Estimados lectores, amigos y familiares, hoy no les voy a escribir sobre aviación. Hoy, con todo el respeto y regocijo que nos embarga como familia relacionada, les voy a contar la bella historia de Carlo Acutis Salzano, recién elevado a la dignidad de beato de la Iglesia Católica.
Para comenzar les quiero aclarar cuál es el parentesco consanguíneo de mi esposa Alicia y de sus hermanos con Carlo, pues han aparecido ciertas informaciones algo confusas.
La abuela materna de Carlo Acutis, la señora Luana Pennino de Salzano, y sus otros cuatro hermanos –Giogia (+), Rosa María, Gennaro y Alicia Pennino– son todos hijos del “paterfamilias” Renato Pennino Volpicelli (+), quien es el bisabuelo de Carlo.
Rosa María, Gennaro y Alicia, además de la ciudadanía italiana, son ciudadanos venezolanos al haber nacido en Venezuela; país al cual emigró don Renato –e hizo su vida a partir de entonces– pocos años después de haber terminado la Segunda Guerra Mundial. Por tanto, siendo hermanos de la abuela de Carlo, Rosa María, Gennaro y Alicia son sus tíos abuelos en Venezuela.
Tanto la mamá de Carlo, Antonia Salzano, como su abuela, Luana Pennino, vivieron en Caracas, Venezuela, durante dos años a mediados de los años sesenta.
Carlo, por coincidencias de la vida, tampoco nace en Italia. Nació en la ciudad de Londres, en el Reino Unido, el 3 de mayo de 1991. Pero regresó a muy temprana edad a Italia y se crió en Milán, estudiando la primaria con las Hermanas Marcelinas y luego el bachillerato en un liceo dirigido por la Compañía de Jesús: el León XIII.
Ya con tan solo siete años y con una formación cristiana bien definida, Carlo manifestó su deseo de recibir la comunión, a la que llamó “Mi autopista hacia el Cielo”. Sus padres, Andrea Acutis y Antonia Salzano, para no ceder a lo que creían era un capricho del muchacho, consultaron a monseñor Pasquale Macchi, exsecretario del papa Pablo VI, quien, tras constatar la madurez del niño, lo autorizó a realizar su primera comunión. La ceremonia tuvo lugar en el Monasterio Ambrosiano de Perego el 16 de junio de 1998. Desde entonces, y hasta su muerte, Carlo asistió todos los días a la Santa Misa, recibiendo con ilusión la Comunión diariamente.
Pletórico de toda su devoción, pero para sorpresa y consternación de toda la familia, Carlo enferma con una leucemia extremadamente agresiva y en tan solo un par de semanas después de detectada su enfermedad, fallece el 12 de octubre de 2006. Con tan solo 15 años había sido llamado por Dios a su presencia.
Aun cuando se mantenía contacto permanente con la familia en Italia, la lejanía y la separación física hicieron que nos sorprendiera el saber que en tan poco tiempo después de su fallecimiento, el proceso de beatificación iba avanzando sorprendentemente rápido. Sin duda, progresó en mucho menos tiempo de lo que tarda normalmente un proceso de esta naturaleza y lo esperado por todos.
La santidad de Carlo y la tradición cristiana de esta hermosa familia pareciera que vienen cual, si estuvieran codificadas en su ADN pues, de hecho, él está relacionado en línea directa con Santa Catalina Volpicelli y con Santa Giulia Salzano, a través de los ascendientes de su madre.
Pero veamos qué fue lo que hizo Carlo en su vida para merecer tan gran honor de la Iglesia Católica; algo que pocas veces sucede estando sus familiares directos más cercanos todavía vivos.
De acuerdo con los testimonios de su madre, Antonia Salzano de Acutis, Carlo era un muchacho muy sencillo, muy espontáneo y la caridad era uno de sus rasgos más característicos.
Algo que sus padres se enteraron tiempo después de fallecido, era que cerca de la casa donde vivían había un hombre que dormía en la calle y Carlo, con la mesada que le otorgaban sus padres, lo alimentaba y le daba dinero sin que sus padres lo supieran, e igualmente así lo hacía con otros necesitados que se le presentaron durante su corta vida.
Según cuenta igualmente su madre, tenía una especial devoción por San Francisco de Asís y una afinidad hacia su lugar de origen. Su gran veneración por el santo ecuménico y bien conocido por sus Sacras Estigmas (heridas o llagas semejantes a las que habría sufrido Jesús de Nazaret durante su pasión) lo llevaba a decir que quería ser santo; pero no como San Francisco porque, según él, aquél era muy difícil de imitar.
Mantuvo siempre una fuerte relación espiritual con la ciudad de Asís, lo cual se debía al vínculo especial que tenía con San Francisco y su atracción por la basílica, por lo cual la llevaba en el corazón. Era la ciudad donde se sentía más feliz porque, según decía, allí se respiraba algo especial que no se respiraba en otras ciudades.
Uno de sus lugares favoritos donde le gustaba ir era la Porciúncula, una peculiar y muy pequeña iglesia incluida dentro de la Basílica de Santa María de los Ángeles, en el municipio de Asís.
La Porciúncula es el lugar más venerado por los franciscanos. Fue allí donde el joven Francisco de Asís encontró su vocación y renunció al mundo donde había nacido para vivir en la pobreza entre los desposeídos, comenzando así el movimiento de la orden de los franciscanos.
Antonia también reveló que el hijo, aun antes de caer enfermo, siempre estuvo emocionado con la posibilidad de ser enterrado algún día en Asís. Según lo narra, tenían varias tumbas familiares, pero a Carlo le gustaba la idea de ser enterrado algún día en esta especial ciudad. Un día su madre le preguntó qué pensaba de la idea de adquirir un espacio para una tumba en Asís y poder ser enterrado en ella, a lo que Carlo le contestó “Estaría muy feliz y me parece una idea muy bonita”. Estas palabras las interpretó su madre como su voluntad.
Como los Acutis tenían una casa en Asís, esto les permitió como propietarios y miembros de la comunidad adquirir un espacio en el cementerio de Asís. Este cementerio es un lugar muy hermoso desde donde se puede contemplar el valle que domina la basílica de San Francisco.
Desde su fallecimiento, Carlo, llamado el cyber apóstol de la Eucaristía, descansó en el cementerio de la ciudad, encontrándose en la capilla del santuario del “Despojamiento Venerable”.
El día de su funeral, tanto la iglesia como el cementerio, estuvieron llenos de gente. Su madre recuerda que había gente que ella no conocía: personas sin hogar, inmigrantes, mendigos y niños. Un montón de gente que le hablaba de Carlo y de su trabajo social, de lo que él había hecho por ellos, y ella no entendía nada.
Por otro lado, uno de los legados más importantes que dejó, particularmente curioso en un muchacho de tan solo 15 años, fue un material audiovisual relacionado con sus creencias religiosas acerca de la Eucaristía y los milagros eucarísticos.
Fue un aficionado a la informática y precursor del uso de estos materiales para la difusión de contenidos religiosos. Tras dos años de investigación y viajes, en los que también participaron sus padres, elaboró una de sus obras más trascendentales: una exposición sobre los milagros eucarísticos en el mundo.
Este trabajo recoge un total de 136 milagros eucarísticos reconocidos por la Iglesia católica con fotografías y descripciones. La exposición la inició en un sitio web y posteriormente se propagó siendo difundida luego por los cinco continentes. En los Estados Unidos ha llegado a varias parroquias y universidades y también llegó a algunos de los santuarios marianos más famosos como Fátima, Lourdes y Guadalupe.
Todo esto hizo que se crearan más de doscientos sitios y blogs en internet que hablan sobre él en diferentes idiomas. Hay historias de conversiones inspiradas en su corta vida y que ocurrieron tras su muerte. Los padres recibieron cartas y solicitudes de oración de todo el mundo. Gran parte de este material fue recolectado durante la fase de su beatificación diocesana.
El milagro atribuido a Carlo Acutis, quien siendo apenas un modelo de veneración juvenil cuya fama lo precedía y había traspasado fronteras, fue documentado por el padre Marcelo Tenorio, vice postulador de la causa, quien contó lo sucedido aquel día: “El 12 de octubre de 2010, en la capilla de Nuestra Señora Aparecida, en nuestra parroquia de Campo Grande (Mato Grosso del Sur), en el momento de la bendición con la reliquia de Carlo, se acercó un niño acompañado por su abuelo. El niño estaba enfermo de páncreas anular, una enfermedad congénita que se estaba tratando. Esta enfermedad causaba que el niño vomitara todo el tiempo, lo que lo debilitaba y lo abatía mucho, porque todo lo que comía lo devolvía, incluido el líquido. Ya llevaba una toalla, porque su situación era grave. Cada vez más débil, debilitado, encontraría una muerte segura. Durante la bendición, el niño le preguntó a su abuelo qué debía pedir y éste le dijo que rezara pidiendo «para que dejara de vomitar», y así sucedió. Cuando llegó el turno del enfermo, tocó la reliquia de Carlo y dijo con voz firme: «dejar de vomitar», a partir de entonces ya no vomitó más”.
En febrero de 2011, la familia solicitó que se realizaran nuevas pruebas al niño y se descubrió que estaba completamente curado.
Carlo fue declarado venerable el día 5 de julio de 2018 y el, sábado, 10 de octubre de este año fue beatificado en Asís. La ceremonia se celebró en la Basílica de San Francisco de Asís y fue oficiada por el cardenal Agostino Vallini, delegado del papa Francisco.
Durante la ceremonia se presentó una urna que contenía como reliquia el corazón del nuevo beato. Un adolescente normal de nuestro tiempo, animado por muchas pasiones: el voluntariado con personas sin hogar y en los comedores populares, la actividad de catequista, la pasión por los videojuegos y con una inteligencia extraordinaria, quien puso sus habilidades y conocimientos digitales al servicio de la fe, para propagarla con devoción y respeto en el ciberespacio.
Una de las frases que más me llamaba la atención de Carlo es “Todos nacen originales, pero muchos mueren como fotocopias”.
Dios lo tenga en su gloria, por los siglos de los siglos.
Amén.