Ayer se cumplieron diez años de la muerte del presidente Chávez, sin duda, una fecha triste para la mayoría del pueblo venezolano. Debo decir que para mí en lo personal, que pude conocerlo de cerca y trabajar estrechamente con él durante más de doce años, haciendo revolución y sirviendo al país, resulta doloroso e indignante ver cómo a diez años de su partida, toda su obra de gobierno y su legado político ha sido sepultado y arrasado por el madurismo; ver que en el país se ha impuesto la mentira y la felonía, para condenar al pueblo a una verdadera tragedia.
Seguramente el gobierno, junto a la plana mayor del madurismo, los mismos que han traicionado a Chávez y destruido su obra, organizó todo tipo de actos y eventos para conmemorar esta fecha, estuvieron allí en el Cuartel de la Montaña, junto a sus invitados internacionales, en posición privilegiada, desde el poder, para seguir manipulando a nuestro pueblo, para ocultar que son los únicos responsables de haberle arrebatado sus conquistas políticas, económicas y sociales alcanzadas durante la Revolución Bolivariana, lo que ha conducido al país al abismo.
Estoy convencido de que, más allá del poder, del odio y la intolerancia, la mayoría de los venezolanos, y los que hoy visitan al país, saben que con Chávez, perdimos un presidente que entregó su vida por los humildes; un hombre honesto, trabajador incansable, que decidió estar siempre al lado de los pobres y avanzar en el difícil camino de la construcción del socialismo. ¡Todos sabemos que Chávez merece mucho más que esto!
El asesinato del comandante Chávez, de hace 10 años, se repite todos los días, en la tragedia que vive el pueblo venezolano. Con su muerte, el madurismo, esa expresión atrasada y violenta de la derecha, asaltó el poder y entregó el país a la burguesía tradicional y a las élites que estuvieron allí agazapadas, a la sombra de lo que se llamó “el chavismo sin Chávez”, justamente, para acabar con la Quinta República, la Revolución Bolivariana, la Constitución y las leyes, apagando “el relámpago que rasgó las tinieblas”, y que le había entregado todo el poder al pueblo.
Si hacemos un balance de lo que ha sucedido luego de la muerte del presidente Chávez y de los largos 10 años que maduro lleva en el poder, nos podemos dar cuenta que de la Revolución Bolivariana no queda nada.
Hoy, aquellos grupos económicos y políticos que derrocaron a Chávez, el 11 de abril de 2002, aplauden y celebran las decisiones del gobierno de maduro, la aniquilación de la Plena Soberanía Petrolera, la entrega del petróleo a las transnacionales, la eliminación de las conquistas obreras, la imposición de un paquetazo económico de derecha, la violación de los derechos humanos como política de Estado, la derogación de la Constitución y las leyes de la Quinta República; mientras que el pueblo, despojado de sus instrumentos de poder y mecanismos de participación política, volvió a sus “ghettos” de miseria, en silencio y con miedo, a la vez que más de 7 millones de venezolanos abandonaron el país.
De la obra de Chávez no queda nada, ni las Misiones Sociales, ni el Poder Popular, ni la Pdvsa Roja Rojita, ni el “vivir bien”, ni la democracia participativa y protagónica, ni el socialismo del siglo XXI, ni el Plan de la Patria, ni el espíritu de la Revolución Bolivariana, aquel que movilizó al pueblo venezolano para derrocar golpes de Estado, el sabotaje petrolero, las guarimbas y los hechos en la plaza Altamira, y para construir un país inclusivo y pleno de justicia social, donde la solidaridad y la conciencia del deber social lograron el hecho extraordinario de ser protagonistas de un esfuerzo histórico, transformador y único que ofrecía un futuro para todos.
Chávez fue, sin duda, un líder excepcional, carismático, con la suficiente grandeza para entender su papel ante la historia y asumir las consecuencias que implicaba gobernar para el pueblo y romper todas las ataduras de dominación que se impusieron en el país desde la aparición del petróleo y la imposición del capitalismo rentista-petrolero. No fue fácil, lo digo con conocimiento de causa, por haber estado 12 años a su lado; a pesar de la violencia de las élites que se negaban a perder sus privilegios y la intolerancia política y social de los factores tradicionales de poder, el presidente Chávez jamás recurrió a la violencia política, ni a la represión, ni al asesinato; prefería siempre el camino de la política, el debate de las ideas, él tenía la autoridad moral la capacidad y la humanidad, para conducir el país de esa forma, jamás se manchó las manos de sangre.
Chávez se convirtió rápidamente en un líder internacional, sus actuaciones al frente de la OPEP, no sólo permitió reconstruir e impulsar nuestra Política Petrolera Internacional, nuestra influencia en este ámbito estratégico, sino que lo proyectaron con fuerza como defensor de los intereses de los países productores, en un ámbito económico mundial, profundamente desigual. Luego, fue construyendo espacios, en nuestros espacios geopolíticos; con Chávez, la idea bolivariana volvió a recorrer la América Latina, Suramérica y el Caribe. Con Chávez, Venezuela dejó de ser el país de las frivolidades petroleras, para convertirse en ejemplo y epicentro de las transformaciones revolucionarias, que estremecieron la región, del intento socialista.
Si hiciéramos un ejercicio de imaginación y Chávez estuviera hoy entre nosotros, seguramente tomaría el látigo para expulsar a los mercaderes del templo. Chávez, que se indignaba ante las injusticias, ante la desigualdad y ante el dolor humano, se alzaría contra este gobierno, no soportaría ver a su pueblo sufriendo y pasando hambre, humillado y vejado por la élite del madurismo, que asaltó el poder y se apropió del país. No toleraría que hubiesen arremetido contra la Pdvsa del pueblo, la Roja Rojita; que hubieran encarcelado a cientos de trabajadores; que nos hubieran perseguido y exiliado; que hubiesen entregado el petróleo y el gas a las transnacionales; jamás hubiese permitido la violación de los derechos humanos, y mucho menos que los policías enmascarados de maduro fueran a los barrios para asesinar a los pobres. No hubiese aceptado pactos con la burguesía y mucho menos entregarles el control de la economía y de las empresas del Estado. Chávez no hubiese permitido la eliminación del Poder Popular y de las Misiones Sociales, tampoco la destrucción del Arco Minero del Orinoco, ni perder nuestra fachada atlántica con la entrega del Territorio Esequibo. Chávez no hubiese permitido la imposición de un paquetazo económico de derecha, ni que los militares estuvieran al servicio de un gobierno violador de la Constitución. Por mucho menos de lo que sucede hoy día, Chávez se levantó en armas el 4 de febrero de 1992.
Pero Chávez ya no está y cada día que pasa el madurismo lo sepulta y lo desaparece, lo desfigura, desvaneciendo su fuerte contenido revolucionario, pretendiendo convertirlo en una comiquita.
Nos corresponde a nosotros, al chavismo, el revolucionario, socialista, el del Plan de la Patria, honrar la memoria y el legado político de Chávez y ponernos al frente del pueblo, en la lucha por sus derechos, desenmascarar y derrotar al madurismo, con valor y lealtad, es una manera de tener a Chávez otra vez entre nosotros. Nuestro comandante y el pueblo lo merecen. ¡Venceremos!