
Distinguidos representantes:
No existe acuerdo, como el que debe realzarse, estableciendo un contenido que nunca deberá cumplirse y que por esto hay que celebrarlo, pues lo que está ocurriendo en Venezuela durante todo el siglo XXI justifica su vigencia pero no su aplicación.
El acuerdo es para ratificar que en cada país latinoamericano anfitrión el gobierno se elige mediante el voto de las personas civiles que tengan autorización legal para votar en favor de una persona civil, en proceso electoral cuyo conteo debe ser manual, a la vista del público en TV y radio, en la medida de lo posible, y hecho con la participación de observadores internacionales.
El acuerdo es para obligar a que los gobiernos firmantes introduzcan militares en el país anfitrión, cuando en este ocurran actos de usurpación para controlar su gobierno.
El acuerdo permite que los países adopten medidas de total aislamiento del gobierno anfitrión y toda clase de actuaciones para derrocarlo. Además, el acuerdo se aplica por el tiempo que sea indispensable para que el país anfitrión empiece a ser gobernado eficazmente por nuevo gobierno elegido por los votantes.
El acuerdo obliga a que el país anfitrión, mediante un fondo ad hoc, realice pago a los otros países de lo que deba a cada uno de ellos por sus respectivas actuaciones. Por tanto, el acuerdo obliga a que los países logren que los organismos financieros internacionales, de que son miembros, presten al país anfitrión los recursos que necesita para dichos pagos.
La composición del acuerdo no puede hacerse sin la participación de Estados Unidos ni Canadá mientras es natural que su impulso sea latinoamericano y a iniciativa de venezolanos.
Ojalá y ustedes, distinguidos representantes, tengan a bien adoptar algo como lo anterior que es realista, pero hay que organizar el aparataje necesario que requiere su procesamiento y para esto no hay otro ente apropiado mejor que la PUD para promoverlo y hacerlo funcionar adecuadamente.
El acuerdo tiene la máxima probabilidad de no ser aplicable, por no realizarse sus elementos, pero su existencia debe ser la espada de Damocles que los latinoamericanos siempre hemos necesitado en nuestra vida política.
Con mi mayor consideración.
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