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Carta a Jesús

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Hola tú o mí mismo:

Bueno, yo, que es lo mismo, y sin embargo, admito que no es fácil hablarte sabiéndome en ti, sobre todo cuando hay actualmente una manía epistolar en el ambiente que me impone la obligación y la certeza de ser honesto conmigo mismo, que es decir contigo, valga la redundancia. Porque, además, el ego nunca es ajeno, siempre es de uno, aun cuando hay quien sostenga lo contrario.

A ti que citas tanto al poeta Andrés Eloy Blanco, no tanto o solo por bardo y sensible juglar, sino también por político de intachable talante democrático y de ciudadanía ejemplar. A él, a quien se le ocurrió llamar al pueblo “Juan Bimba”, para que se le reconociera en sus angustias y derechos, se le reivindicara en sus más sentidas necesidades, y en fin, para que la democracia que ayudó a construir, le devolviera a ese pueblo la esperanza, luego de vivir las penurias de regímenes de fuerza, violentos y oprobiosos.

Hoy como ayer, y más, nosotros –es decir, tú y yo– por la huella perenne de las lecturas y preceptos aprendidos, creemos tan necesario convocar a la unidad nacional que permita un acercamiento con todos los sectores, en búsqueda de soluciones no violentas a la grave situación que vive el país.

La historia nos ilustra sobre la reconciliación de gentes cuyo reencuentro parecía imposible. Nuestro país no puede ser la excepción. No es fácil, lo sé como tú. Tampoco somos ingenuos para ignorar la terca manía de aquellos por mantenerse en el poder a todo trance.

Has dicho hasta el hartazgo que en Macondo llovió durante tanto tiempo y escampó, y te preguntas con razón esperanzada, por qué no habría de escampar en Venezuela.

Sé bien que sabes que hay que enfriar a los fanáticos que aprendieron una sola consigna, se cristalizan en un solo eslogan y no se afanarán en comprender y discutir lo distinto para que no se les quebrante su único y desesperado esquema.

El hombre moderado es el verdadero dueño de sí mismo y el más apto para evitar que las pasiones se impongan sobre la razón. No se requiere de mucho talento o filosofía para comprender cuando un hombre es falso o hipócrita, y Venezuela, desgraciadamente, ha sabido desenmascarar a muchos de sus líderes, que infieles a sus promesas solo han vivido su egoísmo.

Si se expresa con acierto y valentía el drama que nos mantiene en suplicio, habremos hecho algo en favor de su difusión para posibles soluciones. Quizá la palabra no salva, pero el silencio condena, y si algún dominio del lenguaje posees, quizá eso hará posible una mayor eficacia del mensaje sobre el lector.

El drama político y social del país se trasciende a sí mismo para convertirse, gracias al poder del lenguaje, en tragedia universal.

Por lo que llevo dicho, no faltará quien nos llame iluso, soñador, habida cuenta del gobierno que hoy manda en nuestro país, ese mismo que nos acogota y nos hace pensar a diario (casi nos convence) que nos lleva a un despeñadero, cuesta abajo como dice el tango llorón.

Pero es mejor esto –pensamos– a no hacer ni sugerir nada en este triste momento que vive la patria, en el que la política –al parecer– cada día gana más detractores. De allí la necesidad de reivindicarla. La tranquilidad de la indiferencia es mala consejera, pésima compañera.

Y si la democracia implica rectitud de conciencia como base del sistema, la honestidad como norma permanente, la pulcritud en las ideas y en las formas de comportamiento, yo sé que estarás allí conmigo, diciéndole conscientes de ella, que debemos ejercerla y defenderla y sostenerla y conocer las ventajas que tiene sobre otros sistemas de gobierno.

Por mi parte, y la tuya que sé que me acompaña como mi sombra, sigo con mi terco afán de querer mudarme a un mejor país, pero en el mismo sitio. Ese país mejor al cual tenemos tú y yo razones de aspirar y derecho de aspirar y soñar esa patria con tus dos soles civiles, que son los míos también.

Con esta epístola nos despedimos por este año, deseando que en el próximo 2020 nos pongamos de acuerdo en buscar y alcanzar propósito de rectificación, corregir, errores y subsanar omisiones. Tal vez alcancemos, además, mejorar nuestras condiciones de existencia.

¡Feliz 2020!

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