No sé si es un arbolito o una planta de habichuelas mágicas, porque es enorme y apenas deja ver lo que le rodea, como si hubiese sido instalado con la intención de mostrar una suerte de grandeza. Llamémosle planta de habichuelas, eso no es un arbolito.
Está ubicado justo frente a Corpoelec, esa compañía que brinda un servicio de tal eficacia que no hace falta que un aparato se termine de dañar para comprar otros. ¡Ellos te ayudan a quemarlo con sus bajones diarios, totalmente gratis! Pero no es solo el arbolito lo que llama la atención, también que en toda la acera de enfrente, que cruza como un puente modernísimo la entrada de San Bernardino, hay flores navideñas y enormes y brillantes bambalinas en las que puedes meterte para tomarte una foto y celebrar la Navidad con una historia de Instagram en pleno… octubre.
Es que al parecer hay años en los que la Navidad se adelanta a modo de regalo, como una forma de decirles a los ciudadanos que las cosas van bien, que pueden salir a comprar en las tiendas que tienen una mitad repleta de disfraces terroríficos para Halloween y otra mitad repleta de luces, renos y guirnaldas. Casi parece que hace tres meses no hubo unas elecciones sin resultados detallados pero con ganador, casi parece que no hay gente presa solo por salir a caminar en pleno auge de las protestas, casi parece que los apagones ya no existen o casi parece que es mentira que el Centro Carter presentó en la OEA las actas innombrables que aparecieron para robarnos las gaitas.
Pero ahí, frente a Corpoelec, la mayor sorpresa no son las luces o la planta de habichuelas, tampoco los arreglos a la acera ni las cajas de regalo enormes que adornan el edificio de la compañía estatal. Es una estatua gloriosa que, con el brazo derecho alzado, mira hacia arriba con el ceño fruncido, quizás buscando dónde estará la punta de esa enorme planta de habichuelas. Como mensaje tiene una frase que al parecer pronunció ese hombre de porte heroico:
“Aquí estoy parado firme. Mándenme el pueblo, que yo sabré obedecerle. Soldado soy del pueblo, ustedes son mi jefe”.
Conmovedor.
Una reliquia así debe ser protegida. Ese mensaje tan bien elaborado es imposible que salga de la mente de otro individuo, y además el diseño de la imagen, con sus imperfecciones, combina relindo con la planta de habichuelas: la matica apunta hacia el cielo igual que la mano del heroico hombre. Con razón en los primeros días luego de su instalación estuvo tan custodiada por un funcionario que ya no se aparece por ahí.
Es que ni una foto se le puede tomar a la estatua sin que te miren raro. ¿Una frase así no debería ser registrada para la posteridad? Debo, también, señalarle al vigilante que en esa acera pasa mucha gente echando basura o ensuciando el piso con diferentes fluidos, así que la obra de arte puede correr el peligro de deteriorarse demasiado rápido. Le hace falta más custodia, no la dejen sola en plena Navidad.
Mira que quizás es el gigante que vive al final de la planta de habichuelas, no vaya a ser que se moleste.