Esta semana la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de los Andes en la ciudad de Mérida (Venezuela) está conmemorando una fecha histórica, una efemérides referida a los antecedentes y nacimiento no sólo de nuestra Facultad sino de la propia Universidad de los Andes, literalmente hablando, dado que los orígenes de nuestra bicentenaria y amada universidad están anclados en los primeros cursos y estudios que se dictaron en Derecho Civil, Derecho Canónico, Derecho Real y otros.
Creemos que más que hacer un recuento histórico sobre la génesis de la antigua Facultad de Derecho y la universidad respectivamente, indiscutiblemente vinculados a nuestra iglesia y a la figura transcendental y emblemática del obispo Fray Juan Ramos de Lora, nos corresponde plantearnos y confrontarnos con el papel, con los roles, con la responsabilidad que sobre nuestras espaldas tenemos en un mundo globalizado y mutante, pero fundamentalmente en un país que clama valores, clama democracia, clama Estado de Derecho, clama gestión pública, clama civismo frente al militarismo, clama justicia frente a la injusticia, que no se nos olvide que nuestra bicentenaria facultad alberga tres importantes escuelas como son la Escuela de Derecho, Ciencias Políticas y Criminología y por ende la interrogante que nos corresponde tener presente en un día como hoy: ¿Cuál es el papel de nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas, Políticas y Criminológicas, y sus egresados en medio de esta conmemoración del ducentésimo trigésimo cuarto (234) aniversario?
El mundo y nuestras sociedades vienen cambiando a pasos acelerados, mutaciones, transformaciones y nuevos problemas o fenómenos definen este vertiginoso siglo XXI que trastocan todo. Si algunas disciplinas en estos momentos tienen enormes retos no son solo las ciencias o disciplinas duras sino precisamente en el seno de la Ciencias Sociales, los roles del derecho, de la ciencia política y de la criminología respectivamente a escala planetaria y por supuesto local.
Cabría preguntarnos si tenemos las herramientas, códigos, enfoques, esquemas, autores y análisis para interpretar en la actualidad, las formas de concebir la vida, los hábitos, los tiempos azarosos, el amor, las obligaciones, la educación, los roles, las ideologías, el papel del Estado, el trabajo, la familia, las estructuras, la comunidad, las instituciones, la pareja, la inteligencia artificial, la religión, las ideologías políticas, el propio derecho y nuevas corrientes de pensamiento político, jurídico y constitucional, también estamos registrando mutaciones en los hábitos, costumbres, conductas y crímenes, la política y la democracia se encuentran sometidas a nuevos retos a los cuales no podemos darles la espalda, y estamos obligados a estudiar, analizar, en la procura de intervenir, proponer y aportar en un país y sociedad que registra insisto una multiplicidad de problemáticas y crisis en muchos aspectos y donde las universidades que en el pasado cercano han cumplido el papel de semillero y formadoras de profesionales sigan cumpliendo y aportando en la generación de talento humano.
Asistimos a una época ciertamente compleja y excesivamente dinámica y mutante, emergen un sinnúmero de situaciones, fenómenos y demás en muchos ámbitos, y especialmente en nuestras concepciones y esquemas, replanteándose precisamente los parámetros a través de los cuales pensamos, tomamos decisiones y existimos, y donde los universitarios, especialmente los abogados, los politólogos y los criminólogos estamos obligados a opinar, expresar, proponer, intervenir y aportar en la procura de una mejor sociedad y país.
En una conferencia internacional hace un par de con una universidad de Colombia señalábamos que vivimos un mundo que se debate entre certezas e incertidumbres, y una avalancha de retos y desafíos que no tienen antecedentes con épocas anteriores, la rapidez e intensidad de los cambios nos dejan a veces perplejos a los cientistas sociales, se quiebran los referentes tradicionales, y por ende, los ciudadanos requerimos nuevos códigos, herramientas, esquemas y enfoques para interpretar la sociedad actual a escala mundial, regional y local.
Logramos sobrevivir al covid-19 pero nos arropan otras enfermedades igualmente nocivas como la corrupción, la trata de seres humanos, nuevas y sofisticadas esclavitudes, terrorismos variados, activismo judicial y punitivo, poderes ocultos o salvajes, como los califican Norberto Bobbio y Luigi Ferrajoli, que amenazan y enfrentan al Estado, nuevas xenofobias, la degradación de la condición humana en algunos de nuestros países y sociedades, entre otros fenómenos registrados que debemos repito de abordar y analizar en el interior de nuestras aulas de clases.
Zygmunt Bauman, sociólogo alemán de quien he seguido la saga de una decena de libros de obligatoria lectura, afirma en uno de sus clásicos,, Modernidad líquida, con varias ediciones, es certero al señalar que “hoy hay una enorme cantidad de ciudadanos que quieren el cambio, que tiene ideas de cómo hacer el mundo mejor no sólo para ellos sino también para los demás, más hospitalario y sociable … y agrega … pero en la sociedad contemporánea, en la que somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes que en ningún otro momento de la historia. Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que, entre sus intenciones, diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente”.
La Universidad, la iglesia, la familia son tal vez las únicas instituciones que siguen de pie en la actualidad en nuestros países. Cómo explican ustedes que esta Universidad y esta facultad que calificamos de bicentenarias y legendarias, con un sitial en el país y fuera de el, funcionen con un presupuesto cercano al 10% de lo requerido para su normal desempeño, y viene la pregunta ¿es la educación un valor, es la educación una prioridad en la Venezuela actual?. Se dice que los venezolanos somos de memoria corta, solo puedo decirles estimados lectores de mi columna en el diario El Nacional, por experiencia propia como mucho seguramente de ustedes que este país, esa Venezuela que se nos fue de las manos permitió hasta hace poco que cualquier venezolano por vía del estudio y esfuerzo se hiciera profesional, y donde la educación se transformó en un catalizador, en la variable de cambio y ascenso social precisamente a través del estudio y esfuerzo personal reitero.
El escenario que hoy tenemos es complejo en todos los órdenes y aristas. En frente tenemos una sociedad sumergida y arropada por diversos fenómenos, entre ellos la debilidad del Estado para cumplir sus cometidos básicos, la precariedad de las instituciones, la carencia y deterioro del Estado de derecho, la ausencia de solidos partidos políticos y liderazgos, de una clase política responsable, proba, sería, y vanguardista ante sus ciudadanos, y por supuesto, una orfandad total e incertidumbre cuando tenemos un Estado y gobierno que se desentiende de sus ciudadanos al no darles seguridad, educación, garantizarles transporte, salud, empleo, salarios dignos, poder adquisitivo, energía eléctrica, agua potable o combustible de manera sostenida y eficiente. Por tanto, las certezas se reducen y las incertidumbres aumentan y se convierten en auténticas pesadillas cotidianas de todos los venezolanos tanto los que decidieron irse como de los que decimos quedarnos.
La universidad no puede disociarse de su entorno y nos corresponde no perder nunca de vista la sensibilidad por el prójimo, por el vecino, por el necesitado, por supuesto nunca eludir nuestro rol de formadores no solo de profesionales sino ciudadanos, ciudadanos con pensamiento crítico y no autómatas o súbditos, y eso lo hemos preservado en la Universidad de Los Andes y en esta Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, muy a pesar de algunos hijos (malos hijos diría un ex gobernador) que en sus actuaciones se han apartado de los valores y enseñanzas dadas en las aulas y hogares, más allá de eso hoy nos sentimos orgullosos de talento humano que hemos egresado en todas nuestras facultades y tener profesionales de alto nivel en todo el globo terráqueo trabajando en el sector público y privado.
Tenemos un país complejo al que no podemos tapar con un dedo, una sociedad que luce desdibujada para muchos y todos tenemos una cuota de responsabilidad que va más allá del espectro político ideológico, porque los problemas de los venezolanos van más allá de la cuarta o la quinta república, o del binomio gobierno y oposición.
En lo que refiere a nuestra facultad debemos decir que los campos de estudio, los perfiles y exigencias a nuestras tres carreras y egresados son harto complejos no sólo en lo nacional sino en lo universal. Como casa de estudios estamos obligados no sólo a involucrarnos con nuestros entornos repito, a la revisión de nuestros pensum y mallas curriculares en función de las exigencias y realidades actuales, formar a partir de habilidades y competencias se convierte en un imperativo de la universidad y facultad contemporánea tras la pandemia.
Estamos en deuda con la sociedad venezolana en la necesidad no sólo de materializar la Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999, sino de avanzar en las innovaciones y reformas que a escala planetaria se vienen planteando y debatiendo y que tienen que tener como objeto y centro de debate en clara perspectiva humanista acertadamente al “ser humano”. Todos los cambios y reivindicaciones en términos de derechos, garantías y progreso material e inmaterial deben centrarse en el ser humano, en la persona en el ciudadano.
Sin institucionalidad y sin legalidad nuestras sociedades están condenadas a la presencia de gobiernos personalistas, despóticos, lo que es peor, situaciones de precariedad jurídica que se traducen en el menoscabo de los derechos fundamentales establecidos en nuestra carta magna, paradójicamente observamos violaciones en diversos ámbitos en pleno siglo XXI, algo insólito e incongruente con el avance que hemos logrado en términos de derechos, garantías e institucionalidad a escala planetaria. Como nunca antes debemos pensar, meditar y servir como profesionales y ciudadanos a una sociedad que reclama atención.
La revalorización de la política sólo será posible de la mano de la revalorización de la democracia, el Estado de derecho y por ende de la política democrática y el ciudadano. Los retos que tenemos como alma mater y facultad que egresa profesionales del derecho, ciencia política y criminología son monumentales en un país y sociedad que reclama soluciones. Esta facultad que muchos la hemos calificado de legendaria y bicentenaria tiene un compromiso no sólo con el país nacional sino además con la propia academia, retos importantes en la necesidad de repensarse junto a sus autoridades, profesores, investigadores, empleados, obreros y demás, en esfuerzo mancomunado cuyos destinatarios finales sean nuestros estudiantes y la propia sociedad venezolana. No olvidemos que nunca seremos buenos profesionales sino somos antes buenos ciudadanos y personas. Viva la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de los Andes.
José Antonio Rivas Leone es decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas ULA
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