todo lo anterior que Wang Yi, el diplomático de más alto rango en China, jefe de Relaciones Exteriores del Comité Central del Partido Comunista chino, tilda de “complicada y sombría” la situación internacional actual, pero acaba de asegurar también que “los lazos chino-rusos son maduros, fuertes y estables como la montaña Tai”. «Los ríos no se congelan en una noche de frío«, reza una frase histórica de Wang que estima que la situación en Ucrania hace imperativo mantener la calma y la razón.
Al propio tiempo, a la China de Xi no le interesa desacoplarse de Occidente, ya que esa sintonía la necesita imperiosamente para mantener su crecimiento y estabilidad, así como para disponer del músculo necesario para mantener su estrategia expansionista en el mundo. Es por ello que en su petitorio de paz, Pekín pide a los aliados occidentales de Kiev, y a Estados Unidos en particular, detener las sanciones unilaterales contra Rusia. Ello es demostrativo de lo que estas afectan a la gran potencia asiática.
Así lo decía Josep Piqué, exministro de Industrias y de Relaciones Exteriores de España hace un año, cuando recién comenzaba la invasión rusa a Ucrania: “Los costes de China a medio y largo plazo de apoyar a Rusia pueden ser superiores a los beneficios”. Por ello los bancos chinos no acuden al rescate de Rusia.
La posición calculada de China, aquella que favorece sus intereses, no debe ser ambigua, aun si la doctrina confucionista impone estrategias neutras en casos como el actual. La equidistancia, en los tiempos que corren y en un tema de esta envergadura, no cabe. Si China está determinada a jugar el juego de potencia responsable debe comenzar por detener los gestos de afinidad con la Rusia de Putin y, por igual, su sostén a modelos políticos autoritarios basados en el control de la sociedad.
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