Debo advertir que realmente no es mi área hacer escritos dedicados a ningún político en particular, pero hoy mi conciencia como profesional de la docencia en Venezuela me reclama y me exige decir lo que mi ser interno y mi conciencia reflexiona y piensa después de más 20 años en un “nuevo sistema de gobierno”, llamado primeramente “quinta república”, después “revolución bolivariana” y también denominado socialismo del siglo XXI, en fin, son muchos los nombres sobre los cuales este gobierno ha tenido gran inclinación por cambiarlos como si eso soluciona los males de la nación, pero mi intención no es caer en definiciones conceptuales de estos términos pues el debate seria amplio y es tema de otros artículos. También debo aclarar que en esta carta siempre le denominaré señor y no “profesor” porque creo que este título está reservado para aquellos que han amado la docencia y sienten el mayor respeto por ella, lo cual no es su caso.
Ante ello, quiero apuntar mi pluma reflexiva como educadora a un personaje que denota al Judas de la educación venezolana. ¡Sí! ¿Recuerdan a Judas Iscariote, el discípulo que simuló amor por Jesús, el Hijo de Dios, y que luego con un beso le traicionó y lo entregó a los fariseos para ser asesinado? Pues, señor Aristóbulo Istúriz, siéntase identificado con esta historia porque eso es lo que usted precisamente representa: el Judas de la educación venezolana.
Señor Aristóbulo Istúriz, ¿usted piensa que un docente puede vivir plenamente con menos de 2 dólares mensuales en un país donde hasta el gas doméstico está sobre los 5 dólares la bombona más pequeña? ¿Sabe que, ante la dura realidad que viven los docentes, sus acciones han sepultado nuestra profesión? Ya nadie quiere estudiar Educación. ¿Sabía que las aulas de nuestra máxima casa de estudios Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) están vacías debido al desprecio que este gobierno ha demostrado tener por los docentes? Es que ni siquiera la Universidad del Magisterio Samuel Robinson, que ustedes se encargaron de crear por no doblegar los principios de la UPEL, ha logrado captar estudiantes motivados y ganados a la docencia.
Señor Aristóbulo Istúriz, desde hace casi una década el educador es un profesional que ha sido llevado hasta la más ínfima miseria, donde nada tiene que ofrecer a sus propios hijos, por lo inhumano, corrupta e incompetente gestión de aquellos que como usted han ostentado el cargo de “ministro de Educación”. De hecho, usted es la mayor vergüenza para el gremio educativo, a pesar de ser un egresado de las aulas de nuestra UPEL, porque siendo un maestro que vivió las precariedades de un aula de clases, llegó a tan alto cargo para quedar en la historia como el ministro más miserable que ha tenido el sector educativo. Es decir, qué falsas fueron sus luchas en los tiempos de la democracia venezolana. Qué triste han sido sus “funciones” por la historia del magisterio venezolano.
Señor Aristóbulo Istúriz, sabe que si un maestro o miembro de su grupo familiar se enferma y llega a necesitar una operación, no cuenta ni siquiera con un pasaje para llegar a un centro hospitalario donde no hay suficientes médicos ni enfermeras por la misma situación de miseria a la que está sometido el trabajador público venezolano, y que en nuestros centros asistenciales tampoco se cuenta con insumos médicos y equipos para realizar estudios y exámenes biológicos. La salud es todo un viacrucis en Venezuela.
Señor Aristóbulo Istúriz, ¿no le duele saber que nuestros niños y jóvenes han dejado de asistir a nuestras aulas desde mucho antes de la pandemia del coronavirus por desnutrición, pobreza, miseria, emigración y hasta destrucción de lo que una vez fueron los comedores escolares? Entiendo que usted quiere darle lo mejor a sus hijos y nietos, incluyendo paseos en yate o grandes celebraciones, pero los educadores solo exigen para sus hijos calidad de vida, comer, vestir y que tengan una infancia feliz.
Señor Aristóbulo Istúriz parece que usted, al igual que su colega César Trompiz, “ministro” de la malograda Educación Universitaria, han decidido acabar con todo el sistema educativo venezolano en sus diferentes niveles y modalidades, pero le voy a decir algo muy concreto: Fui formada en la llamada cuarta república, tuve la mejor educación básica y media en aquellos años, e inicie y concluí mi vida de pregrado y posgrados universitarios en esta mal llamada revolución, y hoy –como la inmensa mayoría del país– estoy clara en cuál es su plan de liquidación de nuestra sociedad, que lamentablemente están logrando en perjuicio de millones de venezolanos.
Señor Aristóbulo Istúriz, usted no es tonto, conoce muy bien el poder crítico, reflexivo, analítico que solo nos otorga la educación. Sabe que un ciudadano formado y pensante no aceptará migajas, y se levantará contra la opresión. Que solo la educación insta para la lucha y genera las herramientas para el desarrollo de todos, Por ello, su único objetivo es contribuir al dominio del pueblo venezolano, y eso solo lo pueden lograr si destruyen la educación y lo mantienen en la ignorancia. La verdadera guerra la mantienen ustedes contra la educación porque no quieren formar ciudadanos de pensamiento crítico y libre.
Señor Aristóbulo Istúriz, si algo de conciencia queda en su ser, salga a la calle, bájese de su lujosa y blindada camioneta, deje sus escoltas a un lado y visite una escuela pública y vea cómo se cae a pedazos. Verifique si hay nutrición escolar. Pregunte a los docentes cuál es su salario, si desayunaron, si sus hijos comieron. Pregunte cómo llegaron a centros de trabajo con los zapatos rotos. ¿Qué hacen para sobrevivir? Tal vez esto le permita acercarse a una auténtica realidad y no la ficticia que solo existe para usted y su grupo político.
Señor Aristóbulo Istúriz, me despido de usted con mi conciencia libre. Fui formada en libertad y quiero volver a ella.
Señor Aristóbulo Istúriz, reflexione y recuerde que “no hay mal que dure cien años”. Creo firmemente que la verdadera enseñanza nos conducirá a la libertad.
María Margarita Galindo
Educadora venezolana
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