OPINIÓN

Ceguera por desnutrición

por Mitzy Capriles de Ledezma Mitzy Capriles de Ledezma

Recientemente sostuvimos una reunión con el prestigioso oftalmólogo venezolano Rafael Cortez. El propósito era analizar la situación del joven Rufo Chacón, víctima de una agresión en Táriba, estado Táchira, mientras protestaba junto a su madre por la carencia de gas doméstico en su comunidad. Una ráfaga de perdigones hicieron blanco en su cara, dejándolo sin visión.

La idea promovida por la Asociación Venezuela Libre, que coordina el doctor Simón Pedro Defendini, que agrupa a venezolanos de diversa procedencia y maneras de pensar que estamos desterrados en España, era encontrar alguna manera de auxiliar al joven Rufo, respondiendo a una proposición del embajador Fernando Gerbasi, sin crear falsas expectativas, pero sí confirmando nuestra solidaria voluntad de darle una mano en medio de esta tragedia que padece.

Le pedimos al doctor Cortez que nos resumiera el caso atinente a Rufo y fue muy claro y preciso respecto a las posibilidades de que Rufo recupere la vista. También nos paseamos por las alternativas de que Rufo aprenda a desarrollar habilidades que le hagan llevadera la vida en esta circunstancia que lo sorprendió.

En el curso de la conversación el doctor Cortez hizo referencia al alto número de venezolanos sentenciados a padecer en el futuro de ceguera por desnutrición. Todos nos quedamos alarmados, tomando en cuenta que según datos confiables de Unicef más de 330.000 niños venezolanos acusan desnutrición crónica y más de 90% de la ciudadanía sobrevive en un estatus de pobreza. Confieso que salí atormentada con esa información, llegué buscando datos sobre ese dictamen y me encontré con rasgos que confirmaban el pronóstico del doctor Rafael Cortez.

Ciertamente la malnutrición y el déficit de vitamina E son causas que potencian los elevados índices de seres humanos en las áreas más pobres. Son datos que ofrece la Fundación Vicente Ferrer que “ha realizado 4.587 operaciones de cataratas desde que en 2002 se pusiera en marcha el departamento de oftalmología en los hospitales de Kalyandurg y Kanekal”.

También la Organización Mundial de la Salud dispone de experticias según las cuales uno de los principales factores de riesgo es la diabetes, enfermedad que, según datos de 2015, afecta a 69,2 millones de personas en la India.

En mi búsqueda me conseguí con estas conclusiones: “La carencia alimentaria de vitamina A afecta frecuentemente y de manera importante los ojos y puede llevar a la ceguera. La xeroftalmía, que significa sequedad de los ojos (de la palabra griega xeros que significa seco), es el término que se utiliza para incluir las manifestaciones oculares resultantes de la falta de vitamina A. La carencia de esta vitamina tiene además un papel en varios cuadros clínicos no relacionados con los ojos y puede contribuir a aumentar la tasa de mortalidad infantil, sobre todo en niños con sarampión. Las manifestaciones oftálmicas graves de la carencia de vitamina A producen destrucción de la córnea y ceguera, y se observan principalmente en niños de corta edad.

Por el cuadro desolador que representan esos centenares de miles de niños desnutridos no es difícil suponer el futuro que tienen marcado. A ese drama se asocia el de las madres también desnutridas antes, durante y después del embarazo. Será un hecho que los niños nacerán con bajo peso, su crecimiento será irregular y su rendimiento escolar será precario.

Viviendo este exilio junto a Antonio, no dejo de recordar aquellas jornadas que cumplía desde la Alcaldía del Municipio Libertador en Caracas, cuando rescatábamos a los niños en situación de calle y era evidente su malnutrición. Por eso nos esmeramos en garantizarles sus tres comidas. Con la ayuda de nutricionistas se ofrecían tres platos balanceados, donde no faltaban las proteínas y las calorías. Cuando preparábamos la entrega de esas casas, que dejamos funcionando a plenitud, nos indignó que una de las “altas” funcionarias del tren de gobierno del alcalde entrante (agosto del año 2000) nos recriminara, quejosa, por qué se consumía tanta carne en esos albergues. “Esos muchachos están ahora mal acostumbrados”, espetó con una frialdad pasmosa.

Confieso ahora que me debatí entre la ira y la repulsión ante semejante barbaridad. La conclusión que hoy aflora es que era una premonición de la mala suerte que desde entonces correrían los niños venezolanos. No sería prioridad para esta falsa revolución garantizar su alimentación de los niños venezolanos.