Dedicado a todos los demócratas venezolanos y colombianos
Las voces «chimbo», «chimba», sorprendentemente son usados con valor de antónimos en Venezuela y Colombia. Esto, obviamente, no va a explicar para nada la presencia de algún enviado colombiano a la toma de posesión en nuestro país. Pero llama poderosamente la atención ese uso del vocablo como antónimo en una geografía tan cercana y permeable como el norte del sur de América. Tomemos también en cuenta que Colombia luce prácticamente invadida por los migrantes venezolanos, en una cifra cercana a los 2 millones, que buscan hacer una vida libre del terror y que en nuestro territorio abunda aún la presencia de colombianos. Ambas nacionalidades van y vienen comúnmente. Se mueven entre aquí y allá con ligereza. Muy extraño, linguísticamente hablando.
Un diccionario de venezolanismos recoge el uso común del vocablo aquí: «Malo, en mal estado, situación desagradable». Así, cuando en Venezuela decimos que algo es chimbo denotamos su baja calidad, su falta de belleza, su mala vaina, que podemos resumir, por ejemplo, en expresiones como «Qué chimbo lo que te ocurrió». Donde «chimbo» tiene valor de malo, terrible, desagradable, contrario a lo deseable. O: «Si eres chimbo», que equivale a señalar a alguien que no complace los deseos del otro, lo que hubiera querido que fuera.
Se descubre la oposición del valor terminológico actual, y me gustaría subrayar lo actual, aunque ignoramos exactamente desde cuándo se da la ocurrencia de esta antinomia, al escuchar a algunos de nuestros connacionales allá resaltar la belleza de algo o de alguien usando el término «chimbo» o «chimba». Al expresar, por ejemplo: «Esa ropa está bien chimba». Emisión que puede causar disonancia de manera inmediata entre hablantes de aquí y de allá. Más notoria resulta esta contradicción en el significado del mismo término en el uso de cantantes actuales, especialmente de reguetón, a quienes con más frecuencia se los puede escuchar difundidos con evidente frecuencia, en diversidad de artistas. Pueden verificar con prontitud en cualquiera de los colombianos cantantes de ese género. ¡Qué chimbo!
Ahora bien, lo que despierta la curiosidad, que solo hacemos notar sin intención alguna de resolver aquí, es: ¿cómo en un territorio y culturas tan cercanas como las de Venezuela y Colombia ocurre esa disimilitud antagónica en esos términos? ¿Por qué se da ese fenómeno tan extraordinario? En caso de registrarse oficialmente en el diccionario esos nuevos sentidos, ¿cómo se recogería? ¿Con doble valor, antagónico, notando la proveniencia?
Llama más la atención, despierta más la curiosidad lingüística, semántica más bien, conocer que el significado en nuestra lengua oficial es completamente otro. El diccionario de la RAE indica sentidos muy diversos a la palabra, casi ninguno de ellos reconocido actualmente en el habla venezolana -a excepción de los huevos en dulce-, y mucho menos contradictorio: «bilbaíno»; persona proveniente de un pueblo amerindio de los andes ecuatorianos, o varias especies de pájaros vascos. Casi nada relacionado con su uso actual en Venezuela y Colombia.
¿Qué pasó? ¿Por qué devino un término con un significado establecido en un uso totalmente distinto y con valor de antónimo en regiones tan próximas? Son hechos culturales, sociales muy llamativos, relacionados con el empleo de la lengua nuestra tan variable, tan rica, tan sorprendente.
Y más: ¿Alguno de los usos disímiles acabará por imponerse por una mayor difusión, por mayor alcance cultural y doblegando al otro? Me aventuro a determinar que de ser así ganaría el uso colombiano, ya que la extensión a través de las canciones podría ser definitivo y muchas razones más, relacionadas con el reguero de nuestros connacionales por el mundo. Pero, mientras tanto, luchan ambos por su supervivencia antagónica. ¿Perdurará en el tiempo su significado, su existencia como término que designa bueno o malo en nuestra lengua? O correrán ambos o uno de esos valores el destino fatal de la extinción? Sería altamente chimbo.
Los invito a observar el uso de la lengua con agudeza, resulta extremadamente apasionante.
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