En tiempo de chiquiticas hay que procurar un platico, lo que pudiera ser considerado como una de las primeras tareas del nuevo gobierno que presidirá Edmundo González Urrutia, además de valorar la conveniencia de mantener a todo el personal del sector público en todo el país, salvo los removibles. El tiempo irá decidiendo sobre lo que el nuevo presidente deba sostener, mejorar, exceptuar, renovar, a su juicio y según acierto en junta o trato de virtuales «primus inter pares» con el régimen, si procediera. Afortunadamente en cada ciudad, pueblo y caserío hay un contabilista, el indispensable para lograr orden, claridad y precisión y para tantear el enorme peso que en cada rincón del país el presidente deberá equilibrar, al ir ponderando lo justo y lo ajustable, sin prisa, apremiando lo necesario, sin alejar el tino de la prudencia. Aunque no hay chance para emprender el inmejorable planteo del más exquisito teorema. No es momento para eso.
Hay que arar con los bueyes que hay. Es inaceptable que con la elección del 28J quede todo lo que hay. Puede quedar algo o poco. ¿Y si queda todo? Si queda todo es porque va a quedar todo bajo el yugo militar madurista/cubanista/rusianista/chinista, su morbo connatural, que mucho venezolano no supo prever, evitar, castigar.
Pero hay mejor venezolano que va a votar por Edmundo González Urrutia, quien va a ganar si todos los católicos votamos por él. En estos momentos no hay en Venezuela un grupo humano que tenga más miembros que el grupo católico. Los grupos de partidos políticos opositores, unidos, tienen un número de miembros muy inferior al del gigantesco grupo católico. No se trata de confundir al catolicismo como fuerza política.
Pero ese grupote va a ser un estupendo medio para ayudar la elevación de Venezuela al sitial que merece, con la ventaja de no atentar contra el desarrollo de ninguno de los partidos políticos.