Nelson Mandela, el conocido líder surafricano que pasó 27 años en prisión, siempre comentaba: “Suele decirse que nadie conoce realmente cómo es una nación hasta haber estado en una de sus cárceles. Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada, a los presos”.
Mandela no se equivocaba, una gran muestra la tenemos en Venezuela. Tristemente para los que aquí vivimos, nunca imaginamos el caos y la destrucción que estamos viendo en nuestra patria. Y aunque soy optimista y no tengo dudas de que saldremos de esto, jamás supusimos que llegara al deplorable estado actual. Las cárceles no se escapan de esto, hoy en día tenemos un aproximado de 110.000 privados de libertad, de los cuales 7% aproximadamente son mujeres. De este número, 65.000 aproximadamente está en centros de detención preventiva, que son espacios transitorios donde los reclusos no deberían estar más de 48 horas, pero que lamentablemente se han convertido en cárceles permanentes y los 45.000 restantes en las cárceles tradicionales, que la ministra penitenciaria, Iris Varela, llama las mejores del mundo.
Mucho he escrito sobre la grave situación penitenciaria que vive Venezuela y la ausencia total de políticas públicas serias para buscar soluciones y tener un sistema penitenciario en el que los derechos humanos de los hombres y mujeres privados de libertad sean garantizados, como lo establecen la Constitución Nacional y otras normas internacionales. Aunque mucha gente crea que los presos no tienen derechos, por ser delincuentes, gozan de ellos al igual que cualquier ciudadano común y el Estado está en la obligación de que sean respetados, porque están bajo su tutela.
Lamentablemente, las autoridades penitenciarias venezolanas conocen poco o nada del tema. Su ignorancia la manifiestan cada día de la manera más abrupta, con soluciones que lo que hacen es agravar más la situación. Por momentos pienso –ojalá me equivoque– que sus mecanismos de tortura son hechos con total premeditación y alevosía.
Una de esas actuaciones irracionales a las que nos tiene acostumbrados la ministra penitenciaria la pudimos ver hace una semana. Tras la masacre ocurrida en el Centro Penitenciario de los Llanos el pasado 1 de mayo, en la que fueron asesinados 47 presos y 75 resultaron heridos, la señora Varela anunció lo que es una solución absurda: ordenó el cierre del Cepella y envió a los presos a otras cárceles del país con un hacinamiento extremo.
Es importante destacar que desde que fue creado el Ministerio para el Servicio Penitenciario, el 26 de julio de 2011, esta es la décima cárcel que clausura por problemas similares al ocurrido en el Cepella. Para que lo recuerden, se los refresco cronológicamente: Internado Judicial La Planta (Caracas), mayo de 2012; Internado Judicial de Coro: octubre de 2012; Centro Penitenciario Sabaneta (Zulia): septiembre de 2013; Internado Judicial Los Teques (Miranda): enero de 2014; Internado Judicial de la Región Insular de San Antonio (Nueva Esparta), febrero de 2016; Penitenciaría General de Venezuela. San Juan de los Morros, (Guárico), septiembre de 2016; Internado Judicial Los Pinos. San Juan de los Morros, (Guárico), septiembre de 2016; Internado Judicial de San Fernando, (Apure) abril de 2018; Centro de Detención Judicial de Amazonas, en Puerto Ayacucho, (Amazonas), agosto de 2018 y Centro Penitenciario de los Llanos en Guanare (Portuguesa), mayo de 2020.
Yo no me opongo a que se cierren cárceles y más si están en tan malas condiciones como las venezolanas, pero eso requiere planificación y la construcción de nuevos recintos adonde se lleven a los reclusos de la cárcel que va a ser cerrada. Nosotros tuvimos una experiencia interesante en 1996 cuando el presidente Rafael Caldera decidió implosionar el Retén de Catia, en Caracas, en lo que creo fue una especie de exorcismo medieval, para ver si de esta forma salíamos de la crisis penitenciaria, cosa que no ocurrió nunca. Pero en esa época hubo planificación y tenía construidas las cárceles del Rodeo II y Yare II, adonde fueron llevados los reclusos sin que esto ocasionara graves problemas. En la Venezuela actual las cárceles se cierran sin ninguna planificación y solo se trata de un traspaso de problemas de un lugar a otro.
A veces creo que la ministra Iris Varela se enteró de que en Suecia, Holanda y otros países del norte de Europa se estaban cerrando cárceles y quiere aplicar lo mismo en Venezuela, pero no supo que allá las están cerrando por falta de presos y una gran disminución de los niveles de criminalidad, mientras que de este lado del mundo ocurre todo lo contrario.
@cnietopalma
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