OPINIÓN

Centenario de CAP: pinceladas

por Adolfo P. Salgueiro Adolfo P. Salgueiro

Anteayer 27 de octubre se cumplió el centenario del nacimiento de Carlos Andrés Pérez, hombre que despertó grandes esperanzas, grandes polémicas y no pocos enconos en Venezuela. Lo que no se puede negar es que su figura y su impronta  han sido relevantes en toda la  etapa democrática entre 1958 y 1998, y también en la primera parte de este siglo XXI que alcanzó a vivir.

Vale la pena invertir unos pocos minutos en revisar el video https://www.youtube.com/watch?v=2Hx9iFkZdH4, grabado en 1998. Es una entrevista que le hiciera el periodista Marcel Granier a CAP en el entonces muy prestigioso programa dominical llamado Primer Plano. En el mismo el entrevistador pregunta al presidente qué visualiza para el país si llegara a ganar  Chávez. El político responde con unos presagios que lo acreditan como clarividente, cuya lúcida predicción lo coloca  a la par del famoso astrólogo y vidente francés  del siglo XVI conocido como Nostradamus.

En ese video CAP anticipa uno a uno los pasos que -de ganar Chávez- atravesaría Venezuela. Para la fecha de la aludida entrevista las elecciones de diciembre de 1998 aun no se habían realizado. Oiga usted esa grabación y compárela con la amarga realidad vivida desde entonces.

Pérez llegó a Miraflores dos veces, ambas por  medio de elecciones  pulcras, inobjetables,  suficientemente observadas y auditadas, que era lo normal para entonces. Allí no hubo que esperar a ninguna Tibisay ni a que en el “salón de totalización” cuadraran las marramucias antes de anunciar la famosa “tendencia irreversible” que servía de prolegómeno para apagar la luz y dormir tranquilamente  hasta el día siguiente, sabiendo que cualquiera fuese el vencedor la ganadora era Venezuela. En 1968 Caldera le ganó a Gonzalo Barrios por treinta 30.000 votos y no hubo que negociar nada sino contar.

Mucho se ha escrito y se escribirá sobre nuestro personaje. Quien esté libre de pecado podrá cuestionar su vida personal y familiar o los negocios que hicieron sus amigos, pero lo que no podrá dejar de reconocerse es su condición de inobjetable demócrata y de estadista en términos “macro”. Errores cometió, sin duda -especialmente en su primer mandato-, pero tuvo la grandeza de tomar nota de ellos intentando no repetirlos.

Viendo dónde está la Venezuela de hoy no es fantasioso preguntarse dónde hubiéramos estado si los programas económicos para la transformación puestos en marcha en 1989 con un equipo profesional tecnocrático de las figuras más relevantes no hubiesen sido abortados por la insidiosa maniobra que arropada con el calificativo de “apropiación indebida” logró judicializar las atribuciones del jefe del Estado y ponerlo detrás de las rejas, a lo cual no se resistió.

Este columnista se permite ahora intercalar algunos episodios, que mezclan lo personal con la política, que a nuestro juicio pintan al personaje.

Por nuestra  posición como miembro del equipo internacional del partido Acción Democrática, con la guía y patrocinio de su entonces titular Enrique Tejera París, tuvimos oportunidad de hacer viajes internacionales con CAP en los que quedó clara la  genuina admiración que recibía del público y autoridades de todas latitudes.

Recuerdo la ocasión en 1985 cuando fuimos al Perú para la  inauguración de la campaña presidencial de Alan García. En ese viaje, cuando el avión de Viasa hizo escala en Bogotá le fue permitido al entonces cardenal nicaragüense Obando y Bravo subir brevemente a la aeronave para sostener una conversación con CAP, a quien le pidió abogar por los presos políticos del régimen sandinista presidido por Daniel Ortega, quien ya se perfilaba como lo que es hoy.CAP lo prometió y lo hizo. ¿Se imagina usted eso hoy?

En Trujillo  (Perú) lo vi con estos ojos aconsejándole a Alan García (figura corpulenta y poco ágil) que saltara charcos como él lo había hecho con gran éxito publicitario. Alan saltó uno pequeñito y dio por culminado el experimento. Igual ganó las elecciones.

En 1992, tan pronto el Tribunal Supremo confirmó la sentencia de prisión para CAP, este servidor, en compañía de mi mentor y maestro Efraín Schacht Aristeguieta (que había sido su canciller y ministro de la Presidencia),   además de otras  personas emprendimos camino a la cárcel de El Junquito donde se le había fijado su lugar de reclusión. Pérez aún no había llegado a la cárcel y el director del Penal tampoco había recibido la respectiva boleta. A partir de la semana siguiente y todo el tiempo  que CAP estuvo allí (preso en el mismo espacio con el “Policía Izaguirre”) lo visitamos puntualmente y lo mismo hicimos cuando le dieron casa por cárcel, la cual cumplió en su quinta “La Ahumada”  en la urbanización Oripoto.

No niego que tuvimos diferencias, pero él era una figura mundial y este servidor apenas un asesor internacional. Un desencuentro fuerte fue en 1989 o 1990,  cuando CAP -a través de uno de sus ministros- “recomendó” a un grupo privado financiado por fondos venezolanos que descontinuáramos nuestros programas de asistencia y organización a favor de la candidata Violeta Chamorro que disputaba la elección con Ortega también en Nicaragua. Quien esto escribe decidió -junto con los demás miembros de la misión- continuar con nuestra tarea, que si bien tenía naturaleza técnico/política era privada, solicitada por la oposición nicaragüense, sin representación gubernamental alguna, aunque sí apoyada por varios partidos políticos. Resultado: CAP enfrió la relación con el suscrito y no volvimos a conversar hasta  que nos volvimos a encontrar visitándolo en  la cárcel de El Junquito en aciagos momentos.

Ya en Miami tuvimos oportunidad de conversar varias veces con CAP en su apartamento de la urbanización Bal Harbor (que creo le era prestado por un amigo). En esas  tenidas relataba y comentaba sus reuniones con los grandes actores de la escena mundial: Nyerere, Bush, Bouteflika, Peres, etc. Sus comentarios eran modestos, claros, con alguna enseñanza, y en todo caso era revivir la  historia con uno de sus protagonistas.

Después vino su lamentable enfermedad y muerte seguida por una dolorosa polémica familiar. Cuando ese episodio se dilucidó,  los restos de CAP regresaron a Venezuela para ser sepultados en La Guairita en una procesión que fue seguida por una multitud de decenas de miles de venezolanos que, de una u otra manera, incluyendo opositores, reconocían al estadista excepcional. El único cortejo fúnebre comparable en magnitud fue el de Rómulo Betancourt en 1981, ambos transitando por el bulevar de El Cafetal.

El tiempo todo lo cura o lo suaviza. CAP no fue “monedita de oro” para todos los venezolanos, pero ya sean partidarios o enemigos parece ser general la opinión de su estatura como estadista y -otra vez- nos preguntamos dónde estaríamos si el egoísmo de la lucha política no hubiera torcido el destino de nuestra Venezuela.

@apsalgueiro1