En plena mitad del año del Conejo, la dinámica china contradice las fervientes creencias de su sociedad. De acuerdo a su zodíaco, este año del Conejo de Agua debería marcar una pausa entre la agresividad del tigre ( 2022) y la potencia del dragón ( 2024).

Este 2023 debería haber sido uno apacible y sin grandes cambios pero China; sin embargo, no se escapa de la situación turbulenta que el mundo atraviesa. Los expertos pensaban que al reactivarse los canales que se paralizaron durante el COVID las industrias y el sector financiero empezarían a mejorar y lo que vendría es un comportamiento positivo de las variables globales. Ello se traduciría en un nuevo esplendor para China. Pero es el caso que el comercio internacional sigue estando afectado por las tensiones geopolíticas, por el debilitamiento del consumo planetario y por las políticas restrictivas y monetarias casi en todas partes. Quienes se dedican a anticipar el futuro consideran que el volumen de comercio de bienes y de servicios apenas crecerá 2,3 % este año, lo que lo ubica bien por debajo de la tendencia de la prepandemia.

Por tratarse de una economía dirigida y por lo tanto de inflación y tasas de interés totalmente controladas, una recesión económica en China no estaba en el panorama. El gobierno seguiría inyectando dinero para impulsar su crecimiento. Sin embargo, iniciando este tercer trimestre del año, nos percatamos de que la producción manufacturera se ha contraído, produciendo un debilitamiento de su sector industrial. La actividad de la construcción también adolece de una persistente atonía. La expectativa de crecimiento de las exportaciones chinas es débil debido a la contracción del consumo que se experimentará a todo lo largo de este año en terceros países. La realidad es que los fondos de renta variable de Asia y específicamente los de inversión en China consideran que su desempeño está siendo el peor de todos.

El último informe del Banco Mundial asegura que la aceleración que se experimentó durante el primer trimestre fue positiva, pero el retroceso de abril a esta parte lo que muestra es que la recuperación es frágil, que se requiere de una atención detallada y de largo plazo, y que sus autoridades deben invertir esfuerzos adicionales para estimular y mantener el consumo de los hogares. Hay muchas áreas vulnerables. Es indispensable, por ejemplo, dotar de nuevo dinamismo al sector de la construcción y asegurar la expansión del empleo juvenil, que es el que más ha sufrido desde la pandemia y supera 20% al día de hoy. La deuda externa del sector no financiero –287% del PIB en 2022- tiene que recibir igualmente una atención prioritaria por el efecto que ella tiene en la capacidad de crecimiento y en la atracción de nuevos capitales.

Lo que ve en el panorama inmediato el Banco Mundial es que China podría terminar 2023 con un crecimiento de 5,3%, para retornar en 2024 y 2025 a una desaceleración estructural que está allí para quedarse. Lo anterior no son buenas noticias para quienes manejan la economía del coloso de Asia, pero tampoco lo son para los escenarios mundiales toda vez que ese solo país contribuirá con alrededor de un tercio del crecimiento mundial en este 2023. La volatilidad que se observa en las variables chinas influirá en la recuperación de los negocios y en el desempeño económico de los todos los países por fuera de sus fronteras.


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