OPINIÓN

Causeway de Lila Neugebauer, cuerpo prisión

por Aglaia Berlutti Aglaia Berlutti

Causeway de Lila Neugebauer recibió una sorpresiva nominación al Oscar para el actor Brian Tyree Henry. Pero más que una rareza entre las grandes favoritas de la ceremonia de Los Oscar, es también el regreso de Jennifer Lawrence a los papeles poderosos y emocionales que la hicieron famosa. 

La directora Lila Neugebauer crea en Causeway, su debut cinematográfico después de una prolífica carrera teatral, una mirada claustrofóbica al dolor. Tanto el físico como el emocional, son cicatrices que se llevan a cuestas desde espacios — ya sean reales o mentales — diminutos, la mayoría de las veces tan desgarradores como para resultar insoportarbles. Al menos, es el caso de Lynsey (una contenida y magnífica Jennifer Lawrence), que regresó luego de servir en el ejército convertida, prácticamente, en una nueva mujer. Y no para bien: la cámara se empeña en seguir las consecuencias de la lesión cerebral que sufrió en medio de un ataque a campo abierto en detalle.

No se trata de una intención morbosa o mucho menos, de demostrar una idea abstracta acerca del sufrimiento. Neugebauer muestra el mundo de su personaje como un estrato inquietante en que el miedo y la angustia sofocante, se enlazan en algo más pérfido y venenoso. También, como el mundo del personaje se redujo a una serie de rutinas agotadoras, sobre las que intenta sostener su vida. Limitada en movimiento y convertida en una víctima de un padecimiento enemigo, Lynsey debe luchar como puede por mantenerse en pie. A la vez, por evitar que la sensación de creciente locura que la invade, la devaste.

El guion de Elizabeth Sanders, Luke Goebel y Ottessa Moshfegh es una colección de secuencias en la que el padecimiento físico es el centro alrededor del cual gravitan temas más intuitivos. Pero, el grupo de escritores es lo suficientemente hábil, como para no permitir que el personaje de Lawrence sea sólo una exploración acerca de la discapacidad, el cuerpo límite o los estratos ambiguos de la piel que convierte al espíritu en rehén. En lugar de eso, se esfuerza por demostrar que Lynsey desea vivir. Que lo logrará, incluso a pesar de las incomodidades, pequeños horrores cotidianos y el subtexto insistente, que insiste en que la vida puede cambiar de un momento a otro. Al menos, transformarse en un paisaje irreconocible que se recorre con torpeza.

En la mirada del tiempo inclemente 

Lynsey no está sola. Le acompaña Sharon (Jayne Houdyshell), una cuidadora que intenta protegerla como puede durante los primeros meses de adaptación. Ambas actrices, crean la curiosa sensación de empatía silenciosa. Sharon conduce a la paciente con mano firme, pero sin menospreciar su inteligencia, esfuerzos e impulso, por avanzar en una situación cada vez más complicada. Con una fotografía precisa, elegante y por momentos fría, la película dedica una buena cantidad de tiempo al estudio de la enfermedad como estrato de la conciencia.

“Tu cuerpo comprende sus dolores a un nivel secreto” dice Sharon, mientras ayuda a Lynsey a recuperar el impulso vital. Una frase que podría abarcar la angustia existencial que aplasta a la figura cabizbaja encarnada por Lawrence o la percepción inquietante, que bajo la piel, cada dolor se transforma en un código orgánico difícil de comprender.

Quizás, uno de los grandes logros de Neugebauer es brindar a su actriz, la posibilidad de construir un tipo de rebeldía invisible. La frustración de la enfermedad, se convierte progresivamente en un desaliento devastador. En la concepción insistente que hay barreras biológicas que pueden transformarse en una idea simbólica sobre la aceptación de lo íntimo. En un año en que Darren Aronofsky llevó la expresión física del dolor a un nivel por completo nuevo en The Whale, Causeway puede parecer pequeña, incluso insuficiente. Pero Lawrence crea un papel que se hace más poderoso por momentos y más sustancioso a medida que el personaje demuestra, sólo a través de gestos, su incomodidad y desconcierto. Lynsey está atrapada, afligida, derrotada. Vencida, por algo que la supera y que durante el primer tramo de la película, resulta casi insalvable.

El amor y el calor humano como las respuestas al sufrimiento 

Tal vez por eso, su relación con James (Brian Tyree Henry) en una actuación brillante que asombra por su profundidad cuidadosa y discreta. Este mecánico de Nueva Orleans, también lleva sobre su cuerpo los terrores de la reclusión, el peso y la violencia de la enfermedad. Juntos, son un dúo singular, un reflejo cuidadoso de la empatía y de un tipo de comunicación que Lynsey no puede entablar con nadie más. Ella, se aferra a la fortaleza de James en los momentos más oscuros, los más simples y violentos. Él, se mira a través de ella, contempla al mundo a través de la fortaleza de una mujer que intenta comprender el mundo, recién nacida desde el cansancio espiritual.

Quizás, Causeway se queda corta en su necesidad de explorar la necesidad de encuentro y comunión del espíritu humano. Pero, con todo, tanto Lawrence como Henry dialogan acerca del tiempo que transcurre silencioso y que les esculpe, en la soledad de los excluidos y los devastados por el dolor. Sin duda, el punto más alto de la película.