Con el mejor de los ánimos, con voluntad puesta en el propósito colectivo, dado el momento estelar para el logro del objetivo propuesto, discutido en cabildo con consenso unánime del Parlamento elegido en 2015, reconocido en su funcionamiento continuo, contra la maniobra que fraguó la elección de un parlamento fraudulento, milito junto con los que creen que las condiciones para revertir las normas de la marcha institucional nos apremia.
Por disposición de la voluntad resuelta del pueblo de Venezuela, así como el deseo de las grandes naciones del mundo; de organismos internacionales cansados de violaciones de los derechos humanos; que la apreciación de delitos de lesa humanidad comprobados con informes tangibles haya motivado que el fiscal de la Corte Penal Internacional llegue a concebir que en el caso de Venezuela existen pruebas suficiente para abrir un investigación, con reserva de presentar a la Sala de Cuestiones Preliminares de esa instancia una petición de autorización, acompañada de la documentación probatoria, dejando a salvo las que podrían ser presentadas por las víctimas.
Todo esto tiene que conducirnos de manera decidida y franca a buscar las condiciones reales, ponerlas a nuestra disposición en el decidido empeño de hacer lo necesario: la actuación del poder originario, sin discriminación; sin rezago de violencia fraudulenta; mediante el ejercicio del voto universal y secreto. Sin contaminación añadida; que haga vigente los principios constitucionales del debido proceso: como la garantía de manos “limpias” con debida transparencia en toda actividad del Estado. Como también por ser reclamo urgido, llevar a su final el enjuiciamiento de los funcionarios que han hecho de los paraísos fiscales el hábitat de sus riquezas mal habidas, disponiendo sin castigo, por ser élite de impunidad, de los fondos públicos.
Se nos impone por conducta ciudadana, por respeto a la moral política, entender con sustento de convicción irreversible, que la voluntad constitucional, que por más de 20 años se ha opuesto al régimen de fuerza, tiene la obligación de acatar que el poder constitucional no puede ser el que se niegue a admitir sus principios. Que el poder constitucional es aquel que tiene al soberano como pueblo, pertinente para dar por sabido que son los ciudadanos los que deciden con quién quieren vivir, cómo quieren ser gobernados, bajo qué normas se van a regir.
Lo que da por obvio que Nicolás Maduro, haciendo aspaviento de solidaridad castrense dispone de la FAN con manifiesta intención de continuar en el poder pretendiendo revivir una conducta de atraso feudal sepultada en 1958, dado el advenimiento de una democracia que nos impulsó como una nación en pleno desarrollo, que dejó de pertenecer al Tercer Mundo, con capacidad para lograrlo; antítesis de la actual ruindad económica que hoy padecemos.
¿Cuál es el drama sin pausa que hoy crispa la voluntad del venezolano? Está a la vista. Lo confirma con claridad, entre otros, un testigo de excepción, exministro de la economía en el gobierno del comandante fallecido. Se trata del profesor de la Universidad del Zulia Rodrigo Cabezas. Guardó silencio de no reparo al saqueo que le fuere hecho a Pdvsa, empresa puente mediante la cual millonarias sumas de dinero provenientes de la producción del petróleo hallaran depósito en los paraísos fiscales; e ignoró también sin actitud de denuncia la corrupción acaecida con los bonos y papeles de la deuda exterior adjudicados a dedo. Hoy el exdiputado, exministro, exprofesor y militante del PSUV informa sobre el desastre país. Dice: “Desde 2014 militares inexpertos han conducido las empresas del Estado”. Tal denuncia no nos puede sorprender: la presencia de militares de alto grado en los gabinetes de la revolución ha sido ostensible. Mantenerlos enchufados, rotarlos en los ministerios e institutos de Estado no constituye primicia.
Venezuela vive una situación que causa rechazo colectivo. Victima de un régimen incompetente y abusivo, infectado a la vista de todo por un alto grado de corrupción, que se niega a llevar a cabo un proceso electoral que mediante el ejercicio del sufragio rehabilite la paz, nos devuelva la independencia institucional y permita el trabajo productivo, recupere la economía.
El gobierno carece de fuerza popular. Se mantiene con argucias. El repudio colectivo contra su continuación se le ha enfrentado. Fue derrotado sin empleo bélico: el pueblo lo derrotó mediante el arma cívica de la abstención. Le dio a esta contenido de fuerza. No legalizo el fraude parlamentario fraguado por la ANC espuria. Sin duda una victoria cívica. Los que manejan el disfrute totalitario del poder son “muertos no enterrados”; pero con cupos apartados con exoneración de pago. La extremaunción está a la vista. El pueblo se encuentra harto de dictadura.
Salir de Maduro es criterio multitudinario, anidado en el pensamiento colectivo de la nación, cuya población lo urge, convencida de que su estado calamitoso de miseria es el resultado de un gobierno ineficaz, irregular, corrupto e inadecuado en cualesquiera de los aspectos.
¿Pero cómo salir de un régimen totalitario que alardea de fuerza, sostenido mediante maniobras nutridas con las “tetas” del presupuesto de la nación? La respuesta está más que dada en un principio dialéctico que nos ha enseñado la lucha política. No puede ser con exhibiciones subjetivas, envueltas en juego de palabras. Tiene que ser producto de la unidad del pueblo, en constituir una central unitaria de oposición que recoja a todas las fuerzas que en forma espontánea salen diariamente a plantear sus reivindicaciones, sin estar asistidas por los que se dicen ductores de la oposición.
Tiene que conformarse una dirección coherente que ayude a Guaidó, que lo asista. No que lo abandone, que le impida actuar como dirigente político de un partido o un jefe. Que le enseñe lo que es elemental: “Para que haya revolución, tiene que haber acción unificada”.
A los partidos políticos no les es dado agitar banderas del heroísmo como supremo, lo años de cárcel de un dirigente no se pueden usar como moda actual para alborotar el laberinto de la contradicciones e imponer a contrapelo de la central unitaria de oposición una jerarquía de imprescindibles paladines. Pretender que la nueva plataforma es la fachada de la MUD no es admisible, nos llevaría a hacerle el juego a Maduro.
La forma unitaria de conformar una central aglutinante nos indica que basta de jerarquías nonatas: debemos entender que lo inmediato es estrategia.
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