Joseph Stiglitz afirma en la introducción de su libro La gran brecha que admira a quienes tienen que escribir artículos semanales por la complejidad que significa decidir sobre cuál tema escribir. Tiene razón, eso que llaman la musa no siempre aparece con facilidad al momento de decidir un tema que sea de interés para el lector. Con el tiempo he descubierto que hay que buscar un equilibrio entre lo que uno quiere decir, o los textos que a uno le gustan y lo que los lectores están buscando. Últimamente trato de concentrarme en temas más personales o historias que no están en el centro de la noticia, eso que llaman las matrices de opinión. La opinión política ya tiene bastante teclado en estos tiempos tan complejos y difíciles. Reflotar historias y personajes que muchas veces no están ya en las corrientes de opinión es una tarea que creo vale la pena en la medida que tenemos la opción y el privilegio de llegarle a tantas personas por este y otros portales, con públicos de diferentes países y de distintos intereses.
Este abreboca tiene como objetivo explicar por qué en esta oportunidad voy a referirme a este personaje a quien dedico el titulo de este artículo. A los 90 años de edad y seguramente navegando el frío inclemente del estado de Nueva York y cuidándose de la pandemia, desde esta esquina tropical y golpeada en donde vivió varios años de su vida, escribo estas líneas para destacar su último libro, Medio siglo por el mundo, que llegó a mis manos gracias a mi buen amigo y su colega embajador peruano Javier Paulinich. Sí, he disfrutado muchísimo la lectura de esta autobiografía de Carlos Alzamora por varias razones. En primer lugar, porque está escrita con una excelente pluma, por su sentido del humor narrando detalles de la cotidianidad , su honestidad en la descripción de sus tiempos de vida diplomática y además porque mientras la leía despertó en mi persona las ganas de seguirle los pasos con un resumen de mi vida diplomática que no tengo duda vale la pena tanto por las huellas que pueden dejar tantas historias y anécdotas ,sino porque muchas veces sin plantearnos a lo largo de la vida hemos sido testigos de excepción de tantos acontecimientos, conocido personalidades ,evaluado la realidad de otras naciones , convivido en la transformación de la estructura internacional y hasta dejando aportes que muchas veces pasan por la debajo de la mesa sin que se conozcan sus autores.
Lo más importante de esta entrega de Alzamora es que le brinda la oportunidad a las nuevas generaciones que aspiran a seguir la compleja y exigente vida de la diplomacia, de las relaciones internacionales, que aprovechen esta trayectoria de vida para conocer los `pormenores de una carrera diplomática. Este libro es un aporte en ese sentido.
Por años escuché en los predios diplomáticos hablar de Alzamora. Era una referencia para la mayoría de los colegas peruanos que se nos atravesaron por la vida a la largo de tantos años de ejercicio de la carrera diplomática. Además, los latinoamericanos lo recordaban por su invalorable contribución como el tercer secretario permanente del Sistema Económico Latinoamericano (SELA). Tuve la oportunidad de conocerlo gracias a Miguel Rodríguez Mendoza, con quien lo une una gran amistad desde los años en que Miguel trabajó con Alzamora en el propio SELA. Fue en la isla de Margarita, ya hace más una década, pero sin duda fue una gran oportunidad de conversar con quien tuvo una trayectoria diplomática que lo llevó a cumplir altas responsabilidades tanto para su país como también en las Naciones Unidas al lado de otro gran diplomático de nuestra región como lo fue Pérez de Cuellar. Fue una oportunidad intercambiar por varias horas con un hombre de gran dimensión y experiencia. Lleno de anécdotas y prácticas. Guarda un especial afecto por Venezuela, los cuatro años que vivió entre nosotros le permitieron no solo hacer un importante trabajo por nuestra región, sino que le permitió conocer de cerca la realidad y las fortalezas de este país.
En este libro (ICONO, segunda Ed.2020) Alzamora nos permite conocer su bitácora de navegación diplomática desde que ingresó al servicio exterior peruano en 1948 con un extraordinario recorrido que lo llevó a servir en muchos países de las Américas, Europa y organismos internacionales. Para los fines de este articulo y para los lectores interesados en la diplomacia vale la pena resumir lo que fueron los innumerables cargos y lugares que le correspondió servir para ya de por sí darnos una idea de la intensidad que puedo haber sido su vida entrega al servicio público internacional. Después de sus pasos iniciales en la Cancillería peruana, trabajó en Bolivia, en Brasil, fue encargado de negocios en Estados Unidos, en Ecuador, embajador en Italia y la OEA. Fue director de Integración de la Cancillería, negociador del Pacto Andino, embajador en Ginebra y en Naciones Unidas en Nueva York, entre otras importantes responsabilidades.
A lo largo de su texto Alzamora pasa revista a su experiencia lo largo de muchos años ,llena de responsabilidades y anécdotas que van etapa por etapa demostrando su crecimiento profesional, sus habilidades como diplomático y negociador ,así como el sentido de pertenencia a una cancillería que tenía que convivir entre la más rancia disciplina de la diplomacia de Estado y los vaivenes de los cambios políticos internos en donde no siempre coincidía la visión de Torre Tagle, sede de la Cancillería peruana , con los aspavientos de la política del momento . No son pocas las anécdotas y las historias personales que nos va narrando en la medida que su vida transcurre. Nos cuenta sobre su vocación temprana para hacerse diplomático, su llegada a la cancillería en 1943, su primer destino ,Paraguay, país que lo marca para el resto de su vida, el reto como diplomático peruano haber servido dos veces en Ecuador, nos narra sobre amoríos en Italia, su experticia durante el conflicto del canal de Suez, su misión en Bolivia, en Brasil, la batalla por el nuevo orden económico internacional en Ginebra, haber representado a su país en Washington y el cargo cumbre en las Naciones Unidas, entre tantas otras . Mucha de su narrativa se convierte en un manual de ejercicio de la diplomacia. Historias sobre los acontecimientos, decisiones y negociaciones en las que participó son una perfecta guía de actuación para demostrar cómo la combinación de la experiencia y la madurez forman parte de la coraza que va desarrollando el diplomático a lo largo de sus años. Este, sin duda, sería un libro que le recomendaría a las Academias Diplomáticas para estimular la formación de los nuevos cuadros de profesionales que se forman en muchos centros de preparación de los futuros representantes de los países a lo largo y ancho del planeta.
No seria este el espacio para destacar muchos de sus cuentos y escenarios en donde le correspondió actuar, pero si me detengo un poco en algunas de sus reflexiones de su actuación en el SELA como la organización latinoamericana por excelencia, mérito por cierto de los expresidentes Carlos Andrés Pérez y Luis Echeverría de México. La creación de ese organismo, como bien lo afirma Alzamora, “fue una decisión histórica, de un coraje y una visión impensable “ para aquellos tiempos. Con esta organización se buscaba la no fácil tarea de la concertación económica para fortalecer la presencia de nuestra región en las ya complejas negociaciones internacionales y en la toma de decisiones conjuntas ante las nuevas demandas que se hacían en el escenario económico y comercial. Nos cuenta el autor que no fueron pocos los desafíos del organismo regional. La revolución nicaragüense que busca al SELA como herramienta de cooperación ante los desafíos del proceso político que iniciaban. Hostigamiento a la Secretaria Permanente por parte de las dictaduras de la región en aquel entonces y relacionada con la membresía de Cuba .Los incumplimientos de las cuotas por parte de actores claves .No fueron pocos los temas centrales que desarrollaron durante su gestión; la crisis energética y la seguridad de América Latina, el drama de la deuda externa, la primera reunión de ministros de Finanzas y hasta una activa participación en el contexto de la guerra de las Malvinas que lo obligó a viajar a todos los países de la región en la búsqueda de la solidaridad con Argentina. Alzamora durante su mandato, dejó conciencia de la importancia de la integración latinoamericana, hay constancia de su insistencia en potencial de una región solidaria, unida y de la obligación de” superar los complejos del pasado y rescatar la confianza en el propio esfuerzo. “Al igual que otros latinoamericanistas de esos años, como Jaime Moncayo, Sebastián Alegrett y Cardozo, el embajador Carlos Alzamora entendía el retraso de nuestra región en lograr efectivos acuerdos de concertación. Simón Alberto Consalvi , excanciller y uno de los venezolanos mas destacados de nuestra etapa democrática, escribió un artículo en El Nacional cuando Alzamora terminó su gestión y que él mismo cita en su libro destacando que el diplomático peruano “contra viento y marea, impuso no solo un estilo sino también una conciencia, que enrumbó al SELA hacia la meta para la cual fue concebido y creado, y dejó como legado un cuerpo de doctrina ciertamente inapreciable.”
Un latinoamericano universal que seguramente pocos lectores conocieron o tenían referencia. Espero que jóvenes diplomáticos se interesen por su historia y que futuros reconocimientos le hagan a este ilustre soldado de la diplomacia. Aquí en Caracas en la sede del SELA se le recuerda permanentemente gracias a la iniciativa del embajador Paulinich, quien recientemente inauguró una sala que lleva su nombre en homenaje a su destacada labor como secretario permanente. Un saludo afectuoso si estas letras le llegan a sus manos y un Feliz Año a nuestros asiduos lectores.
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