La  cadena de mando, desde el torturado y preso estudiante universitario John Álvarez (24 años) hasta el  permanente ministro del Generalato Vladimir Padrino López, lo que fue Venezuela se inscribe ante el mundo libre como el eslabón principal de la oficializada cárcel territorial y regional, modelo de un antro militarista que fusiona crueles métodos   tradicionales de los Pinochet, Videla, Pérez Jiménez, Trujillo y ahora culmina en los totalitarios de Stalin, Hitler, Putin, por medio de sus discípulos Fidel Castro, Hugo Chávez Frías, Daniel Ortega, bajo el silencio y medias palabras cómplices de la mayoría presidencial populista que hoy comanda en Centro y Suramérica.

Los cuerpos uniformados, encapuchados y armados como para una guerra defensiva  inminente son aquellos niños de la calle encuartelados a juro por el chavismo original que  reciben órdenes del Cuartel Mayor Fuerte Tiuna vía Palacio de Miraflores y los llaman de  “Seguridad”. Son el Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) y la DGCIM (Dirección General de Contrainteligencia Militar). Consiste su labor obligatoria en espionaje, secuestro, detención arbitraria, tortura, ejecución, seudosuicidio y asesinato directo de quienes como adversarios del régimen -nada importa si son sus familiares, vecinos, amigos- protesten y manifiesten su disidencia sea colgando cartelones, declaren que es injusta la condena de sindicalistas que pasarán décadas en prisión por exigir el cumplimiento de los derechos de la clase trabajadora, por igual si son ancianos pensionados y desempleados, obreros de la minería robada o maestros de todos los niveles, desde preescolar hasta universitarios autónomos. Al exacto estilo chino, ruso y de Corea del Norte.

Esta generación aún joven, infiltrada por Cuba y adiestrada para el delito militarista, ¿está fatalmente perdida o es recuperable?

Se supo, se sabe. Está claro, a la vista y al oído que la población sobreviviente en su suelo  lo es por medio de ahorros y sueldos cada día más bajos, los indiferentes hartos y tantos inversionistas locales y transnacionales absolutamente fuera de ley que configuran la burbuja del “país arreglado” y los habituales comensales de basureros.

Son algunos de los objetivos principales de la revolución bolivariana.

Y todavía, sí todavía, siguen instalados en Caracas, oficinas encargadas de vigilar, detectar, comprobar y reportar a organismos competentes tamaños delitos de lesa humanidad. Funcionarios de la ONU y del Tribunal Penal Internacional radicado en La Haya.

Por ahora sólo queda votar en las elecciones primarias desde ya mismo inhabilitadas por el régimen delincuencial castrochavomadurista. Votar como sea, contra viento y marea, porque será la comprobación veraz y verídica que ante la historia quedará del supremacista régimen usurpador que se autoproclama “bolivariano”.

Si ocurriera el milagro que resucitara de repente al pensador político Simón Bolívar, sin dudas, en andrajos y entre torturadoras rejas estaría a la espera del verdugo elegido por el nuevo CNE (Consejo Nacional Electoral) a su vez obediente del TSJ (Tribuna Supremacista de la antijusticia revolucionaria), el togado y con birrete servidor del Generalato.

Cómo y cuándo será un hecho que el usurpado Himno Nacional manipulado en los cuarteles, se cante a todo pulmón después de un logrado “Abajo cadenas” y eliminando su  verso contradictorio de la primera estrofa, la más cantada, “el vil egoísmo que otra vez triunfó”  ,consagre su “Gloria al bravo pueblo que al yugo lanzó la  ley respetando la virtud y únión”.

¿Son   acaso lo que ahora llaman,en traducción libre del inglés , inútiles  y ridículos  “deseos imaginarios”? Es el reto.Ahí está el detalle.


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