El catecismo comunista, última edición de Fidel Castro, aplicado por la barbarie -logia militar insurgente en 1992- a la que el presidente democrático Carlos Andrés Pérez acertó en calificar de delincuentes disfrazados con discurso de izquierda, deja, en pleno siglo XXI, al mundo perplejo como historia viva de la infamia, la perversidad y la corrupción.
El poder de los sin poder es la verdad y llamar las cosas por su nombre. Esbozaremos, como botón del fracaso consumado, la situación de la educación básica, cuando la usurpación fija nuevamente -fallidamente lo ha hecho 5 veces- el comienzo de clases para el mes de marzo. Van 2 años perdidos y la pandemia es un adicional al problema de raíz que tenemos.
Con el sistema sanitario por el piso, los hospitales sin insumos, no hay garantía de cubrir los riesgos que corren alumnos y maestros, en real peligro de contagio.
Las escuelas están que se caen, 7 de cada 10 en franco deterioro. Sin agua, los planteles no garantizan la bioseguridad, no basta el gel a la entrada del colegio.
Las aulas requieren de buena ventilación para que el aire circule. Los maestros de cierta edad son vulnerables. No incluyeron al sector educativo en la vacunación.
No hay efectivo y tanto alumnos y maestros (con 3 o 4 dólares no se puede vivir) no tienen para el pasaje. No hay condiciones para el regreso a clases en marzo.
Los niños permanecen con sus abuelos porque sus padres, obligados a emigrar, ya suman 3 a 4 años en la diáspora, para paliar el remezón con remesas y atender lo básico. La revolución ladrona se dedicó a destruir todo.
Con lo que gana un maestro y el pésimo servicio de Internet, que el régimen ni siquiera le cubre, las clases a distancia resultaron una falacia.
Preocupan y mucho las deficiencias que presentan los más pequeños con el cierre de las escuelas. Para ellos es prácticamente imposible educarse a distancia, se aprende poco.
El hiperfracasado ministerio de educación demonizó las evaluaciones y salta a la vista la gran cantidad de cosas que no están aprendiendo los niños. La ausencia de planificación técnica no ofrece la opción de nivelación y aún así promueven a los niños de grado.
El acompañamiento de la familia es muy limitado, por su falta de preparación, para ayudar efectivamente al educando.
La monumental deuda social del fracaso educativo no se va a saldar de buenas a primeras.
Lo posible es el esquema semipresencial, aun sin la debida planificación y diseño. Exige tiempo de los maestros (que se rebuscan con otros trabajitos para subsistir) y los asistentes que no existen. Insistimos en evaluar los conocimientos de los niños para recuperar el aprendizaje.
Los tiempos y los costos requieren inversión previa si la escuela no se encuentra en condiciones.
Los esquemas semipresenciales deberían constar de 2 turnos para reducir el número de los niños en los planteles por la pandemia.
La deserción escolar alcanza 50% y se le suma la desnutrición infantil gravísima causada por la corporación criminal.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!