OPINIÓN

Carlos Alberto Montaner

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

En algunos instantes de tristeza siempre acudo a las imágenes de unos seres humanos que han dejado huellas imborrables en nuestras vidas, tal es el caso de Carlos Alberto Montaner.  Encontré en su última carta una frase que refleja su pensamiento: “La democracia y la libertad están al alcance de cualquier pueblo que se lo proponga”. Esta afirmación se torna más imperiosa cuando constatamos o vivimos lo que nos aparta de la democracia y la libertad, las subjetividades, las ideologías, lo que profesamos, las mentiras que nos han invadido y nos hacen creer en grandes falsedades. Pude conversar con Carlos Alberto Montaner en Quito, se mostró muy interesado por el episodio electoral derivado de la primera inhabilitación dictada contra María Corina Machado, operación política del régimen que le impidió participar en el proceso electoral del momento. Un obstáculo ante el cual surgió la posibilidad de ocupar su lugar, operación que al final no pudo ejecutarse. Un episodio que según Montaner debió haberse realizado, opinaba que no había que perder ningún espacio.

Estas imágenes vienen al caso cuando oímos a Nicolás Maduro reclamar con tono airado que es víctima de una conspiración mediática que impide que sus “multitudinarias” concentraciones sean difundidas por los pocos medios que aún existen en Venezuela. Intenta hacer aparecer el rechazo de los venezolanos a su ejercicio dictatorial como una manipulación de unos medios de comunicación casi desaparecidos en el país, producto de sus políticas exterminadoras, al estilo Fidel contra los medios cubanos. Hoy sólo existen en la isla periódicos y una estación de TV  como medios de comunicación cautivos, controlados totalmente por el régimen comunista.

Esta denuncia de Maduro merece ser analizada con seriedad, es la técnica de dar la vuelta a la tortilla, poner a circular una mentira que contradice la realidad. Maduro ha sido el hombre en el poder con más poder represivo contra los medios de comunicación y quizás el personaje que ha puesto a circular las mayores falsedades en los medios. Carga en su expediente haber clausurado más de 284 emisoras de radio, cerrar 80 programas de radio, sacar de circulación más de 60 medios impresos durante su gobierno y liquidar 7 cadenas de TV. Su represión comunicacional está fuertemente documentada, bastan los datos de la compañía Telefónica española: “La empresa de telefonía reveló que fueron interceptadas 1.584.547 líneas telefónicas de clientes venezolanos, lo que se traduce en más del 20% del total de suscriptores que suman 7.928.000. Las intervenciones se dieron por órdenes de entes del Estado, aunque no a través de organismos judiciales, sino de órganos de investigación de policía, militares, de inteligencia y la Universidad Experimental de la Seguridad (UNES). A los teléfonos ‘pinchados’, monitoreos de mensajes de texto, rastreo y ubicación de personas y revisión de búsquedas de Internet se suma el bloqueo a sitios de información y noticias por orden de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel)”.

Este es un dato que debe ser tomado muy en cuenta, pues se refiere al centro del campo de la batalla política actual, no es una guerra convencional, con bombas y  tanques, es un gran combate a nivel de los valores, de aquellas cosas en la que creemos o nos hacen creer.

Si seguimos las pistas de la propaganda oficial, veremos que en estos momentos Maduro intenta transmitir una falsa comunicación, basada en la paz, conciliación, defensa de la libertad, ideas que lanza sin ningún pudor, en contraste pleno con sus actuaciones represivas desde la presidencia del país.

En este marco estratégico, el 5 de julio reciente, Maduro se atrevió a lanzar este mensaje: “Venezuela quiere paz, siempre ha luchado por su derecho a la paz. Nuestro pueblo tiene derecho a la democracia, libertad, calma, tranquilidad y es lo que defendemos a diario y es a lo que yo llamo a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana: defender el derecho de nuestro pueblo a la paz, al desarrollo”. Un mensaje que va directo a la conciencia de muchos venezolanos que no logran entender por qué sobrevivir en Venezuela se ha convertido en una tarea casi imposible, a tal punto que 25% de los habitantes del país han decidido huir, una diáspora sin precedentes históricos en nuestro país y en América latina, buscan salidas en otros territorios, cargados de inseguridades, con hambre y temor ante la injusticia que los lleva a arriesgar sus vidas en desesperadas huidas. “El éxodo venezolano es el más grande que ha visto América Latina en la época moderna”, según la Agencia de Naciones Unidas para las Migraciones (Acnur). Se trata de una de las mayores crisis migratorias del mundo, junto con las de Ucrania y de Siria. De los más de 5 millones que están ahora repartidos por América Latina, 1,7 están en Colombia. Una gran parte de estos migrantes cruzan, muchos de ellos a pie, por la cordillera oriental de los Andes colombianos, cuyos pasos alcanzan cotas de más de 3.500 metros sobre el nivel del mar”.

Una terrible situación que Carlos Alberto Montaner intentó tenazmente mostrar, evidenciar, ante el mundo y frente a los dirigentes de la dictadura cubana, tal como expresa en su última carta al actual mandatario de Cuba: “Señor Díaz-Canel, el marxismo, como sustancia del sistema comunista, ha fracasado siempre, con todo tipo de comunismo y de líder que lo ha intentado. ¿Por qué? Se ha llevado a cabo entre alemanes y ya vio los resultados. Se trató entre los coreanos y ya ha visto usted las consecuencias: en la misma península hay una parte, al norte que ni siquiera tiene electricidad por las noches. Y en el sur, en cambio, es la Corea desarrollada que exporta vehículos, televisores y computadoras, y la población tiene un estándar de vida similar al del primer mundo”. Un intento más en las múltiples intervenciones, declaraciones, textos que pronunciaba en cualquier lugar del mundo donde estuviese, en su incansable lucha por la libertad de su isla y de otros países en conflicto. Insistía sin descanso: “Confiscar las grandes y medianas empresas fue un grave error que se cometió entre junio y diciembre de 1960 en Cuba. Con cobrarles impuestos bastaba. Y confiscar las pequeñas fue una estupidez ocurrida en 1968, donde decenas de miles de empresas pasaron al Estado, durante la llamada “Ofensiva revolucionaria”, algunas de ellas formadas por solamente una persona, como los taxis y ciertas barberías y peluquerías, y, muy a su pesar, la sociedad cubana se convirtió en la más comunista del planeta. No he llegado hasta aquí para decirle lo que ya usted sabía. Que Marx estaba equivocado era evidente. Que el comunismo estaba basado en la apropiación del aparato productivo era un desastre. Que en nuestra isla había provocado una catástrofe tremenda, con las ciudades y los caminos destrozados, como si hubieran sufrido un bombardeo de una potencia inclemente. Mi tiempo ya ha pasado. El tiempo del castrismo ya se agotó. En realidad, nació condenado al fracaso desde el principio. Es el momento de jóvenes como Rosa María Payá dentro y fuera de la isla, que buscan afanosamente lo que ella resume como “la defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos». Aprenda de ellos. Todavía puede hacerlo. Cuando Raúl muera se lo harán a usted”.

La grandeza de Carlos Alberto Montaner trasluce en el tono casi paternal que preside esta postrera comunicación, donde repite y fustiga con verdades que supone que el dictador cubano debe conocer, que viola permanentemente, pero no por ello ceja en su insistencia, en su empeño de acercar a este hombre ciego que es Díaz-Canel a ver con más objetividad la historia del mundo y la realidad de su país:

“En Cuba no se elige entre diversas opciones, sino se ratifica, se reitera, a la espera de que una vez la chispa encienda la pradera. Los técnicos del Partido Comunista son expertos en buscar excusas a las crisis que les inflige el sistema, pero no son magos imaginando soluciones”. En un intento indeclinable por tocar el espíritu de piedra de Díaz-Canel le recuerda: “La naturaleza humana es contraria al marxismo-leninismo, como me reconoció Alexander Yakovlev, el “padre” de la “glasnost”, una inolvidable tarde, muy cerca del Kremlin, en el enorme despacho de Mijail Súslov, ideólogo y vigilante de las esencias marxistas, ya entonces muerto (1982). ¿Por qué lo sabemos? Porque se ha intentado de cien formas diferentes bajo cien líderes distintos, con todas las gradaciones del esquivo carisma, y bajo diversas etnias -germánicos, eslavos, latinos, etc.- y tras distintos telones de fondo religioso -católicos, luteranos, budistas, etc.- y en absolutamente todos ha fallado”.

Y en uno de sus artículos finales nos recuerda: “Había suficientes elementos en la década de los cincuenta del siglo XX para desechar el marxismo. Las dos Alemania comenzaban a configurarse. Las dos China (la de Taipéi y la de Pekín) se iniciaban en la competencia. Incluso una mirada profunda a la propia Cuba podía reflejar cómo se traducía la cercanía de la isla a los centros de mayor desarrollo. La Cuba real vivía uncida a Estados Unidos, a su gran tamaño, a su capital, a sus centros creativos. Más de seis décadas después, se ha visto que fue una locura tirarlo todo por la borda”.

Montaner no pierde las esperanzas, analiza los regímenes en el poder y recuerda: “Cuba y Venezuela saben que tienen que mover ficha en la dirección del cambio democrático, pero no hay el menor síntoma en ese sentido. Cuba acaba de aprobar un Código Penal infinitamente más restrictivo que el que existía, aumentando las ‘razones’ por las que el Estado te puede fusilar, mientras mantiene en la cárcel a cientos de manifestantes que salieron a protestar pacíficamente el 11 de julio pasado, al ritmo de la canción «Patria y vida»”. Sabe que en Venezuela las cárceles están llenas de presos políticos y que la libertad de información está clausurada por Maduro, quien se queja de un boicot comunicacional contra sus pobres manifestaciones públicas, intentando tapar el sol con un dedo, desconociendo que está presente, es innegable el rechazo popular a su gobierno. Montaner le recuerda: “Hoy Venezuela debería estar produciendo 5 millones de barriles diarios. Apenas produce 600.000. Tiene que importar gasolina de Irán para abastecer a los venezolanos. Se ha cumplido el jocoso vaticinio de Milton Friedman: si se les entrega a los socialistas el Sahara acaban importando arena”.

Ojalá que la oportunidad que brinda la esperada realización de elecciones primarias en Venezuela pueda acercarnos a la predicción de Carlos Alberto Montaner: “La democracia y la libertad están al alcance de cualquier pueblo que se lo proponga”. Gracias Carlos Alberto por haber escrito como un venezolano de corazón, diciendo verdades y resaltando las mentiras destructivas de Maduro y del socialismo. Te seguiremos oyendo: Sí nos proponemos rescatar la libertad.